Si uno se ha preguntado alguna vez sobre el origen de la fascinación que ejerció Oriente sobre los intelectuales nazis –una figura que, aunque lo parezca, no es precisamente de un oxímoron–, podrá encontrar claves en el reciente “caso Frauwallner”, expuesto por un libro publicado este año en Argentina por la editorial Las Cuarenta, Ideología o filosofía. El nazismo: Erich Frauwallner y Martin Heidegger, de Fernando Tola y Carmen Dragonetti, dos altas autoridades en budismo e indología.
Tal vez el caso más conocido sea, sin embargo, el de Eugene Herrigel, profesor de filosofía en la Universidad de Erlanger-Nuremberg, quien, luego de haberse iniciado en arquería en Japón entre 1924 y 1929, retornó a su país para escribir artículos que terminarían en el célebre Zen en el arte del tiro con arco. Mientras escribía sobre ese estado espiritual “libre de intención y del yo, en el que nada definido se piensa, proyecta, aspira, desea ni espera, que no apunta a ninguna dirección determinada y no obstante, desde la plenitud de su energía, se sabe capaz de lo posible y lo imposible”, Herrigel se afiliaba al Partido Nacionalsocialista Alemán. Y si bien D.T. Suzuki, un especialista que prologó la edición de aquel libro en inglés en los 50, llegó a preguntarse años más tarde hasta qué punto el autor comprendió o tuvo la experiencia de iluminación del zen, lo cierto es que el texto de Herrigel ha tenido vasta circulación y traducciones a varios idiomas.
Un caso más grave, que parece de película de terror, es el de Heinrich Himmler, gran lector del Bhagavad-Gita y del Rig Veda, entre otros clásicos hinduistas, mientras era ministro del Interior, jefe de Policía y de la Gestapo, y responsable de la muerte de millones de personas. Himmler se entusiasmó tanto con sus lecturas que imaginó que las SS serían como los kshatriyas, la aristocracia guerrera dominante dentro del sistema de castas de la India, e incluso llegó a comparar a Hitler con la deidad Krishna. Por otra parte, allí está el uso de la esvástica, una cruz milenaria de origen sánscrito que ha sido talismán de buena suerte, símbolo de salvación y regeneración, y que los nazis hicieron suya.
¿Qué encontró el nazismo en el antiguo Oriente que pudiera abonar su proyecto de dominación absoluta? Algunas pistas pueden rastrearse en el caso del prominente indólogo, filólogo e historiador Erich Frauwallner. Austríaco, autor de varios libros que continúan siendo traducidos y son referencias ineludibles para académicos de todo el mundo, Frauwallner tuvo una carrera de sorprendente paralelo con Heidegger: ambos ingresaron al partido nazi casi al mismo tiempo (1932-33), y mientras Heidegger era rector de la Universidad de Friburgo, Frauwallner fue profesor de Indología e Iranística en la Universidad de Viena, en una Austria ya anexada por Alemania, reemplazando a su ex maestro, el especialista en estudios indo-iraníes Bernhard Geiger, judío y obligado a exiliarse. Además, trabajó activamente en el Servicio de Informaciones del partido, se apropió de la casa de una familia judía que se había mudado “por razones de viaje” luego del pogrom conocido como “la Noche de los Cristales”, y sirvió en el ejército alemán de 1943 a 1945. Frauwallner fue tan fiel al régimen que no llegó a formular ninguna autocrítica –más bien, trató de ocultar su pasado– durante el proceso de “desnazificación” de Alemania. Y justamente en los años de posguerra se convirtió en autoridad mundial en indología, publicando libros en los que destacó los aportes de los arios que constituyeron la casta de los brahmanes y que se decían de “raza superior”.
Debe recordarse que los arios o arya (término sánscrito que significa “nobles”), nómades indoeuropeos, alrededor del 1500 a.C. invadieron territorios de Asia y Europa, entre otros a los actuales países escandinavos, Alemania, Irán e India, y en este último esclavizaron a los aborígenes y los convirtieron en servidores (shudras), fundando el sistema de castas en el cual los brahmanes –descendientes de arios puros– serían el grupo superior, seguidos de los guerreros, los agricultores y comerciantes, y en el escalón más bajo, los nacidos para servir.
