Era de esperar que setecientos años después de la muerte del sumo poeta aparecieran en todo el mundo nuevas traducciones acompañadas de estudios críticos. Lo que no era de esperar es que en español se agregara a la ya consabida y extensa lista de traducciones la de Claudia Fernández Speier, tal vez la académica argentina que más conoce los vericuetos de la Divina Comedia. Fernández Speier es Dottoressa in Lettere por la Universidad “La Sapienza” de Roma, Magister por la Universidad de Venecia y Doctora en Letras (UBA). También enseña en el Instituto Italiano de Cultura, donde actualmente se encuentra dictando el curso de Lectura Dantis en italiano, donde frente a un amplio alumnado virtual lleva a cabo un lento y pormenorizado análisis del poema dantesco. En 2019 la editorial Eudeba publicó Las traducciones argentinas de la Divina Comedia, y ahora, editada por Colihue, en la Colección Clásica que dirige Mariano Sverdloff, su traducción de la Comedia, que viene a sumarse a las ya clásicas de Bartolomé Mitre y Ángel Battistessa y a la más reciente de Jorge Aulicino. Asimismo, en el sello argentino Audisea, acaba de aparecer la traducción del Infierno, realizada por el poeta y profesor Alejandro Crotto (ver recuadro).
G.P.: Las traducciones de la Divina Comedia son como los nudos de la corbata, aparece una cada treinta y cinco años. Lo sorprendente de tu caso es que publicás un libro sobre las traducciones de la Comedia e inmediatamente después desactualizás tu propio libro proponiendo tu propia traducción.
C.F.S.: En realidad no intentaba desactualizarlo, y además tampoco fue tan inmediatamente: ese libro, que por los avatares de nuestro país y la industria editorial salió en 2019, en realidad es el producto de lo que había sido mi tesis de doctorado, que terminé en 2014. O sea que el libro en realidad precede bastante a la traducción. Es cierto que durante los ochos años que me tomó investigar las distintas traducciones de la Comedia para lo que luego terminó siendo ese libro (que es una reducción, menos técnica, de lo que fue mi tesis) nunca se me ocurrió que terminaría traduciendola. De todos modos era sabido que en 2021 iban a salir nuevas traducciones de la Comedia... Tengo la ilusión de que el libro sobre las traducciones argentinas de la Comedia siga siendo útil, sobre todo porque tiene un capítulo dedicado a Borges, que es como un libro aparte, y eso hará que siga superando cualquier desactualización futura.
G.P.: ¿Cómo reaccionaste ante la propuesta de traducir la Comedia?
C.F.S.: Tuve varios días de insomnio… Lo conversé con muchas personas a las que quiero y en las que confío. Pero me terminó de convencer una cosa que me dijo mi amigo y colega dantista Mariano Pérez Carrasco, con quien yo en ese momento estaba dictando un curso en la UBA. Le hablé de la propuesta y él me dijo algo que fue realmente lo que me decidió, motivó y le dio sentido a este trabajo. Él me dijo: “Hace falta una edición de estudio de la Comedia”. Nosotros lo vemos en los cursos que damos. Me dijo: “Tenés que traducirla sabiendo que el texto original es perfecto y la traducción va a ser imperfecta”. Eso me pareció contundente. Fue lo que no solo me convenció sino que también me mantuvo con fuerzas durante todas las crisis que enfrenté durante la traducción.
C.R.: ¿Qué aporta de nuevo, de distinto, tu traducción?
C.F.S.: La edición aporta algo que no existía, que no estaba a disposición, al menos en ese momento, del público lector argentino. En un principio, cuando empecé a trabajar, lo que pensé que iba a ser el valor agregado que significaba este proyecto era más el paratexto que el texto mismo de la traducción. Después, cuando empecé a trabajar, me di cuenta de que la condición que yo había adoptado de privilegiar los semántico sin descuidar lo fónico también era una novedad, porque la traducción argentina se había atado siempre a la métrica (en el caso de Battistessa) y a la rima (en el caso de Mitre). Yo elegí adherir al valor semántico de cada verso.
H.Z.: ¿No se te cruzó la idea, teniendo en cuenta que Dante escribió la Comedia en su lengua vernácula, algo tan innovador en el siglo XIV, de encararla acá con el dialecto rioplatense?
C.F.S.: La verdad que no. Es una sensación que si la tuve la descarté antes de considerarla seriamente porque me pareció que de ese modo habría resultado un texto en el que se habría visibilizado demasiado la traducción, en el sentido de que habría llamado más la atención ese texto que Dante mismo. Con mi hijo mayor, que me ayudó en la revisión final, hicimos de algunas partes, bromeando, versiones en lunfardo. De todas maneras creo que la lengua de la traducción que utilicé es muy rioplatense. Tiene no solo direcciones morfológicas, como el uso del “usted”, que es bastante novedosa en la traducción, sino también en la música, y en la utilización de un léxico oralmente no explícitamente porteño, pero sí claramente sudamericano. Me parece que si hubiese considerado seriamente esa posibilidad, los lectores se habrían distraído, prestando menos atención a lo que Dante les está diciendo para evaluar mis decisiones de traductora. Habría llamado demasiado la atención. Yo quería ser transparente, digamos.
