Los ensayos y las crónicas del escritor español Enrique Vila-Matas (EVM) son deliciosas, un raro arte en el que siempre se encuentra inventiva y lucidez. En su anterior libro editado en Argentina por Editorial Mansalva, Y Pasavento ya no estaba, ya lo había demostrado a través de textos que dialogaban sutilmente entre autores argentinos (Piglia, Cortázar, Arlt) y autores europeos (Sterne, Kafka, Duras), teniendo como nexo a Gombrowicz, por quien tiene especial debilidad, y a Borges. En la advertencia de ese libro confesaba que no entendía de qué trataba un libro hasta muchos años después de haberlo escrito; en un oficio como el de escritor, calificado por muchos como solitario por excelencia, parecía necesitar de los otros para darse cuenta de cosas que él mismo había escrito, como si la epifanía no viniera del texto, sino de la lectura de esos otros.
En Marienbad eléctrico, publicado recientemente por Caja Negra, este aspecto queda en evidencia por completo, porque trata de la colaboración entre la artista francesa Dominique González-Foerster (DGF), a quien conoce en la casa-museo Federico García Lorca en Granada un año antes de la publicación de Y Pasavento ya no estaba: “Los felices equívocos con DGF arrancaron el mismo día de 2007 en que oí hablar por primera vez de ella”. El primer equívoco consistió en que la invitación que le extendió la sobrina de Lorca era que tenía que “montar a medias con DGF una acción artística en la antigua casa de verano de los Lorca”, cuando en verdad sólo se trataba de un texto.
Marienbad eléctrico es la historia de una amistad contada como un diario con diferentes entradas que tienen un orden cronológico aparente y que recuerdan –porque hay muchas cosas en esas entradas– al Diario de Gombrowicz, pero también es la historia de una influencia cruzada, basada en equívocos y encuentros. A diferencia de otros artistas, González-Foerster es una amante de la literatura, y en sus conversaciones con EVM desfilan autores como Ribeyro, Sebald, Rimbaud, Walser, de ahí que en los espacios que crea o interviene la literatura se esté presente a través de lo que se ha calificado como literatura expandida.
Además en los gustos literarios de ambos hay un autor argentino que los cruza: Adolfo Bioy Casares, quien viajó a la ciudad donde vivía DGF en los 90: “Y es muy posible que aquella aparición en Grenoble del autor de La invención de Morel influyera decisivamente en Dominique y en su pasión por la lectura”. A eso hay que agregar que para Vila-Matas el haber visto El año pasado en Marienbad, la película basada en el libro de Bioy, “influyó decisivamente en mi fascinación por el cine incomprensible”, es decir en un tipo de narrativa.
De este gusto e influencia común, Vila-Matas responde desde París a la pregunta de qué hubiera pasado si ambos no se hubieran encontrado con Bioy: “Quizás lo único que aprendemos a medida que escribimos es lo que no queremos hacer. Y quizás también por eso escribir es seleccionar y organizar una serie de pensamientos, experiencias, lecturas. Avanzamos a base de descartes, de todo aquello que dejamos fuera. Si ahora tú me quitas a Bioy y La invención de Morel –no sé por otra parte cómo podrías quitármelo–, me haces una mala jugada”. Y advierte más en serio: “Adolfo Bioy Casares ha debido inventarnos a ella y a mí en alguna parte”.
Es claro que a partir de 2007 el modo de abordar la creación para ambos no fue el mismo, de hecho hay repetidos encuentros en el Café Bonaparte de París, en el que la colaboración en los proyectos de cada uno se ejerce como si uno fuera Holmes (DGF) y el otro Watson (EVM), es decir cada uno por su lado intenta adivinar cómo se ejerce esa influencia o por dónde va a venir. De ahí que cuando le encargaron escribir este libro “no había previsto exponer la alegría imparable de mi intercambio de ideas sin inhibiciones con DGF”. El encargo fue de la editora francesa de Vila-Matas, Dominique Bourgois, quien le dijo que escribiera “sobre esa energía que ella había percibido que se producía en mis encuentros con DGF. ‘El arte es lo que sucede’, me había oído decir, y quería que escribiera sobre esto”.
Dominique González-Foerster es una de las artistas más lúcidas en Conversaciones con artistas contemporáneos, del curador y crítico Hans Ulrich Obrist, que también entrevistó ese 2007 a Vila-Matas en Granada, donde se conocieron. Si bien la entrevista a DGF apareció recopilada este año es bastante anterior, antes del encuentro con EVM, pero desde ahí ya se notaba como una artista abierta a la promiscuidad de la colaboración. Pero el gran interés de este libro de Obrist es que las artes visuales son las que están dando cuenta de los mayores cambios del mundo: internet, las nuevas tecnologías, esta especie de ahistoricidad que vivimos. Vila-Matas recoge esta inquietud y admite que la posibilidad de que esto sea así: “El lugar del arte y de la creación, por ejemplo, es una cuestión central en Kassel no invita a la lógica [su última novela]. Todo el libro se concentra sobre ese diálogo: ‘¿Por qué sólo el arte?’ pregunta alguien. Y no tarda en llegar la respuesta: ‘Porque el arte intensifica el sentimiento de estar vivo’.