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NI TODOS NI JUNTOS

Una marcha sin rumbo

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Historiador. Nicolas Shumway a falta de propuesta las llama ficciones orientadoras. | cedoc

Unos hablaron de “la vida que queremos”, otros dijeron representar a los “muchos millones que queremos un país mejor” y hay quienes se concentraron en demonizar al estado y a la “casta política” que, si obtienen un buen resultado en las urnas, pasarán a integrar. A pesar del marketing electoral desplegado para las elecciones de hoy es difícil encontrar en las propuestas algo parecido a lo que el historiador estadounidense Nicolas Shumway llama ficciones orientadoras en su libro La invención de la Argentina, obra imprescindible para entender la deriva nacional desde la colonia hasta hoy. Shumway, que estuvo más de treinta veces en el país, con largas estadías, fue director de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Austin, Texas, profesor en Yale y decano de la Escuela de Humanidades en la Universidad de Rice, Texas. En el libro, publicado originalmente en inglés en 1991 y traducido en 1992 al castellano (existen varias ediciones a lo largo del tiempo), considera como ficciones orientadoras a las narraciones que se transmiten de generación en generación y constituyen el imaginario político de una nación. Son, dice, “necesarias para darles a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional”.

Estas ficciones no se refieren a realidades concretas, explica Shumway. “Pueblo” es una de ellas. No existe tal cosa, no es algo que se pueda tocar, alguien con quien conversar. Pero es la idea que sustenta a los gobiernos democráticos. La Ilustración fue prodiga en ficciones orientadoras basadas en ideas como libertad, igualdad, fraternidad, individuo o derechos, que diferentes naciones convirtieron en proyectos y sirvieron de guía a sus dirigentes y sus habitantes. Antes de que un país sea tal, señala el historiador, germinan los mitos, los relatos, las leyendas que luego se recogerán y transmitirán a lo largo de su historia. No todo será cierto, pero esa mitología se instala en el inconsciente colectivo y sus habitantes (más allá de las diferencias propias de la diversidad de todo conjunto humano) estarán convencidos de compartir una historia y un porvenir. Es decir, un destino.

La Argentina nunca se puso de acuerdo respecto de sus ficciones orientadoras, concluye Shumway. “Es una casa dividida contra sí misma, escribe, y lo ha sido al menos desde que Moreno enfrentó a Saavedra”. País que nació fragmentado y enfrentado de manera cruenta y salvaje (unitarios versus federales, civilización contra barbarie, nacionalistas contra liberales, elitistas contra populistas, etcétera), renueva permanentemente sus enfrentamientos produciendo siempre diferentes ficciones, todas irreconciliables. Shumway anota que intransigencia, término que en otras sociedades se considera dogmatismo y rigidez, en la Argentina se toma como superioridad moral y posesión absoluta de la verdad. No hay negociación posible, negociación es traición y lo es más en momentos de crisis (la Argentina vive en crisis, es un único e interminable momento). Quien está en desacuerdo es enemigo y merece la exclusión y los peores castigos porque, en palabras del historiador, “la crisis lo justifica todo”.

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Se trata de una sociedad atada a su pasado, incapacitada para salir de él. Ese pasado tiñe todas las discusiones del presente y sus fantasmas sobreviven con impresionante vitalidad, impidiendo cualquier visión común. “El consenso, o siquiera una apreciación del punto de vista ajeno, es imposible”, señala Shumway a partir de una experiencia propia, vivida en el país. Le resultó imposible dialogar con quienes no querían escuchar sus argumentos “por el simple hecho de que yo no era argentino”.

Treinta años más tarde de esa experiencia, no es necesario no ser argentino para que la escucha y el debate civilizado sean imposibles. Las únicas ficciones orientadoras son facciosas. Ni “todos” ni “juntos” son convocatorias que orienten a una visión compartida. Son simples llamados a los propios. De modo que en cada elección se vota contra el otro. Y los candidatos, carentes de visiones orientadoras, refuerzan y perpetúan la marcha sin rumbo.

*Escritor y periodista.