H.Z.: Hay una vertiente, digamos, facilitadora de la Comedia y otra que intenta ponerle determinados atributos que la desnaturaliza un poco, adornándola. Entre esos dos extremos, ¿dónde ubicás tu traducción?
C.F.S.: Esas dos cosas yo las suelo separar. Una es la tendencia a que el texto sea de acceso más fácil de lo que sería el texto italiano para un italiano contemporáneo. Esa es una tendencia que tienen efectivamente tanto Mitre como Battistessa y es una de las tendencias de la traducción en general. Y la otra es esa a la que te referiste con “adornar”, y que intenta ennoblecer la lengua de Dante otorgándole una supuesta elegancia que él en teoría no tendría. Cualquier traducción en lengua moderna, de hecho, facilita la lectura de lo que sería leer el italiano antiguo para un italiano. Con mi experiencia, tanto como lectora de Dante como docente, soy de la idea de que una facilidad excesiva puede ser engañosa. Creo que los lectores tienen que percibir en el texto algunas cosas cuya comprensión requiere relectura o estudio, y después, por supuesto, cada uno puede detener esa comprensión donde quiera, pero siempre sabiendo que el nivel de dificultad es también una profundidad de goce. Es una felicidad creciente ir entendiendo cada vez más a Dante. Me parece que es bueno que eso exista como percepción la primera vez que se lo lee. Por eso evité simplificar demasiado. En cuanto a la segunda tendencia... Para mí la lengua de Dante es perfecta, no estoy de acuerdo con lo que dice Mitre, que la lengua de Dante es como un dialecto tosco, burdo, que recién va a alcanzar la perfección con Petrarca. Yo creo todo lo contrario, que la lengua de Dante es perfecta, que Dante hace lo que quiere con el idioma y con la lengua poética, y que Petrarca reduce muchísimo todas esas puertas abiertas por Dante. Lo que pasa es que Dante habla de muchísimas cosas, entonces, siendo su materia tan variada, también su lenguaje, su estilo, su léxico son mucho más variados. Esto no es algo que digo yo, por supuesto, forma parte de la crítica clásica del siglo XX, la oposición entre el plurilingüismo dantesco y el monolingüismo petrarquesco.
G.P.: Recién hablaste de entender cada vez más a Dante y casualmente una de las motivaciones que nos llevó hace años a reunirnos y ponernos a leer la Comedia es que, a diferencia de lo que ocurre con cualquier otro autor de la literatura mundial, a quien si no lo entendés, al volver a leerlo lo entendés más, es que con Dante nos pasa exactamente lo contrario: cada vez que lo leemos entendemos menos. Cuanto más nos internamos, más retrocemos.
C.F.S.: Tiendo a creer, de manera optimista, que uno cada vez que lee entiende más. Lo que me parece es que lo que vos describís de manera simpática habría que reformularlo dicendo que cada vez uno tiene más conciencia de todo lo que no entiende. Pero eso es lo que pasa cuando uno en realidad va entiendo más. Porque habiendo entendido a un nivel profundo un terceto, un verso, habiendo comprendido con humildad cosas que en las lecturas anteriores a uno se le habían pasado, o cosas que había entendido mal, bueno, uno enciende una alarma. Pero a mi modo de ver esa es una toma de conciencia que en realidad implica entender más. Pero por supuesto lo que sí creo que sucede con la Comedia, y que al menos a mí nunca me sucedió con otros libros, es que uno no tiene la pretensión de agotarlo. Uno sabe que no le va a alcanzar la propia vida para entender la Divina Comedia. Entonces es un libro al cual uno se tiene que ir abriendo progresivamente, confiando en que Dante le va a ir diciendo lo que uno necesita entender. Pero claramente es un libro que va mucho más allá de lo que nosotros podemos entender aun dedicándonos toda la vida a leerlo.
H.Z.: T. S. Eliot, que era un devoto de Dante, decía que la poesía de Dante es alegórica y que entonces no hace falta conocer el sentido simbólico, alegórico, porque es poesía, y en todo caso la belleza de esa poesía es la que te lleva a tratar de saber, de entrar en el terreno de lo simbólico…
C.F.S.: Efectivamente. Bueno, esa parece ser la concepción que Dante tiene de Horacio, del poeta latino, que en la que conocemos como Arte Poética intenta situarse en el mundo en un extremo hedonista y en un extremo pedagógico. En realidad es verdad que el fin último de la literatura es enseñar algo. Creo que Dante claramente quería cambiar nuestra alma, no quería ser leído solo por el placer hedonista inmanente en el goce de la palabra. Para él la belleza de la palabra era una fuerza que privilegiaba el acceso a una verdad que quería transmitir a un mundo que había perdido esa verdad. Por supuesto el mundo al que Dante se dirigía es otro, hoy lo vemos de otra manera, pero yo estoy de acuerdo con Eliot. Por otra parte es una idea que retomó Borges según la cual a Dante se lo puede leer ingenuamente, y es bueno leerlo ingenuamente por primera vez, y después, eventualmente profundizar. Sí, yo estoy de acuerdo en que hay una primera lectura que uno puede hacer de este libro como de un libro de aventuras, pero yo por lo menos siempre, desde que leí por primera vez a Dante hace muchísimos años, tuve ganas de conocer todo lo que había en sus versos, aun sabiendo que era imposible comprenderlo todo. Explorar en el sentido de qué otras cosas más había en el significado, además del sentido literal al que uno accede de manera espontánea.
