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Confusiones

Una política exterior que no genera consensos

La diplomacia del Gobierno se despliega con pocos apoyos internos y muchos reparos, lo que hace muy difícil que pueda convertirse en políticas de estado que atraviesen las distintas administraciones.

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Saludo. Es fundamental mantener una buena relación con Estados Unidos, que tiene poder de veto en el Fondo Monetario. | cedoc

Para que una política exterior sea efectiva en el tiempo, es importante que posea los suficientes grados de estabilidad y coherencia, y que se eviten los zigzagueos y cambios bruscos. Esto es también una condición necesaria para lograr altos niveles de confianza y credibilidad a nivel internacional. Por ello es crítico que los diferentes componentes de esta política exterior cuenten con los necesarios niveles de consenso interno, para mantenerse más allá de los distintos gobiernos. Sin embargo, la administración Fernández-Kirchner parece orientada a generar disensos en materia de política exterior, debilitando así su impacto.

Horizontes diversos. Un enfoque que puede ser útil para evaluar el accionar internacional del gobierno es el de referenciarlo con respecto a la implementación de una estrategia de horizontes diversos. Esto es el mantener relaciones positivas y simultáneas con las potencias establecidas, los nuevos centros de poder -China, Rusia, India-, y el exterior próximo. En un mundo con altos niveles de incertidumbre, y con un desplazamiento del poder relativo hacia Asia, es prudente estar abiertos a diferentes opciones, diversificando nuestras relaciones para evitar las relaciones con dependencia. Sin embargo, al implementar esta estrategia a nivel económico y comercial, se encontrarán menos limitaciones que al implementarla a nivel político, debido a que no debemos profundizar demasiado las relaciones políticas con gobiernos de tipo autoritario, dados nuestros valores y experiencias cercanas en términos de derechos humanos, democracia y libertades individuales. Esto no quiere decir que no puedan existir intereses geopolíticos específicos comunes, y que no se pueda colaborar en estos temas a nivel internacional. Una estrategia de horizontes diversos no debería ser rígida sino dinámica, y tendría que poder acomodar hasta cierto punto las distintas orientaciones y preferencias que tengan las sucesivas administraciones -evitando las posiciones extremas-, en provecho de una política exterior más efectiva. Debe procurar siempre maximizar el bienestar general de los argentinos, un magnífico desafío en un escenario global en evolución constante. Así, esta estrategia permitiría experimentar con los diferentes enfoques propuestos, para luego generar consensos en torno a aquellas que demuestren ser más exitosas en lo internacional. Por ello, la implementación de una estrategia de horizontes diversos implica un alto grado de balance estratégico y de sofisticación en su implementación, siendo crítico el evitar las exageraciones y sobreactuaciones. Idealmente una estrategia de este tipo debería tener el apoyo del 66% de la ciudadanía, o al menos de la clase política. 

Potencias. Sobre nuestra relación con las potencias establecidas, parece haber consenso en cuanto a que el endeudamiento con el FMI -en el que Estados Unidos tiene poder de veto-, restringe nuestros grados de acción internacional, más allá de las respectivas responsabilidades partidarias.  Sin embargo ello no quiere decir que existan consensos en cuanto a la declaración del presidente Alberto Fernández ante el presidente ruso Vladimir Putin, de que hay que reducir la dependencia con respecto a Estados Unidos y el FMI. Particularmente, cuando las nuevas administraciones del organismo y de la Casa Blanca parecen dispuestos a colaborar en materia de la deuda contraída, hasta reconociendo errores -explícita e implícitamente- de sus administraciones pasadas.  Para un gobierno que no ha buscado confrontar con Estados Unidos, no pareció ser el mejor momento ni el mejor lugar para hacerlo. 

