CULTURA
Narcolepsia - Diario Perfil

"Carta a Georges Izambard", de Rimbaud

La doctrina estética de Rimbaud queda expuesta en dos cartas escritas en 1871: la primera a Georges Izambard el 13 de mayo y la segunda a Paul Demeny el 15 del mismo mes.

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Arthur Rimbaud (1854, Charleville-Mézières – 1891, Marseille). | Agencia Shutterstock

En el Suplemento Cultura de Diario PERFIL, ofrecemos cada semana "Narcolepsia - Coordenadas para una aproximación a la poesía", y el elegido de este domingo 31 de octubre es Carta a Georges Izambard | 13 de mayo de 1871. Charleville, 1871, de Arthur Rimbaud:


¡Querido Señor!
Aquí está otra vez profesor.
Se lo debemos a la Sociedad, me ha dicho; usted forma parte del cuerpo docente: va por el buen camino. — También yo sigo el principio: me dejo mantener cínicamente; desentierro antiguos imbéciles de colegio: todo lo que puedo inventar de estúpido, de sucio, de malo, en acción y palabra, se lo entrego a ellos: me pagan con jarras de cerveza y mujeres — Stat mater dolorosa, dum pendet filius. — Me debo a la sociedad, es justo y tengo razón. — También usted tiene razón, hoy por hoy. En el fondo y bajo su principio, usted sólo ve poesía subjetiva: su obstinación de volver al estante universitario, — ¡perdón! — ¡lo prueba! Pero siempre terminará como un satisfecho que no hizo nada, ya que no quiso hacer nada. Sin mencionar que su poesía subjetiva siempre será terriblemente aburrida.

Un día, espero, — muchos otros esperan lo mismo, veré en tu principio poesía objetiva, ¡Y la veré con mayor sinceridad de lo que usted haría! — Seré un trabajador: esta es la idea que me detiene, cuando la enloquecida ira me empuja hacia la batalla de París — ¡donde tantos trabajadores siguen muriendo mientras te escribo! Trabajar ahora, nunca, nunca; estoy en huelga.

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Ahora, me encrapulo lo más posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta, y estoy trabajando para hacerme vidente: no lo entendería en absoluto, y casi no podría explicárselo. Se trata de llegar a lo desconocido mediante el desarreglo de todos los sentidos.

Los sufrimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido como poeta. No es culpa mía en absoluto. Está mal decir: Yo pienso: deberíamos decir: Se me piensa — Perdón por el juego de palabras. —

Yo es un otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y desafía al inconsciente, que ergotiza sobre lo que ignora por completo!

No eres un maestro para mí. Le regalo esto: ¿es sátira, como usted diría? ¿Es poesía? Es siempre fantasía. — Pero, se lo ruego, no subraye con lápiz ni — demasiado — con el pensamiento:

LE CŒUR SUPPLICIÉ
Mon triste cœur bave à la poupe …

Esto no quiere decir nada. — RESPÓNDAME: casa del Sr. Deverrièver, para A. R.
Saludos de corazón,
Art. Rimbaud

(Trad. Juan Arabia)

 

La doctrina estética de Rimbaud (1854, Charleville-Mézières –  1891, Marseille) queda expuesta en dos cartas escritas en 1871: la primera a Georges Izambard el 13 de mayo y la segunda a Paul Demeny el 15 del mismo mes. 

Rimbaud sacó el material para su doctrina de la cábala, de los libros de magia y de las obras de los escritores ocultistas, y en Baudelaire encontró un modelo de lo que debía se un voyant (vidente). Concluyó que la libertad frente a inhibiciones morales y prejuicios y la adicción a las drogas y el alcohol habían hecho de Baudelaire lo que era, que todo eso le había ayudado a romper las cadenas que de ordinario esclavizan al espíritu humano. Sabía de los sufrimientos padecidos por Baudelaire, pero estaba dispuesto a aceptar el mismo sufrimiento si con ello se convertía en un gran poeta.

René Char incluyó estas dos cartas en su selección de Arthur Rimbaud Œuvres (1957, Le club français du livre), gesto celebrado por Martin Heidegger en su artículo Rimbaud vivant (1972), en el que señalaba: “Fuera de su entendimiento de la totalidad de esta poesía, deliberadamente incluyó dentro de la obra del poeta dos cartas. En la carta del 15 de mayo, el propio Rimbaud nos dice la forma en la que un poeta se mantiene «vital» (lebendig, vivant): a saber, aquellos poetas que todavía no llegaron a contemplar el horizonte que él mismo alcanzó: «llegó a lo desconocido (Unbekannten!)»”.