Los resultados de las elecciones de ayer están recibiendo distintas lecturas dentro del oficialismo y la oposición. Algunas, cargadas de contradicciones mientras se van dando a conocer los escrutinios, y con cada grupo procurando mostrarse como ganador, en distintos ámbitos, locales, regionales o nacionales.
Pero ya parece claro que el gran perdedor de esta elección es el mismo Néstor Kirchner, quien con todo el “aparato”, los fondos de la ANSES y los candidatos testimoniales, no ha podido con Francisco de Narváez, prácticamente un debutante en la política grande, pero también con muchos recursos, y un gran profesionalismo. De Narváez ha sabido posicionarse como la expresión del voto antikirchnerista, por eso no debe confundirse en cuanto a la fidelidad futura de ese electorado. Es un nuevo efecto Cobos, como el de julio de 2008 y el voto “no positivo”; saben canalizar el descontento prevaleciente en la población, no tanto contra el modelo económico impuesto a partir de la crisis, como de un estilo autoritario encarnado por el ex presidente.
Pero más allá de los titulares de estos días, y de las lecturas “en caliente” de los resultados, hay dos conclusiones que van a ir impregnando las expectativas de los argentinos en los próximos meses:
1. Estamos ante un nuevo Congreso que, a más tardar a partir de marzo de 2010, cuando asuman los nuevos diputados y senadores, va a poner un límite a los abusos de poder de este gobierno en las siguientes áreas:
a. Superpoderes.
b. Retenciones a las exportaciones.
c. Independencia del Poder Judicial.
d. Coparticipación de impuestos con las provincias.
e. Programa de asistencia a los pobres.
f. Ley Electoral.
2. Surge aire fresco para 2011, con el fin del kirchnerismo, lo que obviamente no significa el fin del gobierno de la presidenta Cristina Fernández. En lo inmediato, los gobernadores peronistas van a recuperar el poder que tenían en 2002, y comenzará una gran interna. Y también en la oposición han surgido algunos ganadores, como el mendocino Sanz y el santafesino Binner, que han hecho de la mesura y el buen trato un contraestilo, que la sociedad ha rescatado. Y por ello también se ha castigado a otros exponentes más asociados a la soberbia y a la descalificación sin fundamentos de sus adversarios.
Desde hoy hasta 2011, la Argentina debe ensayar un nuevo estilo de gobierno basado en el respeto y en el diálogo. Ese es el mensaje principal de las urnas, mucho más que sobre la política económica o la internacional.
Para la economía, las noticias son buenas. La decadencia del kirchnerismo, más tarde o más temprano, obligará a modificar las prácticas y los funcionarios, que han distorsionado el funcionamiento económico en los últimos tres años, y que básicamente incluyen:
1. Recuperar al INDEC como un instituto confiable de estadísticas económicas, a partir de lo cual surja con claridad la necesidad de frenar la inflación y combatir la pobreza, que son las dos cuestiones más ignoradas en estos años.
2. Recuperar la confianza en los sectores productivos, tanto del agro como de la industria y de los servicios, incluyendo los servicios públicos privatizados. Para ellos debemos desarticular los sistemas de controles de precios y compensaciones arbitrarias, e intervenciones varias que desnaturalizan tanto a un sistema de libre empresa como a un Estado que debe intervenir inteligentemente para ayudar a los más necesitados.
3. Reencauzar el equilibrio macro de 2002-2005, que sobre la base de un superávit fiscal mantenía un peso devaluado y las tasas de interés bajas. Ello obligará a revisar la maraña de subsidios que en gran parte benefician a los que más tienen, fundamentalmente en la Ciudad de Buenos Aires. Aun en circunstancias recesivas como las actuales, la recuperación fiscal será expansiva, porque le pondrá un fin a la huida de capitales, y un control a la inflación.
4. Reinserción en el mundo, alejándonos de Venezuela, con la que nada nos asemeja, y acercándonos a nuestros socios naturales: Brasil, Chile, Perú y Uruguay, que están señalando el único camino posible para nosotros.
Ojalá así lo entiendan los Kirchner, para bien de todos.