“Tenía la costumbre de abandonar el lecho, y deambular desnudo hasta el amanecer para entretener el insomnio...” (Gabriel García Márquez, El general en su laberinto)
Ni general ni insomne crónico protagonizan esta historia. Apenas un editor que perdió el sueño por un número, un número equivocado que durante décadas recaló en biografías, reseñas, perfiles, referencias, bancos de datos, notas periodísticas, programas de la tele, contratapas y solapas de libros, enciclopedias convencionales y virtuales. Y en la memoria. Ese 8 maldito que no dejó dormir al editor una noche, dos noches, tres, que lo hizo sudar feo y levantarse y sufrir, sufrir, sufrir como sufre habitualmente cualquier maníaco obsesivo que se precie de perfeccionista y ferozmente autocrítico. Un 8, pero no cualquiera: el 8 de 1928, año del nacimiento reconocido durante casi ocho décadas como el del nacimiento de Gabo.
La angustia del editor tiene una historia que vale la pena contar. La semana anterior, el editor de marras se topó con un conjunto de notas anunciadas por una agencia en relación con los 80 años de Gabriel García Márquez, por cumplirse el 6 de marzo. Buen tema para la apertura de la sección Protagonistas en este diario, a doble página y con amplio despliegue fotográfico.
Un trámite normal, hasta que apareció la duda, esa viborita que muerde al periodista –casi siempre con final afortunado– cada dos por tres: ¿nació en 1927, como afirmaba la agencia, o en 1928 como rondaba la memoria? ¿Y si se trataba de un error generalizado, como aquél que llevó a muchos a reproducir un pésimo texto hiperdifundido por internet atribuyéndolo falsamente al Nobel colombiano? El paso siguiente, pensó el editor, sería chequear el dato con fuentes inobjetables. Y ahí se completó el camino hacia el calvario: dos notas de Clarín y La Nación publicadas en 2003 saludaban a Gabo en su cumpleaños 75; otra de Jesús Quintero (El Mundo de Madrid, 1998), festejaba los 70; las solapas o contratapas de casi todas las ediciones de sus libros publicados por Editorial Sudamericana insistían sin cambiar: 1928, año que replicaban, de manera unánime, diccionarios recientes y antiguos y hasta la intachable, desbordante de prestigio, cuasi infalible Enciclopedia Británica. Por el lado de las fuentes confiables de internet, el editor descubrió que no menos del 9 de cada 10 afirmaban que García Márquez cumpliría sus 80 en 2008 y no el martes pasado: sololiteratura.com, mundolatino.org, booksfactory.com, cervantes.es, lablaa.org, Encarta, Wikipedia y cien más.
El editor dudón, crítico siempre de internet como fuente genérica, creyó en la potencia de los más prestigiosos, creyó en el sentido común y en los generadores de información habitualmente confiables. Y tomó una decisión: dar por cierto lo que proponían éstos en la certeza de que el error, en realidad, estaba en el 7 y no en el 8. Una apuesta cuasi quinielera, se dirá. Y sí, aunque basada en información. Equivocada, se dirá. Y sí, pero asumida a ciencia y conciencia.
La nota se completó el sábado 3 y el editor se fue tranquilo. El domingo 4, los otros diarios y las radios, complotados a favor del ’28, las agencias anunciando los fastos del martes 6 y algunos ¿amigos? tempraneros aterrorizando el teléfono sellaron las horas (los días) siguientes del editor con esa sensacion de haber metido irremediablemente la pata. Hasta Gabo –¡felices 80!– reiría, irónico.
Si no hubiese estado al borde de las vacaciones, yo, ese editor, hubiera pensado en el suicidio. Si el lector me concede perdón y comprensión, podré volver a dormir.