Esta columna podría funcionar como otra muestra de la cada vez más estrecha relación que existe entre weblogs y medios impresos y, tal vez, como ejemplo de que los debates culturales pueden iniciarse de manera indistinta, ya desde los suplementos como desde Internet. (De hecho, lueho de publicar dos artículos, de Marcelo Birmajer y Horacio González, en los que se decretaba “la muerte de los blogs” a la semana siguiente la revista Ñ citó como fuente de otras dos notas propias a… un blog).
Días atrás, Mariana Enríquez publicó en Página/12 una reseña sobre la novela Era el cielo de Sergio Bizzio: “Era el cielo es leve, y por eso resulta tan difícil concederle algún interés: pide a gritos la intrascendencia, quizá como un intento pensado de pararse en la vereda de enfrente de la solemnidad. En una entrevista con el diario PERFIL, Bizzio dijo que está en contra de ‘los lectores que buscan historias entretenidas, sólidas, consistentes; la idea de los eficaz es repugnante’. Así piensa el autor su literatura y los resultados son coherentes con la premisa”. La argumentación de Enríquez fue tomada por el periodista Hernán Iglesias Illa -autor de la crónica Golden boys.Vivir en los mercados- en su propio weblog (www.hernanii.typepad.com/blog), con la voluntad de discutir la idea de “berretismo” en la literatura argentina.
Iglesias Illa cita la declaración de Bizzio, pero para escribir sobre Fabián Casas: dice no entender por qué el autor de Los Lemmings y otros insiste en “presentar a su libro de ensayos como algo ‘berreta’ y a medio hacer; enorgulleciéndose de ello”. “Me cuesta entender esta pulsión por la despolijidad y la ineficacia. Para mí, un párrafo mirado mil veces casi siempre es mejor que uno apenas pispeado de reojo (…) Escribir mal a propósito no me parece ni punk ni pop, sino rock cabón: discurso popular, alma conservadora”, termina Iglesias Illa. Aquí habría que aclarar que Bizzio y Casas no necesariamente parecen estar refiriéndose a lo mismo. Y mencionar a un tercer autor, fundamental para el caso, que admite jamás corregir sus textos y que reivindica la informalidad por sobre todas las cosas: César Aira. ¿Cuál es la tensión que resurge cada tanto frente a esa idea de literatura sin mandatos ni pretensiones, que inquieta tanto a Iglesias Illa y a Enríquez?
Una posible respuesta aparece desde otro blog (www.lalectoraprovisoria.wordpress.com), donde uno de los columnistas de este suplemento, Quintín, escribe: “A Enríquez, como a Iglesias, le molesta que su autor renuncie de antemano a esa eficacia, a esa prolijidad, se niegue a cumplir con las normas establecidas para la escritura (…). A mí, la idea de que un escritor tenga o deba tener ‘herramientas técnicas’ y ‘herramientas emocionales’ para ‘profundizar’ me causa un poco de gracia. Los escritores escriben, no arman heladeras cuyo funcionamiento se puede controlar con un manual. Pero Enríquez, como mucha otra gente, cree en la literatura como una variante de la competencia atlética. En todo caso, puede ser una idea para el propio trabajo, pero tiene algo de policial cuando se le exige a los demás”.
Se trata de una cuestión estética que es ética y a la vez política. Mi opinión (como escribí a la vez en mi propio blog, claro) es que escritores como Casas, Bizzio o Aira demuestran tomarse muy en serio la literatura - y eso puede constatarse en algunos de sus libros, del todo menos improvisados- pero no del todo a ellos mismos; y entiendo que aciertan cuando dicen que la eficacia no construye por sí misma buenas ficciones. Lo eficaz puede ser un valor supremo para el periodismo, pero no siempre lo es a la hora de hacer literatura.