“Lanzarse al mar” fue una de las frases que acuñó Deng Xiaoping a fines de los años 70 para alentar la apertura de China al capitalismo. La consigna no sólo alcanzó a la economía sino también a la cultura, y en particular a la literatura, según demuestra Después de Mao, una antología de narrativa china actual que registra el impacto en la vida cotidiana de los cambios que llevaron al ex gigante comunista a convertirse en la primera potencia del mundo.
Con selección, traducción y notas de Miguel Angel Petrecca, Después de Mao presenta diez relatos de autores nacidos entre 1960 y 1980 y prácticamente desconocidos en lengua española. La ruptura con la tradición, el realismo como estética predominante y el tema de la experiencia individual en tensión con las transformaciones sociales surgen como rasgos comunes entre los autores, que se inscriben en un contexto en el que cambia el estatus de la literatura y del escritor con la creación de un mercado literario. Petrecca (Buenos Aires, 1979) vivió en China entre 2008 y 2009, y en 2011 publicó otra antología, Un país mental. Cien poetas chinos contemporáneos.
La mujer de Zheng el mayor, de la escritora Wei Wei, observa los cambios que atraviesan al país desde la perspectiva de los habitantes de una pequeña ciudad de provincia. El relato explora la delgada línea entre las viejas y nuevas costumbres, a partir de un tipo particular de prostitución, el de las mujeres que a cambio de una retribución se convierten en parejas estables de hombres alejados de sus hogares por razones de trabajo.
El orden y la tranquilidad del pasado se vuelven ilusorios en la percepción de estos narradores, y el amor y el matrimonio son para las nuevas prostitutas y también para muchas mujeres comunes sólo un medio de mejorar su condición económica. La muerte de Xie Bomao, de Lu Min, otra escritora, sintetiza de manera magistral la transición del comunismo al capitalismo en la historia de un empleado del correo, trabajador modelo que antes de jubilarse intenta ubicar al destinatario de una serie de misteriosas cartas, y de un empresario que se inventa una especie de amigo invisible en una época en que los negocios dominan las relaciones humanas.
Campesinos pobres en busca de una oportunidad, mujeres que venden películas pornográficas en la calle a sórdidos empleados y vecinos alienados por la falta de intimidad y el hacinamiento aparecen como protagonistas de otros relatos. Son los perdedores del nuevo orden, que ven a las grandes ciudades como lugares atractivos y a la vez amenazantes, y que recalan en los suburbios, donde viven “las personas más pobres pero con mayores esperanzas de enriquecerse”.
Las referencias históricas y culturales siguen presentes, aunque como objeto de parodia, por ejemplo en Dos vidas, donde el periodista y escritor Ah Yi retoma el género del cuento maravilloso a través de un mendigo que se convierte en empresario y contrata a ocho prostitutas de distintas nacionalidades para vengar simbólicamente la ocupación extranjera durante la Rebelión de los Bóxers. Los estudiantes de una escuela técnica, en El ladrón de libros, directamente no leen y lo único que les interesa de la librería instalada en la vecindad es la mujer que la atiende. Los textos de los grandes filósofos han sido reemplazados por novelas de artes marciales y libros de autoayuda con lecciones de estrategia “para mantenerse en sociedad” y “los secretos en el camino del éxito”. El destino de la tradición se corporiza en la figura de un poeta y ex activista que enloqueció después del atentado a las Torres Gemelas y se convirtió en un marginal.
El imaginario del socialismo se encuentra también ausente. Las únicas frases de Mao citadas aparecen inscriptas en un puente de cemento, pero el narrador no puede recordarlas, como símbolo de una ideología que parece definitivamente
borrada.