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bombas

Una radio nacional

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| Cedoc

La primera bomba de los milicos sobre Plaza de Mayo en 1955 cayó sobre un trolebús de niños que habían ido a conocer la capital. Fue hace sólo 65 años. Ahora que estoy cursando el tercer grado con mi hijo y que espero que nos pongan buenas notas soy mucho mejor amigo de la transmisión de valores que se esconde detrás de todo boceto de erudición, incluso en formato de pequeños escolares. 

Lo que está haciendo Radio Nacional es un fenómeno. Cuando toca ir al pueblo a aprovisionarnos me dejo llevar por los programas de lengua, matemática o ESI que reemplazaron a la programación. Son para alumnos y son hermosos. Yo siempre soy alumno. Una tarde, la maestra, locutora, mediadora o como quieran llamarle (yo creo que era un ángel) explicaba geometría sin poder dibujar un triángulo. Las parábolas para justificar cuán imposible era construir un equilátero y cuán fácil un isósceles eran pequeñas piezas de poesía. Su coequiper juega el rol del que no entiende y repregunta, pero sin burlarse de las dudas, para que el juego avance y que de la conversación surjan dos o tres saberes. Ayer bajé la velocidad para alargar el viaje. En lengua estaban hablando de los mitos y en vez de recurrir a definiciones o libracos se pusieron a hablar con el Negro Dolina. Lo llamaron por teléfono, estaba en la casa y los atendió. Charlaron de mitología, del Pombero, de cómo los mitos griegos tenían un estado que los bancaba y por ello tuvieron liturgias oficiales, a diferencia de las mitologías pequeñitas y apócrifas con las que nos enfrentamos los contemporáneos. Lamenté que mi hijo no hubiera podido venir a hacer las compras y lamenté que en la casa no tuviéramos radio. También lamenté que los medios hubieran optado desde hace años por el falso entretenimiento en vez de la divertida erudición. ¿A quién le hablan? ¿Es el mercado (el rating) el que sustituye una cosa por la otra?

Pues es –creo– el mismo mercado que arrojó esas bombas, sin importar mucho sobre qué niños cayeran.

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