Hay una escena interesante en Perdidos en la noche, de John Schlesinger, una película de 1969. Allí Joe Buck (Jon Voight), un cowboy de encanto ingenuo, convencido de que es la salvación de muchas mujeres solitarias y faltas de amor, conoce a Rasto Rizzo (Dustin Hoffman), un timador y ladrón de poca monta, un tullido con grandes ambiciones. Los dos personajes viven una estrecha relación en una Nueva York asfixiante.
En un momento, a poco de comenzada la película, pasa algo inquietante. Rasto Rizzo, vestido con un ambo blanco, camina junto a Joe Buck por la calle, parloteando. La toma está hecha a distancia, con un teleobjetivo, lo que crea la ilusión de que los personajes caminan en el mismo sitio. Peatones tomados inadvertidamente se cruzan delante de la cámara. Al llegar a la esquina, al cruzar la calle, sucede algo que no estaba previsto en el guión: un taxi está a punto de atropellar a Dustin Hoffman. Y Hoffman, fiel discípulo de la escuela del Actors Studio, encara al taxista y le grita: “I’m walking here!” (¡Estoy cruzando yo!), un modo significativo, o mejor dicho ejemplar, con que el personaje reclama existencia.
María Kodama es como Rasto Rizzo. De tanto en tanto es ignorada, pero ella se las ingenia para reclamar su existencia. Se entiende, a nadie le gusta ser ignorado. Eso es algo que con relación a Kodama en la Argentina sabemos muy bien desde hace tiempo. Más precisamente desde la muerte de Borges, en 1986. Pero al parecer en España acaban de enterarse.
Lo cierto es que, tal como lo explicitó Annick Louis en su Borges, obra y maniobra, la muerte de Borges posibilitó prácticamente la duplicación de los textos borgeanos. Me refiero a que en vida de Borges éste había prohibido que, por ejemplo, Inquisiciones integrara sus obras completas o fuera reeditado.
Fue Kodama quien decidió compilar y publicar una gran batería de textos (publicados en la Revista Multicolor, o en El Hogar, por ejemplo) que Borges jamás hubiera permitido que salieran a la luz. O que incluso, si hubiera sido por él, habría llegado a tomarse el trabajo de quemar.
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