Aunque parezca sólo una historia de ficción, existen artículos periodísticos que dan testimonio de la importancia que tuvo en una época la Argentina para el tráfico mundial de heroína. El país fue un punto de paso clave para los traficantes y la trama se volvió un mito con el paso de los años.
Fue en las décadas de los 60 y 70 cuando la Argentina se convirtió en la guarida oculta donde los traficantes se escondían y hacían sus negocios. Desde acá manejaban la producción de la droga que se realizaba en Francia y la enviaban luego a Estados Unidos donde se consumía.
Estos franceses eran integrantes de la llamada "mafia corsa", un grupo de delincuentes de guante blanco que tenían los mismos códigos de honor que sus vecinos de Sicilia y que diversificaron sus delitos entre asaltos, asesinatos y, por supuesto tráfico, de drogas y prostitución.
Además de punto de paso, Argentina era el paraíso de aquellos que querían escapar de la justicia por los crímenes cometidos en el primer mundo. Tras cometer sus delitos, y sumar millones de dólares ilegales, la mafia se disolvió pero dejó una marca imborrable en el país, aunque muy pocos lo recuerden.
El escritor y periodista rosarino Osvaldo Aguirre acaba de editar por Tusquets el libro de crónicas La Conexión Latina. De la mafia corsa a la ruta argentina de la heroína, que intenta reconstruir toda aquella historia.
Así, los franceses arman una telaraña de tráfico de heroína y trata de blancas. En el medio sucede un asalto al Banco Nación que los marcará para siempre, vuelos misteriosos desde Paraguay, la complicidad judicial y policial, y hasta el asesinato de John F. Kennedy que se mete en la trama creando un nuevo mito.
-¿Cómo fue que se enteró de la existencia de la Mafia corsa y por qué le interesó investigarla?
-Me llamó mucho la atención la historia de François Chiappe, detenido por el asalto al Banco Nación y vinculado al trafico de heroína. Fue algo que escuché de casualidad y después descubrí que había otros franceses involucrados. El tema quedó en suspenso hasta que me pidieron desde la editorial un libro de crónicas. Me acordé del caso porque me había quedado con ganas de saber más y era un tema interesante para contar. Me di cuenta que estaba equivocado en muchas cosas.
-¿Cuáles fueron las fuentes principales de la investigación?
-Sobre todo entrevistas con allegados, como la hija de Auguste Ricord, o el abogado de Chiappe. Una pieza clave fue el expediente de Chiappe en la dirección de Migraciones, donde al principio me rechazaron pero con un poco de insistencia logré tener acceso. La justicia al principio siempre dice que no, lo sé por mis investigaciones anteriores. Otras fuentes de investigación importantes fueron los archivos de los diarios, que fueron el origen de muchos relatos. Es gracioso, porque los periodistas le atribuyeron cosas que no hizo. También investigué los hechos que sucedieron en Paraguay y Francia.
-¿Cómo hizo para investigar los hechos que sucedieron en Francia?
-No viajé a Francia pero hablé mucho con corresponsales y con un historiador francés con el que intercambié mucha información. También me mandaron informes que hablan de cómo era la situación en Buenos Aires.
-En cuanto a la cuestión del género, hay un énfasis en aclarar que se trata de una crónica. ¿Por qué no le interesó hacerlo novelado?
-La verdad es que no me preocupé por el género, sólo me importó que la trama sea de interés para los lectores. Me interesó también reflexionar sobre distintas cuestiones como el impacto cultural de las drogas, la situación de la prensa en la época y la reacción que el periodismo tiene frente a ciertas situaciones de la realidad.
Estaba obsesionado en tratar de contar, por eso no atendí al tema del género. Me dejé llevar por el epígrafe de La Razón que dice: “Los protagonistas son piezas de un gran rompecabezas. La figura total no se armará tal vez nunca”.
-¿Y logró armar el rompecabezas o le quedó alguna pieza suelta?
-Creo que armé el rompecabezas desde un punto que no había sido armado. No diría que no me quedó ninguna pieza suelta, porque todavía se puede avanzar más.
-En ningún momento el narrador relata desde el interior de los personajes, siempre parecería que ve los hechos desde afuera ¿es a propósito?
-Puede ser, hay situaciones recreadas, pero yo no pude saber lo que estaban pensado o sentían en determinado momento. No podía meterme en su cabeza, sería aventurado. Traté de comprender las actitudes de los personajes y darles pequeños rasgos que los identifiquen. Por ejemplo, que uno de ellos tuviera una enorme biblioteca en su casa y le gustara tanto leer. Me detuve en las pequeñas cosas que quería cada uno, sus deseos y sus gustos personales, pero mi intención fue acercarme a los personajes a partir de una aproximación realista. Quise zafar de los estereotipos.