G.P.: Una vez me dijiste que habías barajado la posibilidad de traducirla en prosa y que después habías desechado esa idea. ¿Por qué la barajaste y por qué la desechaste?
C.F.S.: La barajé en un momento en el cual me parecía imposible… A mí siempre me interesó mucho el sentido de lo que dice Dante. Todos los estudios que hice, los artículos que escribí, las tesis que hice sobre Dante fueron por su aspecto semántico. Entonces tenía la impresión de que iba a ser imposible poner en verso ese sentido tan sutil y tan complejo. Después la deseché, por suerte, porque ahora realmente me parece que hay que traducirlo en verso… La deseché casi inmediatamente porque me di cuenta de que lo semántico en Dante es tan rico y tan complejo que todo lo relacionado con la música del verso, con la apertura de las vocales, con el sonido de las palabras en rima, con el ritmo binario o ternario de los acentos en el verso, todo eso contribuye precisamente a enriquecer el sentido. Entonces me pareció que había que probar, por supuesto tomando decisiones difíciles de tomar sobre qué aspecto privilegiar en cada caso.
Las traducciones que conozco que respetan la rima, que por supuesto suenan muy bonitas, porque la rima tiene un encanto importantísimo, se desvían mucho del sentido. Y yo quise hacer un texto que sirviera para el estudio, y no me parece menor el sentido de las estrofas de Dante. Y no pudiendo hacer las dos cosas elegí el sentido. Es una decisión.
C.R.: Parece una decisión acertada...
C.F.S.: Cada traductor hace un proyecto, decide su proyecto editorial, en este caso la Editorial Colihue con su Colección Clásica me propuso hacer un texto de estudio y a mí me pareció que yo podía llegar a hacerlo. Si me hubiera propuesto hacer una traducción poética de autor hubiera dicho que no. Yo no soy poeta, yo soy estudiosa de Dante y lo que puedo aportar es eso. Pero bueno, creo que existen traducciones con rima que funcionan muy bien a nivel acústico… Cuando las leo y cuando enseño con esas traducciones tengo que reponer muchísimas cosas semánticas que se pierden.
*Guillermo Piro, Carlos Riccardo y Horacio Zabaljáuregui integran, junto a Rafael Toriz y Luis del Mármol, el grupo Los Comediantes, dedicado a la lectura y el estudio de la Divina Comedia. Gracias a Marina Díaz Beltran por la desgrabación.
¿Qué hacer?
Alejandro Crotto
El Infierno es uno de los libros más extraordinarios que yo haya leído nunca, pero es un libro al que no es tan fácil entrar. Bueno, al menos a mí me llevó muchos sucesivos acercamientos entrar a la poesía de Dante. Creo que lo que quise hacer al traducir el Infierno es compartir ese recorrido de acceso y maravillado descubrimiento, y para eso mi versión subraya dos de sus aspectos centrales: es un poema y quiere ser la crónica de un viaje real. Para lo primero, inventé en castellano una forma que diera cuenta del ritmo del poema en italiano, o sea del metro y de la rima encadenada que hace que cada terceto vaya engendrando el siguiente (es como si la sucesión narrativa estuviera inscripta en la forma e incluso sucediera desde allí), y por eso era fundamental para mí que la traducción fuera no solo con pulso métrico, sino también con rima. Y para lo segundo, para ese aspecto de crónica de viaje real, intenté subrayar los aspectos inmediatos de modo que básicamente, sin caer en simplificaciones excesivas, se entienda bien lo que se va leyendo. Menos que el Infierno como parte de la historia de la poesía, me interesa el Infierno como poesía viva hoy, y traté de que la traducción actualizara siempre esa poesía viva: que quienes leyeran la traducción sintieran lo que sentía yo al leerlo o escucharlo en italiano, cuando la forma se desvanecía en su cumplimiento y se me iba abriendo, enmarcada en su claro hilo narrativo, la poesía de Dante. Al final de cada canto escribí algunas notas para dar cuenta de algo infinitamente disfrutable: la red de comentarios que desde hace tantos siglos viene acompañando el poema, que es de verdad una obra maestra que nos vuelve a sorprender cada vez que nos acercamos. Otra cosa que me gusta mucho del libro son las ilustraciones de Julián de la Mota, que nos comparten su felicidad de ir encontrando materializaciones concretas de otro de los aspectos más increíbles de la poesía de Dante, que es su asombrosa plasticidad y poder sugestivo en términos visuales. Bueno, algo así es lo que quise hacer.