Hace mucho estrené en Bahía Blanca una obra con el grupo Caos, una dramaturgia actoral en la que me gustaba obtener teatralidad de un procedimiento mecánico, una cosa que –quizás de otra manera– nos enseñara Sarah Kane en Londres. Los actores confesaban algo de su vida en símbolos no legibles a simple vista, y yo los enmarcaba en una situación rara, ajena a esa literalidad. Los obligaba a convivir un tiempo; ensayo y error creaban los lazos que conectaban un estado emocional del enunciante con esa situación rebosante de malentendidos. Una escena era la de un político pusilánime que acudía ante unos publicistas a escuchar su propuesta de afiche. La pieza gráfica era ilegible, los creativos eran chetos mal, su propia secretaria lo despreciaba abiertamente y una imprentera pelirroja y laburante lo convencía de dejarse meter en el mimeógrafo para aplastarlo hasta dejar su huella en el afiche. Sólo quedaban los zapatos. Era una escena quizás demasiado simbólica, pero como no hablaba de nada posible, era eficaz.
Dos campañas me han recordado estos absurdos, pero hoy me toca apuntarlas de la realidad, que imagina más fuerte y virulento que nosotros, pobres formalistas.
Una es la de Guillermo Moreno boxeando para mostrar testosterona y hacer grande a la Argentina de nuevo: “entrenamiento difícil, combate fácil”. Pregunté si no era una anticampaña de la oposición, dado lo hilarante del montaje y el espíritu TikTok como telón de fondo ideológico, pero como con Moreno no se sabe cuál sería la oposición, nadie me contesta nada. Y yo ya no sé distinguir el meme de la conveniencia.
La otra son los afiches de Wado, sólo con su nombre: se pegan encimados y se lee Wa-Wa-Wado. Refieren al tenaz tartamudeo del candidato y definen una identidad contundente al usar ese hándicap como marca: Wado habla distinto.
Ambas publicidades son muy impactantes. Mientras el sistema reprime salvajemente, no recuerdo campaña más vacía de consignas. Sólo importa la identidad visual, gestual y cosmética del candidato. La guerra de campaña es de marcas y no de ideas (el ajuste ocurrirá de todos modos).
Y las ideas hay que buscarlas en otras fuentes. El afiche es apenas el indicio de que alguien hay para ser votado en algún lado. Nada más.