La última columna, hace dos domingos, empezaba con Rupert Murdoch. Esta no tiene más remedio que hacer lo mismo. El magnate de los medios insistió en que cobrará los contenidos de sus publicaciones en Internet y ahora puso fecha: fin del próximo año fiscal, junio de 2010. Lo dijo después de admitir una paliza: ha perdido 3.400 millones de dólares en el último año fiscal.
Los que hayan leído aquella columna recordarán que la iniciativa de Murdoch forma parte de un movimiento amplio para terminar con la gratuidad de los contenidos periodísticos en Internet.
Cobrar no les solucionará la vida a los grandes productores de contenidos. Lo que falla –y la pérdida fabulosa de Murdoch lo demuestra– es la adaptación de esas grandes empresas a nuestra era, la era del conocimiento y de las tecnologías de la información. El principal negocio de Murdoch no está en Internet: está en los cables y en la televisión. Y lo que pierde en Internet (lectores que ya no compran sus publicaciones de papel porque las tienen gratis en la Web) no modificaría mucho sus cuentas. Por eso, seguirá perdiendo y correrá el riesgo de perder más aún (enseguida vemos por qué).
Estamos en medio de un cambio cataclísmico. Pasamos de la economía de la era industrial a una economía de la era del conocimiento; de la era de la producción en serie y la organización vertical, a otra en que “la generación, el procesamiento y la transmision de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y del poder” (Manuel Castells, La era de la información, Siglo XXI Editores).
No es sólo que mueren el papel y la imprenta. También está muriendo una manera de producir y de concebir las relaciones sociales.
Cobrar posiblemente agrave el problema de rentabilidad porque siempre habrá fuentes alternativas. Murdoch puede cerrar todas sus publicaciones y cobrar, pero siempre estará a mano buenísima BBC, gratis por estatuto.
¿Clarín y La Nación querrán cobrar? No sólo tienen poco contenido imprescindible y exclusivo. También corren el riesgo de enfermarse con el remedio. Me imagino a los dueños de otros medios periodísticos frotándose las manos pensando cómo acaparar a los no quieran o no puedan pagar. Pocas veces un mercado potencial queda de pronto intacto y abierto. Algo similar ocurrió cuando Perón clausuró La Prensa, líder por entonces en clasificados; Clarín fue el que supo hacer la mejor cosecha.
La nueva era es muy exigente con los grandes, viejos medios. Ellos tienen la ventaja de contar con enormes recursos pero tienen el lastre de una cultura antigua. Murdoch quiere aplicar a sus contenidos on line el mismo criterio que el que emplea para sus contenidos en papel. Pero en la vieja economía, el ejemplar de papel resume todo –el precio de venta y los avisos–, mientras que en la nueva valen las visitas, los links, los contactos, los avisos… Aún está por verse cómo harán dinero los medios en Internet; esa dificultad es pareja para todos. Pero es mejor tener muchos usuarios que producen poca plata (el problema de Murdoch hoy) que tener pocos usuarios que producen poca plata (el problema de Murdoch cuando empiece a cobrar). Es obvio: una vez que se consoliden nuevos modelos de negocios estará en mejor posición el que más usuarios tenga.
Pero una cosa es ocupar una buena posición y otra es aprovecharla. Los que quieran hacer periodismo tendrán que encontrar una manera de emplear la enorme riqueza que circula en la Web, aprovechar el aporte de los usuarios: porque se terminan los grandes presupuestos para enormes redacciones y, sobre todo, porque el lector que recibe y no da, que lee y no hace nada, se irá extinguiendo. Los chicos que hoy tienen 15 años no aceptarán medios en los que no puedan participar como lo hacen en Facebook. ¿Cuánto falta para que entren a la franja de los principales consumidores de la sociedad?
Habrá un “periodismo híbrido” hecho por profesionales y por aficionados con normas de procedimiento que garanticen rigor. No es algo nuevo. Recuerden las bombas en el subte de Londres en 2005: la gente envió fotos y mensajes que luego fueron procesados por periodistas que jamás hubieran podido llegar allí. Hoy hay formas más elaboradas. La seguimos en catorce días. Mientras, vean el Huffington Post: está experimentando en esa dirección.
* Periodista.
http://www.robertoguareschi.com.