COLUMNISTAS

Una traducción

Por Damián Tabarovsky

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La traducción de L’avenir dure longtemps, de Louis Althusser, como El porvenir es largo es una de las peores decisiones que recuerde. Publicado en París en 1992 por la editorial Stock, al poco tiempo Destino lo editó en Barcelona, edición que ayer encontré en diferentes librerías de saldo en la calle Corrientes. Ocurre que mientras en francés el título es oscuro y dramático –como es oscuro y dramático el propio libro–, en castellano toma un giro optimista, liviano.
En el libro –su autobiografía– Althusser comienza por la descripción del asesinato de su mujer, cometido por él mismo en un rapto de locura, como prolongación de unos masajes que le daba en el pecho y el cuello y que se extendieron en un breve estrangulamiento; para luego, durante más de 270 páginas, llevar a cabo un formidable autoanálisis, por momentos escalofriante, inmerso en una novela familiar donde la locura estuvo siempre presente, y donde el sentimiento de inferioridad y culpa se prolongan en el tiempo. Porque de eso da cuenta el título: de que el futuro dura demasiado, dura mucho, dura para siempre. El futuro no termina nunca, no acaba, como tampoco termina nunca la culpa. Que el futuro dure demasiado, sea interminable, he ahí la condena. En cambio, que el porvenir sea largo remite a la idea opuesta, a la posibilidad de que como es largo, en algún momento las cosas puedan cambiar, haya tiempo para que las cosas mejoren, haya una luz de optimismo en esa extensión temporal. Mientras que en L’avenir dure longtemps la frase recae sobre el presente, al que vuelve eterno, en El porvenir es largo la expresión y el primer término (por-venir) se vuelven del lado del futuro, no del presente; del lado de lo que está por llegar, de lo abierto, y de que eso que está por llegar tiene una gran extensión –es largo– pero en algún momento termina. Largo, en Althusser, es lo opuesto a demasiado (largo no remite a ningún exceso, demasiado, en cambio, es puro exceso).
El porvenir es largo no es una frase que nos informe sobre ninguna condena moral, sobre el peso de que el presente se vuelva futuro y que ambos no concluyan nunca, sino a la inversa, nos introduce la ilusión de que algo está por venir, algo está por llegar, algo está por pasar. Pero en L’avenir dure longtemps ya no pasa nada o, mejor dicho, el futuro no pasa, no concluye, se eterniza. Althusser desea que el futuro dure poco, que sea breve, corto, y que rápidamente el mundo se olvide de él; un futuro breve y un olvido eterno como modo de apaciguar su culpa. O incluso, como segunda opción, desearía que el futuro fuera idéntico a la edición española, que el porvenir fuera largo, porque largo incluye de algún modo un final, un cierre, un punto y aparte. Pero al contrario, como L’avenir dure longtemps, como el futuro dura demasiado, dura mucho, es inacabable, es eterno, igualmente eternas son su culpa, su desgracia, su desdicha. En L’avenir dure longtemps no hay nada por-venir, nada está por llegar, nada está abierto. Todo lo que tenía que llegar, ya llegó; todo lo que tenía que venir, ya vino; todo lo que estaba abierto ya se cerró. En L’avenir dure longtemps no hay ninguna esperanza, ninguna salida, ninguna escapatoria. En L’avenir dure longtemps no hay ninguna duración; ni larga, ni corta, ni mucha, ni poca. Lo que hay es demasiado, y es insoportable. Es inconmensurable.