—"¿Y acá quién está?", pregunta el tachero en la esquina del hotel cinco estrellas del Centro, que anochecía rodeado de combies y patrulleros. Intento responderle entre el volumen de la enfervorizada moderación (si fuera posible el oximorón) de un panel catártico de C5N por el Gato Sylvestre. El chofer se dio cuenta y bajó el volumen de la tablet a través de la cual el Gato fluía por la señal de TDA. "El canciller de Alemania", le dije, y me revoleó: "Uy, sonamos", cada vez que viene uno de éstos, a nosotros nos rompen el... acordate del negrito... vino, y mirá cómo estamos", suelta. Sin lugar a respiro, nockea con esto: "¿Y sabés qué es lo peor? Que a éste lo votaron los pobres y la clase media y esos mismos ahora tienen que garpar las facturas".
Me escondí un momento en el WhatsApp para guardar el comentario, protegerme de la polémica sin fin, del Gato que seguía atronando, aún silenciado, y recordar lo que le había escuchado, minutos antes al canciller Frank-Walter Steinmeier. Dos conceptos que pintan parte de la realidad. Por un lado, tras saludar la decisión de la Argentina de volver al mundo, y de darle la bienvenida, Frank-Walter le reclamó al país que, si bien estaba todo muy bonito, que habíamos salido del default y que teníamos la mejor voluntad, todavía quedaban muchas facturas "pequeñas, no judiciales", que el país tenía que saldar con las empresas alemanas, antes de que las inversiones fluyeran.
Nadie podría darse por sorprendido, pero la dinámica de las inversiones no estaba atada a la resolución de los macroproblemas, entonces, o la avidez corporativa, como era de prever, no tiene límites razonables. Algo de esto puede empezar a palparse con lo que está sucediendo con la inflación, donde el "overshooting", sobre todo en materia de alimentos, está ahora haciendo retroceder a las empresas productoras, llenando de promociones a los supermercados y retailers, que de tanto darle a la remarcación posdevaluatoria se quedaron sin demanda. Supermercados, con caídas de venta del 4% y ahora mermas en los márgenes producto de las ofertas, pueden dar cuenta de ello.
¿Por qué el Gobierno no alza la voz? Sería injusto suponer que existe una estrategia de aval de la inflación, el principal enemigo político de las autoridades. Sin embargo, la extrema disparada de los precios, provocó un viraje de las estrategias oficiales, que decidieron finalmente pararse en un esquema compuesto por a) disponer fondos para atender la relación política con los gobernadores, a partir de la inversión en obra pública; b) sostener la política monetaria de altas tasas y astringencia de dinero en la calle para frenar la inflación en 30 días; c) hacerlo a cualquier costo, incluso con la parálisis extrema de la actividad; y d) de paso, practicar un disciplinamiento de los costos en todos los factores, incluyendo el del trabajo, del cual el veto a la ley Antidespidos fue su exponente institucional.
Con ese escenario en la calle, uno de cuyos denunciantes bien podría ser mi tachero, la otra definición de Steinmeier que llamó la atención fue una convocatoria a la clase política para trabajar en pos de permitir "el puente" entre las reformas económicas necesarias y la percepción de sus efectos. El canciller alemán perdió una elección después de haber instrumentado esas reformas ("¿Alguno de ustedes se acuerda de que hace 12 años, nada más, Alemania era un paria económico en Europa?", recordó a la audiencia). Y en ese punto, sonaba pertinente la preocupación empresarial, perdón, oficial, del representante de la principal potencia del viejo continente.
Ahora bien. Ya el Gobierno reconoció los errores en la implementación de los ajustes de tarifas, y afortunadamente, comenzó a subsanar la brutalidad del ejercicio. Dicho lo cual, conviene reparar en esta encuesta de la consultora M&R, que encabeza Gustavo Marangoni. Curiosamente, a pesar de que creció la mirada negativa sobre las situaciones personales y del país, respecto de un año atrás en materia económica, por alguna razón empieza a afianzarse en esos mismos encuestados una mejor expectativa económica –tanto para el país como para el futuro personal–.
Es probable que el Gobierno esté observando ese fenómeno para decidir algunas políticas fiscales y sociales, y para negarse a revisar otras. Sobre todo porque está viendo que el "futuro De la Rúa" que se le presentaba al asumir, es decir, el de las commodities por el subsuelo, ya está revirtiendo, que como se ve en la infografía llevó el viernes la soja a US$ 415 la tonelada. Reflejos de abundancia que los argentinos nos habíamos acostumbrado a sentir, y gastar, a cuenta de un futuro, que, al final, nunca llegó.