Considerar al ser humano como un homo economicus, individuo racional que siempre maximiza su beneficio, ha llevado a enormes errores a varios economistas positivistas. Creo que a los mismos errores llevarán las explicaciones racionalistas sobre los motivos que impulsaron al Gobierno a estatizar las AFJP. Ni el simple ciudadano ni Néstor Kirchner son homo economicus pragmáticos y perfectamente racionales.
Freud describió la racionalización como uno de los mecanismos de defensa. Es una técnica de afrontamiento, también conocida como intelectualización, que consiste en dar una explicación lógica a un sentimiento o emoción, propio o de terceros, para reducir las consecuencias estresantes de algún acontecimiento. Para tranquilizarnos, necesitamos encontrar justificaciones lógicas que hagan admisible o explicable lo que sería inaceptable o incomprensible.
En el caso de las AFJP hay racionalizaciones, en el sentido psicológico del término, tanto entre quienes defienden la medida como entre los que se oponen a ella, y no paradójicamente la misma racionalización es utilizada tanto para defender como para oponerse al Gobierno, dependiendo de la perspectiva ideológica del expositor.
La primera, más obvia y más repetida, tiene que ver con las necesidades del Gobierno de recursos para pagar los vencimientos de la deuda pública el próximo año. Pero, tras un análisis más minucioso, se puede observar que no necesitaban estatizar las AFJP para quedarse con el dinero que precisan para 2009, porque las AFJP, que ya tienen en títulos públicos más de la mitad de todos sus fondos acumulados desde que se crearon, en 1994, estaban totalmente dispuestas –y ciertamente entregadas– a aceptar que la mayor parte de sus ingresos de 2009 fuera invertida en bonos de deuda del Estado (65% autoriza la reglamentación de la FGS). Este diario ya lo había adelantado en la contratapa del sábado 23 de agosto, bajo el título “Pobres jubilados post K”. Las AFJP habían dado muestras de docilidad y voluntad de apaciguamiento con el Gobierno, aceptando la orden de repatriar sus inversiones en Brasil el año pasado, por ejemplo, igual que lo habían hecho en 2001 con Cavallo comprándole al Estado la deuda que éste desease.
Respecto de los bonos de la deuda, se dice que al estatizar las AFJP el Gobierno se ahorrará de pagar los 6 mil millones de pesos en títulos públicos que vencen en 2009 y 2010; es obvio que si se continuara con las AFJP, el Estado haría lo mismo con esos bonos que si éstos terminaran en ANSES: renovarlos canjeando los vencidos por nuevos títulos con vencimientos a largo plazo. Es cierto que las AFJP tienen contabilizados esos bonos de deuda del Estado al 100% del valor cuando en el mercado se cotizan a mucho menos, pero si el Estado llegara a no pagar total o parcialmente sus bonos cuando a los aportantes les toque jubilarse, no habrá diferencia entre que no les pague a las AFJP o a la ANSES: los fondos son de los futuros jubilados y no de las AFJP que los administran. Lo mismo vale para los modestos rendimientos que las AFJP les hicieron ganar a los futuros jubilados: no fueron mayores no sólo por la altas comisiones de las AFJP sino, esencialmente, por el default de toda la economía argentina en 2002 y de la crisis internacional en 2008, y lo mismo habría sucedido si los fondos los hubiera administrado la ANSES, como de hecho también sucedió con los alrededor de 20 mil millones de pesos que ésta ya administra (Fondo de Garantía de Sustentabilidad –FGS– del Régimen Previsional Público), cuyas pérdidas durante 2008 no fueron muy distintas a las de las AFJP: -17%. Paralelamente, el promedio de las ganancias de los afiliados a las AFJP en los 14 años de existencia fue 7% anual.
Sí vale prestar atención a algo que no tiene que ver con el pago de deuda que vence en 2009, y es que a partir del 1º de enero próximo comienza a regir la movilidad jubilatoria impulsada por los fallos de la Corte: Badaro I y Badaro II, que al actualizar las jubilaciones de Estado dos veces por año, hará que sea la propia ANSES la que comience a necesitar más fondos.