Para Frauwallner, el dominio de la “raza aria”, con su “talento para la ciencia”, “inclinación a la filosofía” y aptitud para la actividad intelectual en general, habría sido crucial en el desarrollo cultural de la antigua India. Su enfoque distinguió la historia de este país en dos períodos: uno de dominio ario, que iría desde el segundo milenio hasta la mitad del primer milenio a.C., en el que se formaron los sistemas filosóficos clásicos, y otro no ario, de decadencia, que empezaría en el siglo V a.C. y duraría hasta la actualidad. Como este enfoque ha tenido y tiene prestigio entre traductores, historiadores y filólogos, las revelaciones ocurridas en Alemania en los últimos años sobre el pasado nazi de Frauwallner han caído como una bomba no sólo entre especialistas sino entre todos los que se preguntan cómo un tipo de pensamiento nacional-socialista puede todavía influir sobre los estudios de historia y filosofía oriental.
Esto último es lo que analizan los autores de Ideología o filosofía. El nazismo… Los veteranos investigadores Fernando Tola, graduado en Literatura en la Universidad San Marcos de Lima, y Carmen Dragonetti, doctora en Filosofía e investigadora superior del Conicet, han traducido desde los años 60 los mayores clásicos budistas e hinduistas del sánscrito y el pali al castellano, y publicado más de cuarenta libros, además de decenas de artículos y ediciones críticas no sólo en nuestra lengua sino también en alemán e inglés. Ahora examinan el alcance de la influencia del nacionalsocialismo en un intelectual de la talla de Frauwallner, comparándolo con el nazismo de Heidegger y destacando cómo una perspectiva ideologizada puede deformar y tergiversar los hechos observados por la investigación científica.
A través de estudios propios y de otros especialistas, Tola y Dragonetti muestran que la división en dos períodos históricos en la India sería una falacia inducida por el enfoque racial de Frauwallner. Y señalan, en los más de veinte sistemas y escuelas filosóficas de la India a lo largo de 3.500 años, una riqueza y variedad de corrientes que abarcan el vedanta, el jainismo, los dualistas y los no dualistas, los ateos y los teístas, los filósofos del lenguaje, los materialistas, escépticos, atomistas, deterministas y un largo etcétera. A lo cual se agrega la complejidad del budismo, fundado por un brahmán –y por lo tanto considerado por Frauwallner como un producto “netamente ario”–, que sin embargo proclamó la supresión del sistema de castas, la igualdad de los seres sin distinción de razas, y tuvo su mayor desarrollo en el período de supuesta “decadencia”.
La influencia de la ideología nazi habría inducido a Frauwallner a ignorar o dejar de lado aquello que no encajaba en su historia de la India. Pero Tola y Dragonetti van más allá. Basándose en los hallazgos de Jakob Stuchlik, investigador de la Academia Austríaca de Ciencias que revisó la correspondencia de Frauwallner, las actas del juicio que a éste se le siguió en 1945 por su vinculación con el nazismo y otros documentos, y que publicó en 2009 el libro Der arische Ansatz (“El enfoque ario”), Tola y Dragonetti comparan las trayectorias de Frauwallner y de Heidegger no sólo en relación con la filosofía de la India sino observando en qué medida una ideología, doctrina o pensamiento no crítico puede influir en científicos, filósofos y otros intelectuales “cuya obra, en forma más o menos grave, más o menos consciente, está afectada por las ideas propias de su ideología –de cualquier naturaleza que sea: política, religiosa, económica, moral, etc.– y no es estrictamente el resultado de su actividad como tales”. Es decir, cómo aquello que se denomina comúnmente “ideología” y que es un conjunto de ideas y creencias propias de una época o sociedad –en términos marxistas, una forma de “falsa conciencia” o velo que oculta intereses sociales– puede influir sobre la observación y hasta el método de un científico, ocasionando distorsiones y versiones sesgadas de los hechos.
La exaltación de la supremacía aria en la filosofía y la cultura de la India habría calzado como anillo al dedo para la ideología nacionalsocialista, que intentaba postularse como ruptura frente a la tradición cristiana y como embrión de una religión sincrética alimentada por creencias paganas y orientales.
El nazismo soñó con su propio Oriente: una sabiduría ancestral que aceptaría la desigualdad como fundamento de ese orden mundial en el cual cada persona debería someterse al escalón social que le corresponde por etnia y lugar de nacimiento. Un sueño delirante que, sin embargo, tuvo y puede seguir teniendo influencia en el campo intelectual ya que, como dicen Tola y Dragonetti, en la historia se han cometido delitos de lesa humanidad pero también delitos de lesa inteligencia.