COLUMNISTAS
Madres de Plaza de Mayo

Yo acuso

Hebe de Bonafini está sola frente a la difícil situación que atraviesa su Fundación y la Universidad de las Madres.

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Una mujer sola, abandonada por quienes la usaron | Cedoc Perfil

Hace unas semanas fuimos a una reunión en la sede de Madres de Plaza de Mayo con Hebe de Bonafini, que nos aguardaba, sola y al lado de una pequeña estufa, en su oficina, para hablar y asistirla jurídicamente ante la difícil situación que atraviesa su Fundación y la Universidad de las Madres, que está intervenida y su sede central, en Plaza Congreso, a punto de ser desapoderada por la Justicia. 

Hebe lloraba. Ese mismo día le habían dejado de pagar el sueldo a su propia secretaria. Dijo que la poca plata que tenía la guardaba en un taper para pagarle a sus empleados. Está sola y se comporta como se comportó siempre: con mucha dignidad. Con gran entereza. Las Madres no roban.

Escribo este artículo, habiendo trabajado en la Secretaria de DDHH, por la profunda indignación que me produjo ver a Hebe sola, moralmente quebrada, abatida, abandonada sobre todo por sus pretendidos aliados. Acuso a todos los organismos y sobre todo a los funcionarios de la pasada administración que utilizaron impunemente a las Madres de Plaza de Mayo y a la bandera de la Memoria para hacer sus negocios sucios, que no fueron pocos, y no han salido aún a la luz. 

Hemos dejado la vida en esta causa sagrada, hemos creído como abogados, junto a miles de personas, en las banderas de Memoria, Verdad y Justicia, hemos seguido y aún seguimos a Madres y Abuelas en su lucha ejemplar, y hoy Hebe está sola y contra las cuerdas, a punto de ser desapoderada de su casa central por la Justicia, que le impugna el incumplimiento del cargo de la donación del Banco Nación del edificio en que se constituye su sede central.

La donación exige dos cláusulas concretas: que el edificio funcione como universidad y que la Fundación promueva el respeto de los derechos humanos. La universidad está intervenida por el Gobierno y a punto de convertirse, en el mejor de los casos, en un Instituto. Esto conduce, por un vericueto legal, a presentar tal cambio como una forma de incumplimiento del cargo de la donación de un inmueble, lo que llevaría a desapoderar a las Madres de su casa central, con las múltiples implicancias simbólicas y materiales de tal desalojo. 

Hebe misma, y el resto de las madres, no entienden cómo se llegó a esto. Y la respuesta es que más allá de las intenciones simbólicas poco amigables del actual gobierno (sabemos que el PRO no tiene interés alguno en apoyar ni material ni simbólicamente a los organismos de DDHH) si se puede avanzar abiertamente sobre las Madres desde la Justicia, no es por culpa del actual gobierno, sino porque quienes debían protegerlas, trabajar con honestidad por ellas, no lo hicieron: las usaron –como Boudou, Schoklender, Fatala, Lopez, entre otros, en una larga lista de funcionarios que se acercaron a ellas para hacer negocios espurios en su nombre. 

Las ensuciaron y usaron. Hicieron negocios con ellas. Se blindaron con su lucha moral. Hebe lloraba. Le cuesta mucho entender lo que pasa. Le cuesta entender que puedan avanzar sobre los bienes de la Fundación, secuestrar camionetas o edificios (teme que se apropien del Archivo de las Madres) porque quienes durante una década se presentaron como sus amigos o aliados políticos, en realidad nunca lo fueron. Bastardearon su bandera y su causa, para hacer decenas de negocios viles y hoy las dejan solas. 

Las Madres de Plaza de Mayo se preguntan cómo se llegó a esta situación penosa, grave, injusta,  porque ellas han vivido y viven en la modestia más absoluta, han rechazado indemnizaciones del menemismo y de todo gobierno porque jamás le han puesto precio a la vida de sus hijos, cuya memoria reivindican colectivamente. La sola idea hace llorar hoy a Hebe. Hebe no es en privado la persona firme y rebelde que presentan los medios. Por el contrario, es una Madre, ya mayor, con los ojos apagados, triste, y sola, en una oficina llena de recuadros, al lado de una pequeña estufa.

La Justicia debe investigar y condenar la corrupción, pero no desapoderar a las Madres.