CULTURA
la gran estafa

El misterio del ‘Salvator Mundi’ de Leonardo Da Vinci

Una trama oscura rodea desde su aparición pública, en 2011, al cuadro que dudosamente se adjudica al maestro italiano. He aquí la historia del cuadro más caro de la historia que pone en juego el prestigio de mucha gente.

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Salvator mundi & co. A izquierda, el afiche del film The Savior for Sale, de Antoine Vitkine (medio). A derecha, autorretrato de Leonardo da Vinci (der.). | cedoc

El martes pasado se estrenó en la televisión francesa un documental sobre la obra de arte más cara de la historia: The Savior for Sale (El Salvador en venta), dirigida por Antoine Vitkine. Allí se expone una parte de la trama posterior a esa venta, que involucra al Museo del Louvre, expertos en arte, un príncipe saudí y al presidente de Francia, Emmanuel Macron. La conclusión: el Salvator Mundi no es obra de Leonardo da Vinci y está oculto en algún lugar.

La historia en torno al cuadro luce inverosímil, va desde la pared de un industrial americano, ignorante de su valor, a una exposición en la National Gallery de Londres (2011), que genera la primera venta millonaria. Allí contó con el aval del experto Martin Kemp que en el documental expresa: “Siempre puedes equivocarte. Si me equivoqué, nadie murió, nada más que alguien perdió mucho dinero...”.

En noviembre de 2017 en ¿Qué hay detrás del último Da Vinci, el cuadro más caro de la historia? (disponible en perfil.com), nos ocupamos del magnate ruso de los fertilizantes, amigo de Vladimir Putin, Dimitry Rybolovlev, y un falso experto en arte, el suizo Yves Bouvier. Entre ambos existe una puja judicial por el valor de las obras que este compró en su nombre, entre ellas Salvator Mundi: en esa venta de 2011, el suizo pagó US$ 77 millones en remate privado de Sotheby’s, y la vendió al ruso por US$ 127,5 millones. 

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En 2016, el mismo Rybolovlev llevó a Christie’s la obra para que se rematara, lo que ocurrió con aumentos en el valor de a 20 millones por parte de oferentes “secretos”, hasta llegar a los US$ 450 millones. La promoción del remate incluyó un video donde, entre otros, Leonardo Di Caprio observaba emocionado al Salvator. En el documental también se afirma que el verdadero comprador es Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz Al Saud (abreviado MBS), heredero del trono de Arabia Saudita, quien ascendió al poder desplazando al menos a 11 candidatos, encarcelando empresarios y erigiéndose en símbolo de una reforma, cuasi occidentalización, al menos para el público internacional. Al futuro rey se le adjudica el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, columnista de The Washington Post, en la embajada saudí en Estambul. Eso incluyó el desmembramiento del cuerpo, para que no queden dudas de lo que es capaz su alteza. Para MBS, “el Estado es del soberano”, en línea con Leopoldo II de Bélgica, de cuyas secuelas africanas consigna Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. En paralelo, lleva a cabo una guerra de baja intensidad en Yemen, al sur del reino, a cuyos rebeldes adjudica fidelidad con sus enemigos, los iraníes. 

El documental también expone que los especialistas del Museo del Louvre, en completo secreto, verificaron la falta de originalidad del Salvator Mundi. El trabajo lo solicitó el gobierno Francés por pedido del príncipe. El proceso tenía por objeto que la obra participara, al año siguiente, en la exposición sobre Leonardo en el museo parisino. Su alteza pretendía que el Salvator Mundi luciera al lado de la Mona Lisa, sin más. Presiones diplomáticas mediante, Macron tomó la decisión de no acceder a tal blanqueo de lo falso: el prestigio del Louvre, el de París, el de toda Francia estaba en juego. Ofendido, MBS se llevó el cuadro que no apareció expuesto.

Pero aquí asoman los intereses franceses en la explotación turística de la zona arqueológica de Al-Hijr, cercana al pueblo de Al-Ula, al norte de Medina, ubicado en la antigua ruta del incienso. Las ruinas constan de viviendas talladas en las montañas, conducta de sus habitantes que deparó una maldición plasmada en el Corán: rayos y terremotos serán el castigo de Dios. Al respecto, los acuerdos entre Macron y su alteza se estiman entre U$S 15.000 y 20.000 millones, sin contar los “secretos”, donde las armas hacen lo suyo. Esto no es ajeno a Putin, quien también estableció una relación de asistencia con el noble heredero que incluye los misiles S-400. De hecho, en el G-20 de 2018, ambos estadistas se saludaron efusivos, con aire cómplice.

Recreando el desafío a espaldas del Corán, ¿acaso  MBS compró a Rybolovlev el falso cuadro de manera secreta y éste lo llevó a Christie’s como mero “vendedor fantasma”? ¿Será que los 450 millones por el Salvator Mundi los pagó a sí mismo? El príncipe logró trascendencia internacional como benefactor y mecenas, al menos por un tiempo, pero con una paradoja: si las montañas de Al-Hijr eran la verdad divina y, al habitarlas, el hombre las profanó con su mentirosa entidad, ¿el príncipe está libre de la maldición? 

Debería considerar, está escrito, que Alá es el más sabio (Al-Hakím).