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religion y poder

Vaticana(mente)

La Conferencia Episcopal Italiana se enfrentó con la agrupación de ultraderecha Liga Norte, en momentos en que Roma asistía al polémico funeral del jefe mafioso Vittorio Casamonica.

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La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) es la asamblea permanente de los obispos, única cuyo presidente es nominado personalmente por el Papa.

En 2013, Francisco dijo a los obispos italianos: “El diálogo con las instituciones culturales, sociales y políticas es cosa vuestra”, diferenciando la función de la CEI de las de la Secretaría de Estado vaticana, a cargo del cardenal Parolin.

En septiembre de ese año, el Papa ratificó al cardenal Bagnasco al comando de la CEI; Bagnasco había figurado en la “rosa dei papabili” cuando la sucesión de Josef Ratzinger y, al resultar electo Bergoglio, declaró (vaticanamente) ver en el Papa Francisco “la bondad pero también la capacidad de gobierno de Juan XXIII”. Lo secunda en la Conferencia Episcopal monseñor Nunzio Galantino.

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El secretario Galantino había venido polemizando con el de la Liga Norte Matteo Salvini, a quien había llamado “figureti” (versión libre). Salvini no cerró el pico: “Nunzio Galantino es un obispo comunista”.

No debe sorprender el tono: la prensa no se priva de calificar a Jorge Mario Bergoglio como un “papa anticapitalista bajo el cielo de Roma” (“La Repubblica”, 20/10/15).

Hace poco Galantino escribió que la política, según el “padre de Europa” Alcide De Gasperi, “no es la que estamos habituados a ver hoy, vale a decir un ‘puzzle’ de ambiciones personales al interior de un pequeño harén de cooptados y de pícaros”. Salvini batió el parche: “No es un problema ‘Salvini contra los obispos’; es un problema de este Galantini (…) y dos o tres obispos que deberían circular con la bandera roja”. También lo hizo el eurodiputado “liguista” Gianluca Buonanno: “Finalmente Galantino se pone en el lugar del Judas de los años 2000, un traidor a Italia”.

No faltó la victimización: el partido de gobierno dijo que eran juicios “no generosos” y el senador Tonini “que también De Gásperi había sido acusado” de “picarón”. Ni la defensa de las incumbencias: la diputada Prestigiacomo, de Fuerza Italia, dijo que ni representaba a toda la Iglesia ni se había mantenido dentro de su campo de competencia. Incluso el ministro de Transportes, el católico militante Delrio, luego de elogiar las calidades de Galantino, dijo que lamentaba que generaran en el ciudadano un sentimiento de desconfianza o bien de nostalgia por un pasado reprobable.

Si las repercusiones entre el “pequeño harén” fueron ígneas, no menos deletéreas fueron las interpretaciones dentro de los cronistas especializados. Por ejemplo, respecto del hecho –dado por seguro– de que Nunzio Galantino no pidiera autorización al cardenal Bagnasco para decir lo que dijo. “Galantino ha sido fiel a la línea del Papa”, dejan trascender “fuentes vaticanas”. Que no es otra que el Evangelio. Texto, “por lo demás, siempre ‘del otro lado’, nunca con el poder”.

Los periodistas Francesco Bei y Paolo Rodari analizan que la Iglesia italiana, luego de años de cercanía con los gobiernos de turno, no promueve por lo bajo acuerdos con nadie, simplemente dice lo que piensa.

El 20 de agosto, los periódicos recordaron que en la audiencia del día anterior el papa Francisco había recordado que el trabajo era “sagrado”, que no se puede ser “rehén” de la utilidad empresarial ni considerar a la familia “un obstáculo a la productividad”. Acusado de haber desacralizado el papado, de hablar demasiado como un párroco del campo, de usar un estilo exageradamente cercano al pueblo, su camino no puede divergir del elegido por Galantino.

Del 4 al 25 de octubre próximos tendrá lugar el Sínodo de Obispos, que versará sobre “la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Nada menos. Entre renovación y tradición, ya se oyen sordos ruidos.
Por lo demás, como obispo de Roma residente en el enclave Vaticano, el papa Francisco debe de haberse impresionado con la espectacularidad de las exequias del jefe mafioso romano Vittorio Casamonica. Precedida por doce portarramos y coronas florales, una carroza tirada por seis caballos negros irlandeses conducía el ataúd a la Iglesia de don Bosco en el barrio Tuscolano.
El trayecto de quince kilómetros desde las afueras de la capital fue dirigido por la policía municipal, mientras un grupo musical interpretaba la banda sonora (Nino Rota) de la película El Padrino (Francis Coppola) y un helicóptero hacía llover pétalos rosados sobre el cortejo. Una gigantografía expuesta en el atrio del templo mostraba al “Zío Vittorio” vestido como un papa, con hábito blanco y cruces doradas, y este epígrafe: “Has conquistado a Roma, ahora conquistarás el Paraíso”.

No hace mucho, Francisco dijo en Calabria sobre los mafiosos de la ’Ndrangheta que: “No están en comunión con Dios, están excomulgados” y, recientemente, consagró beato a Pino Puglisi, cura víctima de la mafia.

El asunto abre varios puntos de interrogación: ¿por qué el párroco salesiano Giancarlo Manieri dijo ignorar los carteles colgados en el atrio de su iglesia?; afirmar que su homilía fue “neutra”, ¿qué significa? Y sobre todo, ¿cómo puede explicarse el abismo de doble estándar que se abre entre –por un lado– la negativa, en 2006, por parte del vicario del Papa Camilo Ruini a permitir celebrar (en la misma iglesia) el funeral del joven Piergiorgio Welby, quien sufría distrofia muscular y pidió suspender el encarnizamiento terapéutico, y –por el otro– otorgar permiso para la celebración del réquiem fastuoso de un bandido?
Durante esta semana, el funeral show de Vittorio Casamonica, que dio a la ciudadanía la impresión de vivir en un lugar no controlado por las fuerzas de seguridad, movió a que el prefecto de Roma, Franco Gabrielli, y otras autoridades pergeñaran y anunciaran medidas correctivas de información y comunicación “para que el hecho no se repita más”.

Sobre llovido, el miércoles 26 los Casamonica hicieron un bis en la parroquia de San Girolamo Emiliani, en el barrio de Casal Morena, pero recatado y perimetrado por el padre Francesco Fissore. Luego de la primera verbena, el diario vaticano L’Osservatore romano la condenó: “Funerales escandalosos”. Luego de la segunda, jesuita al fin, el papa Francisco calla y espera.