-¿En su libro parece haber muy poco de ficción, quería que sea más una crónica realista?
-No hay ningún hecho de ficción, lo que hay son cosas recreadas, alguna situación con un marco distinto como el asalto al Banco Nación que está muy documentado. Es un relato diferente y lo introduje en la historia de otra manera.
-¿Y cuál es la función del relato al asalto al banco en el texto?
-Los personajes no tuvieron que ver con ese asalto, pero quedaron pegados. Está ligado a su historia, que desemboca en una suma de sucesos notables. Quedaron sobreseídos, pero en el imaginario quedaron ligados y tuvo una implicancia en sus propias vidas. Fue un hecho importante que ocasionó un compás de espera en sus habituales operaciones de tráfico de drogas.
-En el libro aparece como una especie de burla a la policía, por su deficiencia para investigar. ¿Esto es algo que aprendió de su trabajo como periodista?
-La policía se maneja igual en todas las historias criminales. Todas las investigaciones que realicé comparten esa visión crítica de la policía. Y mi experiencia de hacer crónica policial tuvo mucho que ver, porque pude conocer de cerca de la policía y eso se plasma en el texto.
-¿Qué quedó en la actualidad de todo lo que se cuenta en el libro?
-De la Mafia corsa no quedó nada. A mediados de los años 70 el grupo francés fue desarticulado. Por supuesto, el tráfico de drogas continúa pero los personajes se renovaron.
-¿Alguien involucrado en la historia se acercó para decirle su opinión?
-Todavía no, pero el libro salió hace muy poco.
-En el libro hay muchas citas de crónicas periodísticas de la época, como para dar la sensación de verosimilitud, ¿su idea fue hacer una especie de gran artículo periodístico?
-Me gustan muchos los diarios viejos, recuperar los lenguajes de la crónica. También me resulta interesante lo que se puede rescatar de la prensa amarilla o sensacionalista. Leí mucho La Razón que es un diario jodidio. Leo muchas crónicas policiales y trato de atender a esos relatos, que muchas veces funcionan como mitos y siempre vuelven. Me interesó mucho también investigar cómo funciona la prensa y cómo se para y reproduce ciertos hechos policiales, como robos o el tráfico de drogas.
-En el capítulo 7 hay una referencia a la crónica como género periodístico y se dice que el rumor y el dossier funcionan como dispositivos de narración, ¿fueron importantes para armar el libro?
-En realidad eso lo puse en referencia a cómo trataba la policía y las crónicas periodísticas estos temas. Armaban prontuarios fantásticos y todo lo que decían sobre los personajes eran hipótesis y conjeturas. La policía hacia circular información en forma potencial y con verbos en condicional y nunca se hacia cargo de nada de lo que decía. Eso me llamó mucho la atención, no había verificación de datos ni cuidado con el manejo y la difusión de la información.
-¿Qué diferencia hay entre una crónica y una investigación periodística?
-Creo que no hay muchas diferencias, es una cuestión de moda o de cánon. Es lo mismo pero cambia el nombre según la época. Ahora se le dice más crónica, porque la investigación no tiene el rango que tenía hace unos años. La diferencia tal vez sea una retórica. La crónica invita a una ruptura, pero yo diría que son relatos.
-¿Usted escribe novelas, poemas, cuentos, crónicas, ¿se siente más cómodo con algún género o siente la necesidad de transitar por todos como escritor?
-Me interesa poder transitar todos. Si me quedo en algún género, me nace la inquietud de ir para otro lado. Creo que el trabajo de escritura atraviesa todos los géneros y se alimentan entre sí.
-En el texto se menciona muchas veces la película Contacto en Francia, ¿tuvo en cuenta el argumento a la hora de escribir el libro?
-Fue una película que tuvo mucha repercusión. Así se denominaba a las redes francesas y de ahí también saqué el término “Latin conection”, conexión latina, que se usaba mucho para referirse a la vinculación con Latinoamérica y con la Argentina.
-Cuando la historia llega a los años 70, el método que utilizaba la policía en el texto recuerda mucho a la metodología de torturas y detenciones que usó la dictadura tiempo después, ¿fue un antecedente?
-Sí, en los 70 adquirió una escala diferente, pero la tortura era corriente en las comisarías y los jueces hacían la vista gorda. El diario Crítica de Natalio Botana las llamaba “hábiles interrogatorios”.
* Redactora de Perfil.com.