El la persigue por todos lados con su cámara y no para de fotografiarla, además de mirarla embelesado. Ella no le suelta la mano mientras pregunta si se puede saludar con un beso por el avance de la gripe A (N1H1) y él, consciente, tose poniéndose el codo en la boca como indican las autoridades sanitarias. Ella se reencuentra con amigos y familiares y repite: “¿Te presenté a mi novio Matt?”. La estrella de la noche es Agustina Picasso, una de los tres integrantes del grupo artístico Mondongo que expone sus obras en la galería Ruth Benzacar, y su “novio Matt” es nada más y nada menos que el creador de Los Simpson, Matt Groening.
En su cuarta visita a Buenos Aires, la pareja que ya lleva dos años de noviazgo, se dice “muy enamorada”. A los 32 años –él tiene 55–, la artista aclara que siempre lo “escondió” para que no los molestaran, pero esta vez admite que era un evento tan importante como la vuelta de Mondongo al circuito argentino que no podía llegar sin su amor. Y caminan secundados por Camila, su hija de 14 años, fruto de su matrimonio con Eduardo Costantini hijo.
—¿Cómo es volver a exponer en Buenos Aires?
—Estaba muy excitada con exponer acá desde hacía un montón de años. Hacerlo acá es otra excitación, ves las caras de siempre pero también quedás más al desnudo porque es gente que te conoce y te vio crecer. La crítica es mucho más dura, acá te dan con un caño; afuera son como más condescendientes y como llegan pocos argentinos hay mucho interés por ver qué se hace acá... La visión de la Argentina afuera es muy pobre, piensan que somos indios, de verdad. Pero exponiendo acá uno se queda muy al desnudo.
—¿Eso es mejor o peor para vos?
—Es muy importante. Para nosotros, mostrar nuestro trabajo acá es lo más lindo y lo agradezco. A su vez, están los factores económicos y el mercado del arte que te obliga, a nivel global, a que para sobrevivir tenés que estar inmerso de alguna manera en el exterior.
—Exponer en el exterior te da de comer y Buenos Aires es para el alma.
—Claro, esto es lo emocional, es otra cosa.
—¿De chica pensabas que ibas a poder vivir del arte?
—No, jamás. Era un deseo muy grande, pero no. Al principio todos laburábamos de otra cosa. Yo trabajé dos años en el MALBA (N.de la R. Su ex suegro es el dueño). Después fuimos dejando esas otras cosas para dedicarnos full time.
—¿Daba miedo dejar el trabajo estable?
—Sí, daba mucho miedo.
—¿Qué opinaban en tu casa del arte poco convencional que hacés?
—Mirá, mi papá me abandonó y mi mamá está re loca (risas). Y si uno ve esta muestra, si lee desde otros lugares, tiene que ver con salir del infierno materno y paterno.
—¿Cómo trabajás eso con tu maternidad?
—Yo fui mamá a los 17 años, así que fue todo un trabajo. Trabajo muchísimo desde lo psicológico y desde el arte para tratar de ser lo mejor que pueda de mí. Mi hija tiene casi 15 años.
—A ella se la ve muy cómoda en esta situación, llevándote, siguiéndote, saludando a todo el mundo.
—Ella está muy bien plantada, va, viene, no tambalea. Es como muy madre mía y está perfecto. Tengo una relación divina. Creo que debo haber tenido buen karma o una buena alineación astrológica porque nunca me trajo un problema y no tuve que lidiar con una chica como era yo a su edad.
—¿Cómo hacen con esto de vivir un poco acá y otro poco en Los Angeles?
—Ella va y viene, también. Ahora cuando termine el colegio a lo mejor quiere estudiar afuera y seguramente me pueda asentar más allá, pero ella se acomoda a que yo tengo una relación afuera y la lleva así desde hace dos años. Tiene a su papá acá y a sus amigas. Pero también cuando crecés como que te gusta más estar afuera.
—¿Qué compartís con Matt respecto al arte?
—Todo, es espectacular.
—¿Eras fanática de “Los Simpson”?
—Era fanática de él. En realidad soy muy fanática de Walt Disney y cuando había una muestra en Los Angeles siempre iba. Así nos conocimos, y empecé haciéndome amiga: primero hubo una muy buena relación y después empezamos a salir. Yo tengo mucha admiración hacia él.
—¿Te llama la atención que a la gente le importe tanto con quién salís?
—Nosotros vinimos a Buenos Aires mil veces y lo escondí siempre a Matt, pero esta vez no me quedaba otra. Era obvio que alguien lo iba a sacar, pero quería que me acompañara en este evento. Cuando se enteraron que estábamos saliendo, me llamó todo el mundo y a todos les dije que no; era bastante incómodo.