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realidad internacional

Una tarea de reconstrucción

1-11-2020-Logo Perfil
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Hasta el momento, las relaciones internacionales han colocado toda su atención en explicar los fundamentos del sistema internacional. La realidad reclama que ha llegado la hora de encontrar las posibilidades científicas y humanistas de cambiarlo.  

Lo mencionado se intensifica en tanto la pandemia expuso sobre la mesa  inconsistencias mundiales que solo aseguran tres tendencias de futuro: una concentración de los recursos que ya es antisistémica, moralmente inaceptable e incentiva el descontento social extremo y su movilización no necesariamente pacífica; una relación con la naturaleza ecológicamente insostenible y una estructuración institucional internacional que impide la resolución de las crisis.

Para comprender esta complejidad se impone la tarea de repensar los pilares de la sociología del conocimiento internacional. Esto se logra deconstruyendo la naturalización de sus postulados gnoseológicos que intentan explicar con adjetivaciones y estiramientos conceptuales la desigualdad estructural en sus tres dimensiones: el poder, la riqueza y el conocimiento, tríada de imposición de un modelo global  de concentración.   

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Y es el olvidado Karl Mannheim en Ideología y utopía quien podrá iluminar algunas reflexiones para pensar cómo las comunidades intelectuales y de poder construyen “una visión natural del mundo”. En este sentido, la explicación se encuentra en la comprensión de un conocimiento socialmente establecido, que luego es utilizado por la política para consolidarse en el devenir histórico y espacial.

La primera cuestión –la sociología del conocimiento– nos permite comprender que muchas de las teorías de las relaciones internacionales son cristalizaciones de fuerzas sociohistóricas que buscan construir hegemonías epistémicas.

La segunda cuestión –la relación entre el conocimiento y el poder– muestra cómo la política consolida el pensamiento orgánico en un otorgamiento de validez autoritativamente monopolizada.

En este sentido, es justamente en los momentos de crisis o conflicto como el actual cuando se “aceleran los modos de pensar” y se pone en tensión el mantenimiento del statu quo o el cambio necesario para evitar las tendencias de la entropía del sistema internacional.

Para este desafío, Mannheim nos ofrece un andamiaje teórico y normativo en los conceptos originales de cosmovisión, intelectuales sin ataduras, generación y utopía.

En relación con el concepto de cosmovisión, como soporte cognitivo de un mundo que es realista en su diagnóstico pero modificable en sus potencialidades de basamento científico, debe alejarse del “paradigma conservador”, asociado a un pensamiento funcional al mantenimiento del poder.

Para tal fin es necesario un compromiso de los “intelectuales sin ataduras” que encarnen uno de los postulados de la ciencia para ser preciada como tal: la orientación del conocimiento hacia el mejoramiento de su objeto de estudio. En este caso, el hombre en su dimensión internacional.

Esto será posible si aparece una generación –en términos de compromiso sociohistórico– que se apoye en los hombros de los gigantes que han intentado pensar libre y socialmente en cómo generar una comunidad académica comprometida solamente con la verdad colectiva.

Y los elementos anteriores podrán consumarse si es posible construir una “utopía científica” entendida como la posibilidad de darle postulados de validez empírica a la estructuración de tres realidades: 1) una sociedad vertebrada en un Estado con capacidades distributivas; 2) una política exterior que genere un patrón de inserción internacional con eje en el desarrollo, y 3) un sistema internacional sustentable en términos de armonizar la economía con la naturaleza.

El desafío es grande y los tiempos apremian, pero el hombre en sociedad es capaz de lograrlo con liderazgos políticos comprometidos.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la UBA.