De modo cada vez más notorio, la filosofía de la técnica (o de la tecnología) viene conformándose como la tendencia más sólida y firme del pensamiento contemporáneo. Hay cierto consenso en situar su génesis en la segunda mitad del siglo XIX, con un intenso floruit en Alemania durante el período de entreguerras y cierto renacimiento en los años 50, con La pregunta por la técnica (1953), de Martin Heidegger, y Del modo de existencia de los objetos técnicos (1958), de Gilbert Simondon, como hitos. En cualquier caso, estos textos y algunos otros (por ejemplo, Técnica y civilización, de Lewis Mumford, publicado por primera vez en 1934, o La technique ou l’enjeu du siècle, de Jacques Ellul, de 1954) son hoy clásicos de la filosofía de la técnica.
Al menos en las últimas dos décadas, la disciplina ha crecido a ritmo acelerado en autores, obras, corrientes, problemas, enfoques, coloquios, redes e instituciones internacionales. Se quiera o no, es el vástago inesperado y perturbador de la civilización tecnológica en curso, su doble no siempre especular ni correcto, incluso a veces insumiso.
Diego Parente, Agustín Berti y Claudio Celis son los coordinadores (también responsables de algunas entradas) de este extraordinario Glosario de filosofía de la técnica publicado por Ediciones La Cebra, un libraco impresionante y apenas portátil de 546 páginas, 124 palabras claves y 83 autores expertos en el tema (docentes, investigadores, becarios) de Argentina, Australia, Brasil, Chile, Colombia, España, Italia, México, Países Bajos y Reino Unido.
En pocas palabras, un auténtico órganon –es decir, “un instrumento para obtener conocimientos”– de la filosofía de la técnica y, más todavía, una especie de nomenclador filosófico sobre tecnologías y aparatos, conceptos y objetos técnicos (mecánicos, digitales, bioartefactos), tecnociencia y tecnopoéticas, fenomenología y posfenomenología de los sistemas tecnológicos, sociología y antropología de la técnica, modelos matemático-técnicos, filosofías feministas de la técnica, cyborgs y biomimesis, distopías tecnológicas y constructos ontotecnológicos, drones y affordances.
No se trata, sin embargo, de mera información en conformidad con la llamada “sociedad de la información”. En general, las entradas del glosario (firmadas por cada uno de los autores) no solo introducen una reflexión crítica sobre su tópico, curvando las perspectivas, sino muchas de ellas se constituyen como ensayos o pequeñas monografías que abren fisuras eclécticas o amplían el horizonte de la noción o concepto abordado.
Además, a cada entrada le concierne una bibliografía consultada que permite orientarse en la constelación teórica o histórico-teórica que ha servido de fuente o de anclaje para el establecimiento de las definiciones y las interpretaciones.
Por lo que resulta, al fin y al cabo, sumamente revelador de las principales influencias (Flusser, Simondon, Stigler, Leroi-Gourhan) que operan sobre el glosario y, junto con las palabras claves seleccionadas, del “mapa” –tal como los coordinadores presentan la obra– que traza sobre ese territorio heteróclito de la filosofía de la técnica. La visión, en ese sentido, es latinoamericana e hispanoparlante, lo que no excluye que los ecos de otros ámbitos y léxicos resuenen con fuerza. De hecho, según el prólogo, el libro transmite los intereses del Coloquio Internacional de Filosofía de la Técnica, que se desarrolla desde 2009, y de encuentros académicos afines celebrados en la región.
En gran medida, debido a esta filiación geográfica y cultural, el glosario expresa el pensamiento latinoamericano respecto de los fenómenos y problemáticas de la civilización tecnológica y, a la vez, de la filosofía de la técnica con ella relacionada, implicada o en torsión.
Pese a todo, y a la inspiración crítica del equipo de redacción, no surge de esta “mirada situada” algo así como una doctrina o una teoría latinoamericana o hispanoamericana de la tecnología (la diversidad lo impide) y, por otra parte, tampoco es el propósito explícito del glosario. Más bien, y por eso falta la entrada correspondiente a “filosofía de la técnica”, se pretende alcanzar una dimensión multidisciplinar que explique emergencias “epitecnológicas”, se diría (como los objetos digitales, las imágenes técnicas, las nanomáquinas o el machine learning), que no conocieron los viejos pensadores de la técnica.
Esto hace que el volumen refleje, si bien parcialmente, el estado actual del debate en torno a las concepciones y prácticas tecnológicas posteriores a la era mecánica.
En última instancia, este órganon de la filosofía de la técnica, con sus entretejidos y ramificaciones epistémicas, da una idea (o varias, en realidad) de la complejidad extrema que ha alcanzado el mundo tecnológico, o ya supertecnológico, en el que habitamos.
Como lo señalan muchas de las entradas, si no la mayoría, lo que está en juego en este proceso envolvente es el sentido mismo de la técnica y de sus efectos sobre lo humano y lo no humano.
*Filósofo, escritor, docente.