Medio Oriente, que arrastra hasta hoy complejos y multifacéticos conflictos, y que Henry Kissinger ha denominado como “un mundo en desorden”, es una zona con gran demanda de alimentos. Argentina debe manejar con suma destreza su relación con los distintos Estados de esta turbulenta zona, y en paralelo cumplir con la función de proveer alimentos a éstos, muchas veces en conflicto entre sí.
Es interesante notar que lo que conocemos como Medio Oriente moderno no existía formalmente hace cien años, ya que la gran mayoría del territorio estaba bajo el mando del Imperio otomano. Pero tras la derrota turca en la Primera Guerra Mundial, Inglaterra, Francia y en un grado menor Rusia determinarían la nueva geografía política de esta zona, basadas en el acuerdo secreto Sykes-Picot (1916) y su posterior confirmación, tras algunas alteraciones, en acuerdos firmados entre 1920 y 1922.
El experto David Fromkin definiría a esta serie de acuerdos como “la paz para terminar con todas las paces”, ya que complicarían profundamente el futuro de la región. En efecto, se trazaron fronteras y se crearon Estados, teniendo más en cuenta los intereses de las potencias europeas que los de las poblaciones locales. Según Fromkin, muchas de las decisiones fueron tomadas por ministros o burócratas sin mucho conocimiento de la región y de sus necesidades, o de las diferencias entre etnias, religiones y facciones. Así, Francia se quedaría con las actuales Siria y Líbano, y Gran Bretaña con Irak, Jordania y Palestina, manteniendo a su vez una gran influencia en la península arábica.
De esta manera, varios de los Estados creados tendrían serios problemas de legitimidad. Solamente el Egipto eterno y la Irán heredera del Imperio persa disfrutarían de una legitimidad plena. A éstas se sumarían la lograda para sus naciones por dos hombres fuertes: Mustafa Kemal Ataturk en Turquía, y Abdul Aziz Ibn Saud en Arabia Saudita.
A las potencias europeas actuantes en la región se sumaría la presencia hegemónica de Estados Unidos a partir de los años 40 y 50, lo que, según Fromkin, traería gran turbulencia a la zona. La presencia norteamericana se notaría desde entonces notablemente con su constante apoyo al Estado de Israel y con las invasiones a Irak en 1991 y 2003.
En este contexto, el trato político con esta región ha sido un delicado desafío a nivel externo e interno para la diplomacia argentina. En lo internacional, ha seguido en general las decisiones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) con respecto a los conflictos en la región, apoyando la primera invasión a Irak pero no la segunda. A su vez, ha intentado mantener una cierta equidistancia en el conflicto palestino-israelí. A nivel interno, las sucesivas cancillerías han sentido la influencia de los inmigrantes de esa región –en particular sirios, libaneses y armenios– y de los ciudadanos de religión judía.
En lo comercial la región ha sido de relevancia, en particular para la exportación de manufacturas de origen agropecuario (MOA) y productos primarios (PP). Sin embargo, éstas han decrecido de 4.663 millones de dólares en 2015 a 2.577 millones en 2015, una caída del 45%, bastante superior a la registrada por las exportaciones argentinas totales (-32%). Esto ha hecho de que de representar un 5,6% de nuestras exportaciones en 2011, la región haya pasado a representar un 4,5%. Sin embargo, las relaciones comerciales con Medio Oriente continúan resultando en superávits superiores al 75% de lo exportado.
Argentina ha podido seguir proveyendo alimentos a las distintas partes involucradas en los diversos conflictos de la región manteniendo su relevancia en tiempos turbulentos. Así, las MOA representan un 62,1% de sus exportaciones a Medio Oriente, mientras que los PP representan un 31,7%, y las manufacturas de origen industrial (MOI) sólo el 5,9%. La relevancia de la región se manifiesta al representar el destino del 6,9% de nuestras MOA, el 6,1% de nuestros PP y menos del 1% de nuestras MOI.
Mirando a futuro, Argentina debe demostrar una gran destreza en sus relaciones con las naciones del convulsionado Medio Oriente. Debe mantener una posición muy cuidadosa y equilibrada en un área donde se manifiestan varios conflictos paralelos, que afectan los intereses de potencias regionales y extrarregionales. Entre ellos podemos nombrar la duradera enemistad entre sunitas y chiitas, el conflicto palestino-israelí, la oposición de Arabia Saudita e Israel a que Irán desarrolle un arsenal nuclear, la guerra civil en Siria y la aparición del grupo fundamentalista Estado Islámico, de base sunita, oponiéndose a la presencia extranjera y desconociendo la legitimidad de las fronteras entre Irak y Siria. En este sentido, debe manejar con sumo cuidado sus relaciones con Israel y con las potencias regionales como Turquía y Arabia Saudita, dos miembros, como Argentina, del Grupo de los 20.
Una metáfora adecuada para ilustrar el manejo de nuestros lazos con Medio Oriente puede ser la relación que Argentina mantiene con el maestro Daniel Barenboim y su West-Eastern Divan Orchestra. Esta agrupación, símbolo de una potencial coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos, se instala por más de un mes en Buenos Aires en los meses de junio y julio, donde es cálidamente recibida. Otra ilustración de nuestro enfoque hacia esta área es la presencia de argentinos en las misiones de cascos blancos de la ONU, que fueron visitados por la canciller Malcorra.
Por otro lado, un poderoso vehículo para fortalecer vínculos públicos y privados entre Argentina y Medio Oriente son las conexiones aéreas directas, que han aumentado significativamente en la última década. Así, empresas como Emirates y Qatar
Airways brindan vuelos a la península arábica, y Turkish Airlines a Estambul, con las tres facilitando conexiones a toda la región.
Manejar nuestras relaciones con Medio Oriente con destreza se ubica probablemente entre uno de los desafíos más delicados para nuestra diplomacia. Pero el esfuerzo se justifica, si consideramos que Argentina puede jugar un rol todavía mayor como proveedor de alimentos a esta región.
*Autor de Buscando consensos al fin del mundo: hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027), publicado por el CARI, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.