COLUMNISTAS

Uno más uno

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Cuando Lilita Carrió se juntó con Pino Solanas, me llamó menos la atención la confluencia ideológica que pudiese haber entre ambos (confluencia que en aquel momento yo al menos no alcancé a divisar, y que hoy parece no haber existido) como el hecho de que abundaran en metáforas matrimoniales, galanterías y coqueterías. Hoy, bien lo sabemos, se separaron, con un reparto de funciones muy típicas: a Lilita le tocó el portazo, a Pino el mascullado despecho (le quedan también los amigos: Binner, Tumini, Ricardito, compañeros de abandono; y la invalorable sensatez equilibrada que aporta una mujer sin histerias: la buena de Stolbizer).

Pero Lilita la hizo completa, porque no solamente se fue: se fue con otro. Unirse a Mauricio Macri viene a ser la irónica consumación del ideal estampado en el “UNEN”, porque es la unión de lo dispar, la unión de lo incompatible. Carrió proviene del radicalismo, y Macri, hasta donde se deja definir, resultaría más bien peronista. Carrió es especialista en confrontación, y Macri es alérgico a las confrontaciones. Carrió practica la gran oratoria, y Macri practica el balbuceo. Carrió encarna la reserva moral de la República y hoy denuncia a los servicios de inteligencia, y Macri está procesado en una causa por escuchas ilegales. Carrió se remite al riguroso pensamiento de Hannah Arendt, y Macri, que admite no haber nunca leído libros, no habrá leído los de Arendt tampoco.

El propio Macri ha explicado todo esto muy bien: Lilita se acercó a él cuando logró vencer sus prejuicios. Lilita también explicó qué es lo que se propone: vencer al PJ. Ganarle como sea. Sumar lo que sea necesario, sumarse a lo que sea necesario, hasta que los números den. Dos clases de elección bien distintas se ofrecen de este modo: una ideológica y política, en la que diversos proyectos se enfrentan; y otra eminentemente aritmética. Es lo primero que habrá que elegir para poder después elegir.

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