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Vidas paralelas: Cristina Fernández de Kirchner y ¿Nerón?

Por <strong>Pablo Ferrara (*)</strong> | Gasto público excesivo, obras majestuosas y agotamiento del Tesoro. Sólo coincidencias históricas.

Vidas paralelas: Cristina Fernández de Kirchner y… ¿Nerón?
| Telam

Terminé de leer la última línea del artículo dedicado a la inauguración del Centro Cultural Kirchner. Con la mirada perdida, hice un esfuerzo por revolver en mi memoria. Algo llamativo había en el evento.

Y súbitamente una imagen me golpeó flameante, sacándome de la ensoñación y haciéndome vislumbrar una delirante figura en toga que me acompañaba, recitando a carcajadas sus versos inconexos mientras veía su tierra consumirse por las llamas…
 
Nerón Claudio César Augusto Germánico (en latín, Nero Claudius Cæsar Augustus Germanicus) fue el último emperador de la dinastía Julio-Claudia, viviendo entre los años 37 y 68 de N.S.J.C. Nacido del matrimonio entre Cneo Domicio Enobarbo y Agripinila, accedió al trono tras la muerte de su tío Claudio, quien anteriormente lo había adoptado y nombrado como sucesor en detrimento de su propio hijo.

Según el antiguo historiador Suetonio, el padre de Nerón era un asesino, y el emperador Tiberio (predecesor de Claudio) le acusó de traición, adulterio e incesto. Por su parte, algunos antiguos historiadores acusarían a la madre de Nerón de asesinar a su propio marido, el emperador Claudio, para facilitar el acceso de su hijo al trono. Obviamente, no existen pruebas contundentes de dicha acusación. 

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En definitiva, Nerón se convirtió en emperador a los 16 años de edad, y por su corta edad, estuvo fuertemente influenciado por su madre, por su tutor Séneca y por el Prefecto del pretorio, Sexto Afranio Burro. 

El reinado de Nerón se asocia comúnmente a la tiranía y la extravagancia. Por supuesto, la verosimilitud de los documentos que relatan los tiránicos actos de Nerón es motivo de controversia (separar la realidad de la ficción, en relación con los escritos clásicos puede resultar virtualmente imposible).

Nerón es recordado por ejecuciones sistemáticas, incluyendo la de su propia madre y la de su hermanastro Británico, por la creencia de que mientras Roma ardía él tocaba su lira, y por ser un implacable perseguidor tanto de los judíos como de los cristianos (Tácito, Suetonio y Dion Casio). 

Aunque hay pocas de las fuentes antiguas que lo describen de manera favorable, sí hay algunas que relatan su enorme popularidad entre la plebe romana (sobre todo en Oriente), producto de una conducta pseudo-obsesiva por ser popular.

Así, su reinado se centró en la diplomacia y el comercio, e intentó aumentar el capital cultural del Imperio mediante la construcción de diversos teatros y la promoción de competiciones y pruebas atléticas. En el ámbito militar, durante su gobierno se dio el éxito contra el Imperio Parto, la represión de la revuelta de los británicos (60–61) y una mejora de las relaciones con Grecia. 

Los primeros años del reinado de Nerón se conocen como ejemplo de buena administración en los que los asuntos del Imperio se trataron de manera efectiva y el Senado gozó de influencia y poder en los asuntos del Estado. Sin embargo, pronto se presentaron problemas debido a la competencia entre la influencia ejercida por su madre, Séneca y Burro. Eventualmente, el círculo de amigos de Nerón comenzaría a poner al emperador en contra de su madre y le advirtieron sobre su "sospechosa conducta"; eventualmente, la mandaría a matar.

Nerón se fue volviendo con el tiempo más poderoso, liberándose de sus asesores y eliminando a sus rivales al trono. Por fin, consolidaría su poder usurpando progresivamente las prerrogativas del Senado, cuya relación había comenzado siendo buena por compromisos que no cumpliría.
 