Otro argumento es que al Gobierno no sólo le importa la caja de corto y mediano plazo, sino, sobre todo, la construcción de un proyecto de largo plazo totalitario por el cual aspiran a controlar todos los resortes de la economía, sustituyendo el mercado de capitales privado en el que las AFJP representaban más de la mitad de toda la inversión en acciones nuevas de empresas. Entre un 20% y 25% del total de las acciones de: Nordelta (su controlante Consultatio), Edenor, Gas Natural BAN, Banco Macro, Siderar (Techint), Telecom, TGS, casi el 20% de: Banco Patagonia, Molinos, Pampa Holding, Transener, Grupo Financiero Galicia, y alrededor –o más– de un 10% de: Petrobras, Camuzzi Gas, Banco Patagonia, Aluar, Minetti, Clarín, Metrovías, Metrogas, Banco Francés –y la lista continúa– son de las AFJP y pasarían a ser del Estado.
Pero si el kirchnerismo fuera un estratega de amplios horizontes, tan largoplacista y ambicioso económicamente como Stalin o Hitler, ¿por qué no estatizó las AFJP hace dos años, cuando la fortaleza política de Néstor Kirchner estaba en su punto máximo, y se ahorraba el bochorno de que sólo un 20% de los afiliados de las AFJP aceptaran pasarse al sistema estatal cuando en 2007, tras la mayor campaña publicitaria oficial de la era K, el 80% de los afiliados ratificó su deseo de continuar en ellas, aumentando la legitimidad de la jubilación privada como nunca desde su creación por Menem y Cavallo?
Quizá Néstor Kirchner no sea el estratega que sus partidarios desearían que fuera; incluso también quienes no simpatizan con él, porque hasta los aterrados empresarios que se encuentran con la posibilidad de que el Estado sea dueño de un cuarto de las acciones de su empresa preferirían que destruya el mercado privado de capitales para algo (por ejemplo, un capitalismo de amigos recargado) y no simplemente porque no midió las consecuencias, como ya sucedió con las retenciones móviles en marzo, con los bonos de Chávez en agosto –que tuvieron que salir a recomprar días después–, o con el anuncio de la cancelación de la deuda con el Club de París el mes pasado. O porque a causa de eventuales fantasmas ideológicos por su pasado noventista, Kirchner precise otro mecanismo de defensa, por ejemplo, la proyección por la cual “sentimientos o ideas dolorosas son proyectadas hacia otras personas o cosas cercanas, pero que el individuo siente ajenas y que no tienen nada que ver con él”, y quiera desandar todo lo que anduvo Menem para resarcir sus culpas (Kirchner estaba afiliado a Orígenes hasta hace un año). O, peor aún, que se trate de un pendenciero cuyo amor sea la pelea, a la que busque sin más causa que su necesidad (como sucede en el delirio o neurosis querulante de la paranoia crónica) y, como un adicto, provoque justo allí donde sus acciones podrían generar más conflicto: ¿era en medio de la mayor crisis financiera mundial en décadas el momento para introducir el mayor cambio financiero de la Argentina desde el default de 2001?
En la edición de ayer, sábado, el diario PERFIL informó que el titular de la ANSES, el contador Amado Boudou, antes de ingresar a la actividad pública fue gerente general de una empresa que quebró bajo su administración, en 1995. Era la empresa Venturino Eshiur SA, la que recogía la basura en Mar del Plata, Pinamar y Villa Gesell. Entre 2003 y 2005, Boudou fue secretario de Hacienda del Partido de la Costa –de contratado del Estado pasó a contratista–, y firmó un plan de viviendas por el cual la empresa constructora cobró el 74% de lo presupuestado y dejó las casas sin construir.
Habrían sido Boudou y Néstor Kirchner, sin consultar a nadie más, quienes decidieron la estatización de las AFJP, golpeando –otra vez– la imagen de Cristina, quien en su última aparición del viernes junto a los deportistas olímpicos pareció afectada y hasta menos “articulada” en su discurso: su mención a su afición al patín con rollers se pareció demasiado a algunas tristes gafes de De la Rúa.
Quizá Néstor Kirchner prefiera íntimamente dejar el Gobierno antes que continuarlo con limitaciones. En cualquier caso, pobre Cristina y pobres nosotros.