El mal, como absoluto cultural de todas las épocas, sin mediar civilizaciones, creencias, ritos o imposturas, no deja territorio sin horadar. De ahí que el arte se realiza pese a lo humano, con todo lo humano que lo impulsa. Argumento inquietante, si es que esto nos puede sorprender en la agresión de lo mediático actual: torturas, ejecuciones filmadas y difundidas en tiempo real. De Estado Islámico a los narcos mexicanos, el argumento es la destrucción y el terror. El espanto, entonces, resulta de otra índole, domestica al sujeto en la insensibilidad, lo anula.
Por eso la lectura libre y gratuita de La divina comedia de Dante Alighieri en la red social Twitter es una experiencia estética, bálsamo ante la brutalidad reinante. Estimado lector, alcanza con abrir una cuenta en esta red social desde su e-mail para participar en #Dante2018 (hashtag o palabra clave con la que accederá desde el buscador a los tuits al respecto). Con el teléfono celular o la computadora, todos los días tendrá acceso a cada canto de La Commedia, nombre original del poema, en su versión en la lengua creada por Dante y traducción castellana (http://guarna.in/dante/). Luego, aparecen los aportes y las referencias de usuarios en la red. Si de un laberinto se trata, este es el más amable: a nadie le importa el Minotauro ni dónde está la salida. Todos los aportes hacen a una edición comentada, “iluminada” (a la manera de los manuscritos medievales), lo que lleva a una lectura profunda y al enriquecimiento de esta en el debate colectivo.
El profesor y escritor Pablo Maurette, impulsor de este fenómeno, no imaginó que su propuesta tendría semejante resonancia: “En la última encuesta, 2.500 personas confirmaron que leían. Muchas de ellas aclararon que leían con más gente en sus casas (gente que no votó, que no tiene cuenta en Twitter), y después hay muchos más en Facebook. Al menos participan tres mil personas”. También confirma que ocurre otro fenómeno, el pasaje de lo virtual a lo real: “Ya existen algunos blogs, gente haciendo cosas muy creativas, como ilustraciones, GIFs, incluso grafitis. Y para el fin de cada cántica estamos organizando eventos. Para el final del Infierno (sábado 3 de febrero a las 19) convocamos a un concierto en la Usina del Arte de Buenos Aires, con obras dantescas de Franz Liszt interpretadas por el pianista Leandro Rodríguez Jáuregui, seguido de una lectura del canto final del Infierno por Silvia Magnavacca, profesora de filosofía medieval y eximia dantista. Para el final del Purgatorio estamos organizando algo también. Y para el final final, habrá un evento que durará todo el día; ya pronto tendremos detalles…”.
El ministro de Cultura, Pablo Avelluto, escribió en su cuenta de esa red el 2 de enero: “Me conmuevo, aprendo, pienso y vuelvo a conmoverme con #Dante2018. Twitter encontró su sentido, finalmente”. Podemos imaginar entonces que el escenario de esa jornada final será la sede recuperada de la Biblioteca Nacional de la calle México, dantesco refugio de su más notable director, Jorge Luis Borges.
Pero existen otras razones para participar. En el individualismo señalado al principio de este artículo anida la pérdida de la lectura como hábito, así como la ausencia de lectura comprensiva. El fenómeno de las redes sociales ha creado una burbuja de conectividad que no conduce a saber alguno. El acceso al conocimiento, el disfrute de su adquisición es un bien intangible y valioso. Y en pleno siglo XXI, señalar esto es una alarma sobre la decadencia humana. Así lo entiende el científico argentino G. Guerber (@gguerber): “Quien asistió a algún congreso de Física, Matemática, habrá observado las estupideces que se hacen en nombre de la Gran Ciencia. Dante vería allí a un conglomerado de multipecadores esquivados por el talento. Avaricia, soberbia, gula (cuando la comida es gratis), falsedad, traición… Sombras de vestimentas espantosas que hubieran sido condenadas al movimiento perpetuo de un círculo a otro: un infierno probabilístico, un infierno cuántico. O tal vez mucho peor: un infierno de olvido, de ausencia, sin voces ni visitantes curiosos. Un infierno con una leyenda en la puerta de entrada: Recuerden que la Ciencia es una mentira que funciona. Pero a veces no funciona”.
El canto VII del Infierno comienza con “Pape Satàn, pape Satàn aleppe”, que puede ser árabe mal hablado: “Bab-e Sciaitan, bab-e Sciaitan alebbi”. Es decir, “(Es) la puerta de Satanás, (es) la puerta de Satanás, detente”, y tal vez refiere al artefacto con pantalla que miramos todo el tiempo.