“Olavo me dijo con orgullo que a través de sus enseñanzas ha creado una fábrica de genios en línea”. “Mi influencia en la cultura de Brasil es infinitamente mayor que cualquier cosa que esté haciendo el gobierno”, dijo.Y agregó: “Estoy cambiando la historia cultural de Brasil. Los gobiernos se van; la cultura se queda”. Letícia Duarte, a fines de 2019, describe así en The Atlantic su frustrada entrevista a Olavo de Carvalho (Olavo Luiz Pimentel de Carvalho), quien no solo la maltrató en vivo, sino que le prohibió reproducir el supuesto diálogo. La cronista aclara que para él los periodistas son “enemigos del pueblo”.
La novedad es que el pasado lunes falleció Olavo, a los 74 años, presuntamente por covid, en Richmond, Virginia, Estados Unidos, donde residía desde 2015, y que se difundió como la muerte del gurú o mentor ideológico de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, o de la nueva derecha brasileña. En general, lo describen como intelectual, ensayista, periodista, conferencista, crítico literario, astrólogo y filósofo; su campo de trabajo abarcamaterias como filosofía occidental, epistemología, historia, política, religión y, por supuesto, astrología. ¿Se trataba de un hombre sabio? Comencemos por lo que escribió y propagó como enseñanzas, aquello con que creía ser el artífice de un cambio cultural en el Brasil.
Propuso aplicar cierto revisionismo histórico de la Inquisición. No sin antes esgrimir dudosos argumentos cuestionando a Einstein (su Teoría de la Relatividad es un plagio), Newton (responsable de propagar una estupidez formidable), así como Georg Cantor y sus números transfinitos son producto de una confusión entre signos y una lógica defectuosa. Entre las sesenta publicaciones que se le adjudican desde 1980, sirven como ejemplo dos títulos en formato libro: Las visiones de Descartes: entre el genio del mal y el espíritu de la verdad (Ver Editorial) y El imbécil colectivo: actualidad incultural brasileña (Editora Record). En el primero adjudica a Descartes interpretaciones tan delirantes como carentes de sustento, mientras que el segundo es un análisis de la sociedad brasileña con proyección futura. Pero la lista parece interminable, como si un afiebrado escritor de ciencia ficción pensara clásicos de un presente paralelo tan enfermizo como improbable.
El carácter social de Olavo se completa con su militancia anticomunista, educando a esos genios que menciona con lecturas de los textos de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao (para conocer al enemigo), incluyendo a escritores como Solzhenitsyn y Cabrera Infante. Aire intelectual, o pantalla cultural, para disimular que ni concluyó los estudios secundarios; tal vez por ello escribió contra los títulos universitarios y la supuesta autoridad de la educación superior. No obstante, desde una institución que fundó y dirigió en Estados Unidos (Instituto Interamericano de Filosofía), en su CV se presentó como ex profesor de Filosofía de la Universidad Católica de Paraná, claustro que nunca pisó en su vida.
Este perfil falsario y otras perlas biográficas provienen de su hija, Heloisa de Carvalho Martin Arribas, a quien entabló una demanda por calumnias (también lo hizo con la revista Piauí, donde fue tapa besando al presidente). Desde el año 2000 hasta su muerte, este “filósofo” montó un negocio de venta directa de publicaciones y cursos online con miles de seguidores. Esto coincide con sus inicios como columnista en la revista Época. También su hija denunció que pertenecía a una secta esotérica musulmana y vivían en comunidad, y que allí Carvalho ejerció la poligamia (tuvo ocho hijos). ¿Fue un hippie de derecha? Camaleónico, se convirtió al catolicismo con la misma facilidad que adhirió a teorías conspirativas, antivacunas, contra los derechos humanos, la comunidad Lgbtiq+ y cualquier tema para sus diatribas. Sin dudas, un profeta del odio consumado. Sus columnas ideológicasen Diário do Comercio están disponibles on line en: dcomercio.com.br/colunista/olavo-de-carvalho.
Las ciencias sociales deben estudiar este caso de influencia cultural sobre la política: dos ministros de Bolsonaro son discípulos de esta prédica. Podemos mencionar referentes históricos, como Rasputín o, más actual, Eduard Limónov. De lo que no quedan dudas es del carácter de personaje literario que portaba Olavo de Carvalho. ¿Resulta un agregado esotérico a la galería expuesta por Borges en Historia universal de la infamia o corresponde a La sinagoga de los iconoclastas de Wilcock? Y las preguntas finales, ineludibles: ¿cómo este ágrafo impertinente llegó tan lejos? ¿Qué catástrofe cultural ocurrió en Brasil?