Este asunto de los condicionales contrafácticos es muy atractivo, y además una queda como sumamente culta cuando en una reunión más o menos sofisticada habla del asunto. No te asustes, Etelvina, ya te expliqué una vez que el nombre es apabullante pero que te podés quedar tranquila, que no es algo abstruso ni terrible sino algo por el contrario muy simple. Consiste en: si no hubiera sucedido tal cosa, ¿cómo sería hoy el mundo? El mejor de los ejemplos es la magnífica, estupenda novela de Philip Dick El hombre en el castillo, en la cual a la Segunda Guerra la ganó el Eje y la perdieron los aliados. Espantoso, ¿no? Bueno, si así hubiera sido, dice el Philip que el mundo se habría dividido en dos: el este para Japón, el oeste para Alemania. De lo que pasa en la novela no te voy a contar nada porque si lo hago te quito el placer de leerla. Pero ¿por qué no nos damos el gusto de plantear otras posibilidades? Casi te diría que podríamos darnos una vuelta por la historia de la humanidad planteando condicionales contrafácticos. Si gente muy importante lo hizo, ¿por qué no nosotras, eh? Por ejemplo: si Pablo Picasso no hubiera nacido, ¿cómo sería hoy la pintura? Y si el loco de los bigotitos (me refiero a Hitler no a Chaplin) hubiera permanecido en el limbo que Benedicto dice que no existe, ¿qué clase de mundo tendríamos entre las manos? ¿Y si Manuel Belgrano no hubiera inventado la celeste y blanca cómo sería nuestra bandera? ¿Verde, dorada, violeta, amarilla con una banda colorada cruzando un paisaje de ríos exagerados? ¿Y si como en una novela que se llama Pavana, escrita por Keith Roberts, a la reina de Inglaterra Isabel I la hubieran matado en un atentado cuando tenía veinte años? ¿Y si el sur hubiera ganado la guerra de secesión allá en el norte, en vez de ganarla los yanquis (de paso, Churchill escribió un cuento, sí, ¡un cuento! sobre eso)? ¿Y si nadie hubiera inventado la bicicleta? ¿Y si el teléfono se hubiera inventado en el siglo diecisiete? ¿Y si Julio César no hubiera ganado en Alésia (ver Astérix y los suyos)? ¿Y si en vez de la pólvora los chinos hubieran inventado un elixir d’amore, eh? ¿Y si mi abuelo no se hubiera casado con mi abuela? ¡Ay, qué susto! Yo no existiría, lo cual, por lo menos desde mi punto de vista, seria una lástima. Y aquí los condicionales contrafácticos se encuentran en la esquina de mi casa con las paradojas del tiempo. Si yo quisiera no existir (cruz diablo vade retro toco madera) voy al pasado y mato a mi abuelo (pobre viejo) y no existo. Pero si no existo, ¿quién va al pasado a matar a mi abuelo? Nadie. Entonces sí existo (menos mal) y voy al pasado y mato al pobre viejo y no existo. Pero entonces si… ¡a la flauta que la cosa es complicada! ¿No es sensacional lo que puede hacerse con un poco de imaginación y un poco de cosas que pudieron o no pudieron haber pasado?
Eso sí, lo que a mí más me gusta es fantasear acerca de lo que podría haber pasado si Lucy y su gente se hubieran desparramado por todo el mundo, porque entonces todas y todos seríamos negros, preciosos, piel lustrosa, dientes muy blancos y podríamos ponernos horas al sol sin volvernos colorados como camarones.
Yo no sé, a estos señores que en España organizan tantos pero tantos concursos literarios, cómo no se les ha ocurrido organizar uno que llevara por título “¿Y si…?”. A lo mejor no encontraríamos ninguna obra de arte, pero seguro que sí un montón de maravillosas y excéntricas ideas.