Con respecto a los nuevos centros de poder, a esta altura debería existir un cierto consenso en cuanto a que la ayuda rusa con la vacuna Sputnik V tuvo un balance positivo, y que el error del gobierno fue no complementarla con otras vacunas, como la Pfizer, más rápidamente, para evitar así más muertes. Pero esto no implica considerar correcto que el presidente haya ido especialmente a agradecer este gesto ruso, justo cuando Rusia se encuentra en un conflicto bélico potencial con Europa y Estados Unidos en torno a Ucrania. Parece una acción exagerada. Es positivo que Rusia invierta en Argentina en materia de energía y transporte, pero esto no implica que haya que ofrecer a la Argentina como “puerta de entrada a América Latina”.  Esto parece una innecesaria sobreactuación, más allá de que Rusia ya haya traspasado varias puertas a través de Cuba, Nicaragua y Venezuela. 

China. Con respecto a China, puede sostenerse que no participar de manera oficial en la inauguración de los juegos olímpicos de invierno, dado el boicot de Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá por la situación de los uigures, no era adecuado. Pero no puede ignorarse el alto simbolismo de la presencia del presidente Fernández en persona, junto a una delegación de 14 personas, en la apertura de un evento donde participan solo seis atletas argentinos.  También existe consenso en cuanto a la importancia de China como destino de nuestras exportaciones  y como fuente de financiamiento para obras de infraestructura. Pero probablemente existan disensos con respecto a si este era el momento justo para firmar la adhesión formal de Argentina a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.  O de participar de un evento donde asistieron los jefes de Estado de Arabia Saudita, Egipto, Qatar, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, Mongolia y Singapur, junto a sólo dos europeos, Polonia y Serbia, y dos americanos, Ecuador y Argentina. Curiosamente, la mayoría de estos países tienen regímenes autoritarios. Sumado a esto, la visita del presidente se produjo en el momento donde  Xi Jinping y Vladimir Putin sellaron “una alianza sin límites”.

La visita del presidente a China produjo reacciones adversas en Estados Unidos y Europa, y afectó nuestra credibilidad. En Alemania, por ejemplo, la Deutsche Welle ha manifestado su preocupación ante una creciente y potencial dependencia argentina de China. Este medio entiende que no es esperable que empresas occidentales inviertan en Argentina en la situación actual, y que por eso Argentina debe buscar diversificar sus exportaciones y fuentes de inversión más allá de Estados Unidos y Europa. Pero le cuesta comprender este “flirt peligroso con China”, donde un país fuertemente endeudado con el FMI se endeuda adicionalmente con China para financiar represas, usinas solares y hasta una planta atómica. Y en este último caso generando una dependencia tecnológica adicional con China (que utiliza una tecnología en base a uranio enriquecido, diferente a la de uranio natural que domina la Argentina)  cuyas empresas construirán la planta. 

Región. En cuanto a nuestro exterior próximo, existe un consenso con respecto a que la interacción y la integración con Brasil deben ser una prioridad. Por eso hay muchos reparos a la actitud del presidente Fernández hacia el difícil mandatario brasileño Jair Bolsonaro. Un presidente argentino que se ha inmiscuido en la política interna brasileña, apoyando públicamente al ex presidente Lula da Silva, y que ha podido viajar miles de kilómetros al Lejano Oriente, pero que no pisó al gigante vecino, congelando de facto la relación con Brasilia. 

El gobierno genera también disensos en cuanto a la terminología que emplea. En lugar de hablar de una estrategia de múltiples relaciones bilaterales -que es lo que implementa-, se habla de “multilateralismo”. Este término se utiliza en la diplomacia internacional para referirse a la actividad conjunta se varios países sobre una cuestión determinada, como ocurre en Naciones Unidas y sus múltiples organizaciones y agencias. 

Como vemos, en la implementación de la política exterior del gobierno Fernandez-Kirchner, se notan acciones que generan disensos, lo que puede traducirse en que varias iniciativas no tengan continuidad en un futuro gobierno de distinto signo. Esto debilita nuestra política internacional. Así, el presidente y su canciller deben aprender de la máxima del ex Secretario de Estado norteamericano Dean Acheson en materia de política exterior: “sus puestos dependen del éxito de sus partidos, pero el éxito en sus puestos depende del apoyo bipartidario”.

*Especialista en Relaciones Internacionales. Autor de Buscando Consensos al Fin del Mundo-Hacia una política exterior con consensos.