CULTURA
hablar desde adentro

Cómo escribir desde el confinamiento

La obra de ciertos mártires, revolucionarios y asesinos del siglo XX dan cuenta de que es posible producir en el encierro. Aunque siempre será preferible hacerlo en otras condiciones.

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Ana Frank. Su Diario apareció dos años después de su muerte. | cedoc

En una situación de enfermedad pandémica, en pleno auge del reconocimiento facial para el control de la población, la única forma de evitar la muerte es la reclusión y el ocultamiento del rostro tras una máscara. Y en soledad, cada lector puede sentir que su desgracia se amplifica. Tomando en cuenta el alejamiento de la vida social, leer resulta un refugio para el paso del tiempo en cuarentena. Pero ¿qué libros fueron escritos desde un encierro? Ya no en el hogar, en un hotel, solo o acompañado. Sino en lo que se conoce como reclusión institucional o carcelaria, por cualquier motivo, con privación real de la libertad individual.

La primera referencia es a la escritura bajo el ocultamiento por terror. El diario de Ana Frank es el ejemplo de una futura escritora que la brutalidad de lo real dejará como huella indeleble del horroroso accionar de una maquinaria de exterminio: dos años y medio de una existencia oculta en Amsterdam. Su padre, Otto, único sobreviviente de la familia, pudo publicarlo como Las habitaciones de atrás en 1947. Quizás por este libro podemos trazar un paralelo entre este virus y el nazismo: por sus efectos sobre la población despojada de recursos, expulsada del sistema, lo que configura un posible pogrom planetario.

Ya por el zarismo, ya por el comunismo, aflora el fantasma de Siberia y su sistema carcelario, recurso ruso habitual donde expulsar tanto a políticos como a intelectuales. Si bien el calvario personal bajo el imperio lo narró Dostoievski en Memorias de la casa muerta, años después el castigo stalinista lo retrató Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag, y los que lograron escribir en tan penosas condiciones fueron Lenin, exiliado en esa inmensidad (El desarrollo del capitalismo en Rusia, 1899); y Trotski, hacia 1900 también enviado al exilio, leyendo y redactando crítica literaria para una publicación de Irkutsk, por lo que recibiría el sobrenombre de “la pluma”. Estos rebeldes tienen un precursor en Francia: condenado a la cárcel en 1849 por Luis Napoleón, Pierre Prudhom escapa a Bélgica, pero es capturado al regresar de incógnito. En la prisión de Santa Pelagia escribe varias obras, entre ellas La idea general de la revolución. Hacia 1882, el geógrafo anarquista Piotr Kropotkin fue prisionero político en Clairvaux (Lyon), abadía de San Bernardo, desde donde siguió escribiendo para la Geografía Universal y la Enciclopedia Británica.

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Antonio Gramsci, histórico fundador del Partido Comunista italiano, fue condenado por el régimen fascista a veinte años en 1927. Sufriendo enfermedades de todo tipo, y pese a ello, de 1929 a 1935, escribió los que se conocen como los 32 cuadernos de la cárcel, mucho más de 3 mil páginas considerando su correspondencia. El caso de Adriano Sofri, uno de los dirigentes de la agrupación de izquierda Lotta Continua, es más singular todavía: acusado como autor ideológico del asesinato de un policía en 1972, fue detenido en 1988 y condenado en 1990 a 22 años de prisión, casi toda su obra, varios libros y artículos en revistas, los produjo confinado.

La historia da cuenta de obras iniciadas o realizadas desde un lugar de detención: en la Cárcel Real de Sevilla en 1597, Cervantes engendró, o inició, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; condenado en 1895 por sodomía y grave indecencia, Oscar Wilde escribió De Profundis y La balada de la cárcel de Reading; Cancionero y romancero de ausencias es el poemario que escribió Miguel Hernández, encarcelado por el franquismo; Jean Genet escribió Santa María de las Flores, su primera novela, en la prisión de Fresnes. Y a modo de colofón, Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe (1513), encarcelado por los Medici acusado de conspiración; y Justine o los infortunios de la virtud, de Donatien Alphonse François de Sade, también fue escrito desde el encierro que el divino marqués vivió más que la libertad.

Condenado a 23 años por matar a su compañero de celda en 1965, Jack Abbott escribió En el vientre de la bestia. Amigo personal de Norman Mailer, el libro fue un éxito, y en alguna medida por todo esto fue liberado en 1981. Al poco tiempo mató a un hombre, volvió a la cárcel, escribió otro libro con poca repercusión, y se suicidó en su celda en 2002. El poeta argentino Jacobo Fijman produjo casi toda su obra a pesar del maltrato policial y los electroshocks que sufrió en cárceles y hospitales psiquiátricos (Borda), tenemos una deuda de lectura con él.