La tradición argentina en historieta es amplia. Títulos como El eternauta, de Héctor Germán Oesterheld, o El Loco Chávez de Carlos Trillo/Horacio Altuna forjaron una “edad de oro”. Entre 1940 y 1960 existieron setenta publicaciones dedicadas a la historieta que editaban más de 1,3 millones de ejemplares por semana, según el libro Las industrias culturales en la Argentina, de Octavio Gettino. Patoruzito (300 mil ejemplares), Intervalo (280 mil) y Rico Tipo (260 mil) dominaban el mercado. Las historietas eran un producto masivo que atraía a niños y adultos. La crisis de los años 90 modificó el panorama y la industria editorial decayó: en 1991 se produjeron 270 mil historietas mensuales.
Hoy en día, editoriales independientes, como Maten al Mensajero, Hotel de las Ideas, Historieteca o Loco Rabia, intentan revitalizar el género y apuestan a los libros, mientras la revista Fierro perdura, con vaivenes. En ese contexto, muchos artistas gráficos recurren a las redes sociales (sobre todo Facebook e Instagram) para difundir su obra y generan un nuevo lenguaje. El humor gráfico, inmerso en la lógica digital, se reinventa mediante chistes basados en temáticas cotidianas o, incluso, temas políticos.
Alexis Moyano. Sube animaciones e ilustraciones a sus cuentas de YouTube e Instagram, y al canal MuyLiebre. Sostiene que “una gran ventaja es poder llegar a tu público sin depender de un medio. Antes tenías que pasar un filtro gigante para publicar. Ahora cualquier persona, sepa o no dibujar, puede publicar y tener repercusión. Además el público, por los memes y la exacerbación visual que trajo internet, está mas acostumbrado al humor gráfico”. En este panorama advierte un gran peligro: “La cultura del timeline que aparece, se consume y pasa a la larga nos hace más ansiosos y caníbales de un contenido que tiende a ser descartable”.
Jazmín Varela. Es rosarina, nacida en 1988. Además de publicar en redes, editó una novela gráfica notable (Guerra de soda, de Maten al Mensajero). Ella señala como ventajas “la visibilidad y las oportunidades. Subir contenido y mostrar lo que se va haciendo es clave para subsistir. También te permite generar intercambios y proyectos colectivos. Pienso que alguien que nunca consumió historieta a través de las redes puede darle una oportunidad, porque es como una muestra gratis. Creo que la lógica común es que son publicaciones autoconclusivas. Me parece que no funcionan las historietas extensas o por partes. Es todo inmediato y no hay mucha paciencia para seguir un hilo narrativo”.
Paula Sosa Holt. Se trata de la creadora de Pip y Pep, una tira que pasó de Instagram al formato libro (Maten al Mensajero, 2017). Ella señala como ventajas “el alcance, la llegada a otros países y la posibilidad de conocer el trabajo de otros autorxs que pueden nutrir el propio”. También destaca el auge de ilustradoras mujeres: “Está bueno que la historieta deje de ser un terreno tan masculino y que se derribe la concepción de que las historietas hechas por mujeres tienen que ser necesariamente para mujeres”. Además, sostiene que “cada une tiene su mundo, sus temas recurrentes y su manera de contar las cosas, y eso hace que sea muy diverso, más allá de la plataforma en la que se muestre”.
La Cope (Lía Copello). Alcanzó la fama en internet con sus tiras, que reflexionan sobre la juventud y el universo femenino. Tiene más de 110 mil seguidores en Instagram y sostiene, al igual que Moyano, que “las redes son un medio al que todos podemos acceder y mostrar nuestro trabajo sin depender de nadie”. Además, advierte: “Lo difícil es monetizarlo, pero también es una herramienta de autogestión: podemos ofrecer nuestros libros, productos o talleres”. Pese a esto, tampoco se encandila con estas nuevas plataformas: “Los formatos siempre van cambiando y está bueno saber adaptarte. En las redes está lleno de artistas que entendieron que este es un nuevo medio de publicación tan válido como otros y que mañana puede ser otra cosa”.
Juan Paz (Disculpen la Molestia). Realiza viñetas políticas muy críticas del abuso de poder y la injusticia social. Tiene más de 200 mil likes en su Facebook, y afirma que las redes “te permiten llegar a gente en lugares que no te imaginás. Algo que en los 90 solo hubieras conseguido con una editora y una distribuidora. Entre tanto scrolleo, una imagen que sintetice un hecho coyuntural y que encima haga reír puede quedar más grabada en un receptor que un título de noticia leído al pasar”.
Juan Pez. Es historietista y utiliza su Instagram para compartir sus creaciones. Afirma que “las plataformas digitales ayudaron a que tuviera más exposición. Gracias a eso me han invitado a exponer en otros países y sumé nuevos trabajos”. Reflexiona sobre el estilo de la ilustración 2.0: “La mayoría se basa en lo autobiográfico. También están los que tocan temas de la cultura popular, como series, música o películas. Creo que la búsqueda está en que la gente se vea identificada y sucede, por eso funciona”. También describe posibles apropiaciones de estos nuevos formatos: “Algunos usan la funcionalidad de sliders de Instagram para poner varias imágenes en la misma publicación e imitar el efecto de ‘pasar páginas’”.
ChinaOcho. Tiene más de 20 mil seguidores en Instagram y sus viñetas reflexionan sobre la aceptación del propio cuerpo o la desigualdad de género. Opina que “a mí no me conocería nadie si no fuera por las redes sociales. Soy arquitecta, y mi contexto social era otro. Con el tiempo, más gente empezó a conocer lo que hacía y llegué a otras pibas que hacían lo mismo. Luego empecé a recopilar material en fanzines y a participar de ferias, como Dibujados o Vamos las Pibas”. En pocas palabras, sintetiza el espíritu de este nuevo humor gráfico para ser leído desde la pantalla de un smartphone: “Resumir una idea en uno o dos cuadros, cortito y al pie, para no perder la atención del lector que viene scrolleando aburrido en el bondi cuando va a trabajar”.