Según sus dichos, sus acciones estaban encaminadas a mejorar la situación económica de los pobres. Cuando estos clamaron que estaban demasiado endeudados, Nerón trató de derogar todos los impuestos indirectos. Sin embargo, el Senado le convenció de que esta medida sería demasiado extrema y, como solución intermedia al problema, Nérón estipuló que los impuestos se redujesen del 4,5% al 2,5%. Además, los registros tributarios pasaron a ser de dominio público y, con el objetivo de reducir el costo de los alimentos, estableció que los barcos mercantes quedasen exentos de pagar impuestos.

Como amante de las artes y del placer, construyó una serie de gimnasios y teatros en los que se celebraban actuaciones al estilo griego; también se celebraron muchos combates de gladiadores. Asimismo, Nerón estableció y participó personalmente de los Quinquenales Neronia, juegos en los que se celebraban como novedad interpretaciones de poesía y teatro (cabe destacar que el teatro no era bien visto en Roma, ya que se consideraba inmoral y característico de las clases bajas). Todas estas actividades implicaron una enorme carga sobre el erario público.

En el año 63 se presentaron las primeras crisis económicas: la guerra contra Partia y la dificultad del transporte de grano amenazaron con aumentar el precio del mismo. Nerón hizo una donación al tesoro, destinando una parte para pagar el grano, y firmó la paz con los enemigos partos. 

Por otro lado, en el siguiente año la ciudad de Roma se vio envuelta en llamas; tras el devastador incendio y Nerón destinó todo el dinero posible a su reconstrucción, incrementando fuertemente la carga impositiva de los ricos ciudadanos provinciales. Dentro del nuevo plan urbanístico que Nerón hizo desarrollar luego del incendio, se proyectó la construcción de un suntuoso palacio (Domus Aurea) y trató de excavar un canal navegable a través del Istmo de Corinto. Al fin y al cabo, todos estos y otros proyectos vaciaron prácticamente el Tesoro.

El historiador Tácito afirma que tras el incendio la población buscó un chivo expiatorio para desatar su ira y empezaron a circular rumores de que Nerón era el responsable, y que para alejar de sí las culpas, Nerón acusó a los cristianos  (algunos fueron arrojados a los perros mientras que otros fueron quemados vivos y crucificados). 

Si bien en comparación con sus sucesores Nerón tuvo un reinado relativamente pacífico, al igual que muchos emperadores tuvo que enfrentarse a una serie de rebeliones internas y luchas por el poder, entre las que se destacan la rebelión británica, la conspiración de Pisón, la  revuelta judía y el golpe de estado final.

Mención aparte merecen la revuelta de Judea y el golpe de estado. La primera estalló en el año 66 por la tensión religiosa entre griegos y judíos; en el 67, Nerón envió al futuro emperador Tito Flavio Vespasiano a sofocarla, cosa que hizo satisfactoriamente en el 70 (dos años después de la muerte de Nerón): los romanos destruyeron la ciudad de Jerusalén, destrozaron su Templo, masacraron a la población y a los sobrevivientes los vendieron en los mercados de esclavos por todo el imperio, dando inicio a la Diáspora del Pueblo Judío.

La segunda tuvo lugar frente al recupero por Nerón del control militar del Imperio en junio de 68; entonces el Senado votó que Galba fuera proclamado como emperador y declaró enemigo público a Nerón, sobornando a la Guardia Pretoriana, cuyo prefecto Ninfidio Sabino capturó a Nerón y le obligó a cometer suicidio. 

Veintiún siglos después, uno de los finales está abierto. Por lo demás, cualquier similitud entre realidades, es mera coincidencia… 

 

(*) Abogado, doctor en derecho de la energía y derecho público internacional y magister en derecho internacional público pot la Universidad de Berkeley, Profesor de Derecho Marítimo en la Universidad de Xiamen, China | Especial para Perfil.com