COLUMNISTAS
RIVER Y BOCA

Uno mejor que el otro

Hay una primera sensación que salta a la vista cuando se analizan los primeros cien días de Diego Simeone y de Carlos Ischia, al frente de River y de Boca respectivamente: River es un equipo con más variantes, con un entrenador más abierto a cambiar sistemas, tácticas y estrategias. Ischia, en cambio, está aferrado al antiquísimo 4-3-1-2 por mandato de Riquelme, pero cuando Román se lesionó en Chile, siguió con Gracián como 10. Salvo algunas apariciones de Fabián Vargas y Alvaro González, no cambió jamás.

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Hay una primera sensación que salta a la vista cuando se analizan los primeros cien días de Diego Simeone y de Carlos Ischia, al frente de River y de Boca respectivamente: River es un equipo con más variantes, con un entrenador más abierto a cambiar sistemas, tácticas y estrategias. Ischia, en cambio, está aferrado al antiquísimo 4-3-1-2 por mandato de Riquelme, pero cuando Román se lesionó en Chile, siguió con Gracián como 10. Salvo algunas apariciones de Fabián Vargas y Alvaro González, no cambió jamás. Por supuesto, los rivales fueron variando y no todos juegan igual. Neutralizar a un equipo que juega siempre de la misma manera es más sencillo que hacerlo con uno que va cambiando.
El Cholo hace eso: cambia. Empezó a dosificar a Abreu, su delantero más previsible. Y le está dando vuelo a jugadores hábiles como Alexis Sánchez y Buonanotte. Abren al rival por afuera, como hicieron con Lanús la fecha pasada. Es decir, piensa que dentro de una estructura que los contenga, la habilidad y la inspiración encuentran un mejor ambiente para desequilibrar.
A Boca le falta más. Riquelme no mostró su mejor cara y ahora está lesionado. Boca lo necesita, pero no tiene una alternativa clara. Si a su jugador estrella lo marcan, o no puede ejercer el poder que le da su extraordinaria visión del juego, nadie toma la posta. O la toma Battaglia (junto a Caranta, el mejor jugador del equipo en este lapso que se analiza), que está para meter, enderezar la balanza y sostener. Ischia no logró darle a Boca un funcionamiento confiable al mejor plantel del fútbol argentino.
Otro lunar es la falta de alternativas para las ausencias circunstanciales de Martín Palermo. Si el gol no lo mete él, no lo mete nadie, ni siquiera Palacio. Basta con recordar la cantidad de ocasiones que desechó contra Olimpo. Mauro Boselli es el sucesor natural de Palermo. Esto preocupa. No tuvo una sola actuación en la Primera de Boca que justificara a la prensa que habla de él como “el pibe que la rompe en la Reserva”. No la rompe, no mete goles y no genera situaciones.
Sin ser “La Máquina”, River llega al arco rival de modos más diversos. El tema es que cuando está Abreu, “hay que tirársela a Abreu”. Y es allí donde falla. No hay que tirársela a Abreu, hay que “llevársela” a Abreu. Simeone vio eso más claramente que Ischia y se atrevió a cambiar. Abreu juega a veces, otras no. Es tenido en cuenta y entra cuando hace el equipo lo necesita. River parece más temible cuando tiene en la cancha a Alexis, Falcao y Buonanotte. Además, en la lista de buenas elecciones del DT hay que poner a Abelairas de doble cinco. Lo intentó en los torneos de verano y lo refrendó en la competencia seria. El manejo y la dinámica de Pitu hacen que la pelota salga rápida de atrás y llegue a los de arriba antes de que lo impida el rival.
El déficit de ambos equipos es la defensa. Battaglia por un lado y Ponzio por el otro, son solitarios peleadores de la mitad de la cancha. Las urgencias de ambos los ponen en eterna desventaja ante rivales que llenan de gente el medio y eso provoca que les lleguen mucho a ambos. Tanto River como Boca padecen los centros. Cáceres de un lado y Cabral del otro parecen incapaces de un anticipo defensivo y, si no fuera por los excelentes niveles de sus arqueros, la pasarían aún peor. Hemos dicho en la columna del sábado anterior que River necesitaría en algún momento que Ahumada le dé una mano a Ponzio. Battaglia también vería con agrado que a su lado lo ayude alguien.
Sin embargo, y pese al mal funcionamiento colectivo, hubo defensores que se destacaron. Claudio Morel Rodríguez está en el mismo nivel de necesidad que Palermo o Riquelme. Y no olvidemos que Ischia puso en Primera a Fabián Monzón, un lateral zurdo que marca, mete y, además, juega. Diego Simeone, por su parte, rescató del olvido a Cristian Villagra, lateral izquierdo de características ideales para su esquema. A Passarella no le gustaba, a Simeone le es indispensable para salir rápido y para poner la pelota en campo rival cuanto antes. Uno podría pensar lo mismo de Ferrari para el otro lado, pero el Cholo lo considera volante. Y el volante derecho es Augusto Fernández. Danilo Gerlo ocupa la plaza de “4” porque “tiene buen juego aéreo”. Recordemos –lo hemos dicho en el verano, lo recordamos ahora– que Gerlo tuvo gran influencia en el ascenso de Quilmes en 2003 y en la campaña histórica posterior jugando sobre la banda diestra de la defensa. La prensa oficial no lo recordaba. Simeone sí, por suerte para River.
De la ausencia de Riquelme, pienso lo mismo que ustedes: si estuviera bien, Boca ya estaría en la segunda fase de la Copa. Pero es Ischia quien tiene que darle al equipo el nivel suficiente para que la falta de su estrella y líder se note lo menos posible. Y no pudo hacerlo. En este ítem, también está mejor Simeone.
A lo largo de la nota no hablamos de Ortega, que juega de lo mismo que Riquelme, significa para River lo mismo que Riquelme para Boca y está lesionado como Román. El lugar del Burrito está cubierto, el de Román no.
Dentro de 100 días nos volvemos a encontrar para ver dónde estamos Boca, River, Simeone, Ischia, usted y yo.