COLUMNISTAS
Rol del Estado

Una nueva oportunidad

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En 1879, cuando Inglaterra era sacudida por una crisis de varios años, Marx escribió a su editor ruso, Nikolai Danielson, que no publicaría el segundo tomo de El capital hasta que esta alcanzara su punto máximo. Debía aguardar a que las cosas “maduren” pues “solo entonces se las puede consumir productivamente”.

Hoy estamos ante una crisis que, por sus muy particulares e inéditas causas, no parece haber terminado de “madurar”. Aun así, sobre la base de pocas certezas parece posible cierto avance tentativo sobre el mundo que vendrá. La necesidad del Estado, al menos como director y coordinador de la economía, es una realidad poco discutida, hasta por los sectores más liberales. Este nuevo-viejo rol no debería implicar necesariamente la gestión estatal de empresas, ni solo ayuda social, sino que debe entenderse como la capacidad de la política para determinar sectores productivos estratégicos prioritarios, que no pueden quedar a merced del mercado.

Es casi un hecho también en los países desarrollados que la dependencia de la industria china será revisada. Es más, la dependencia de casi cualquier país extranjero, en determinados bienes, estará en entredicho luego de episodios hollywoodenses de secuestros de material médico en viaje.

Hasta las naciones más enamoradas de la globalización intentan recuperar, y no solo como consigna electoral, el concepto de industria estratégica. Revalorizan la “vieja industria” metalmecánica, petroquímica y textil. No escaseaba tanto el material de alta tecnología, como los equipos de protección y aparatos de tecnología relativamente sencilla.

Todo parece indicar que las potencias hasta hoy dominantes deberán pasar algún tiempo con sus problemas y revisando el sentido de lo nacional y lo estratégico, o de una estrategia productiva nacional.

Hoy parecen darse dos situaciones históricas novedosas, pero de ninguna manera inéditas. Por un lado, esa revalorización de lo estratégico desde el punto de vista de la afirmación de la nación sobre la globalización, por otro, una enorme caída del comercio internacional, fenómenos conectados pero diferentes.

Pierre Vilar, uno de los grandes de la historiografía del siglo XX, pensaba que la historia puede explicar tanto la grandeza como la desdicha humana, para ayudar a la primera y aliviar la segunda.

Efectivamente, experiencias anteriores con alguna similitud pueden ayudar a pensar el futuro. Oportunidades que el mundo brindó a la Argentina para integrar su producción y levantar la industria clásica. Las dos guerras mundiales fueron hitos en este sentido. No viene al caso cuán deliberadamente, pero la Argentina tomó esas oportunidades para construir una industria liviana y comenzar a dar oportunidades de empleo y movilidad social ascendente a los sectores, hasta ese momento, postergados. El sueño de la Argentina industrial continuó hasta mitad de los 70.

En la primera década de este siglo se dio otra gran oportunidad con el precio de la soja, que permitió ingresos adicionales por cerca de cien mil millones de dólares, que no fueron del todo aprovechados para consolidar a una industria castigada.

Macri desperdició las tasas bajas y la liquidez, e incluso ejecutó lo que algunos llamaron un “industricidio”, con apertura y dólar barato.

La Argentina cuenta con materias primas y capacidad industrial, que hoy vuelven a ser estratégicas. Los proyectos neoliberales atacaron la industria “de las chimeneas”, pero no pudieron terminar con ella. El final de la historia Covid-19, al menos en su fase aguda, y las políticas económicas correctas determinarán cómo los hechos puedan consumirse “productivamente”.

*Director Centro de Estudios para el Desarrollo.