Viena.- Ninguna escritora logró como ella entusiasmar y molestar tanto a sus compatriotas y perturbar y dividir tanto a los lectores y el público de teatro: Elfriede Jelinek sacó a la luz el pasado austríaco y el manejo hipócrita que de él se hizo y fue atacada públicamente por eso.
Desenmascaró mecanismos ocultos de la sociedad y fue calificada por eso de " neurótica". Recibió la mayor distinción literaria internacional y generó reacciones irritadas de parte de la Austria oficial.
Este viernes 20 de octubre la provocadora escritora cumple 60 años. Cuando en octubre de 2004 el comité en Estocolmo dio a conocer que Elfriede Jelinek había ganado el Premio Nobel de Literatura, en su país sólo se respiraba irritación. Mientras la Austria cultural se alegraba por el reconocimiento a la voz de denuncia moral y potencia verbal de la autora, el secretario de Estado de las Artes, Franz Morak, se limitó a decir que se trataba de un "reconocimiento a Austria como centro creativo".
No hubo forma de que alguien expresara verdadera alegría por el alto honor con que había sido distinguida la artista más controvertida del país. Después de todo, Jelinek se había perfilado como la opositora más famosa de aquel gobierno de coalición al que pertenecía Morak.
Con textos teatrales y presentaciones personales apoyó las protestas de meses contra la participación en el gobierno del Partido de la Libertad, tramada por Joerg Haider y Wolfgang Schuessel. En su insistente oposición a Haider y a la posición de la derecha nacional de olvidar el pasado se consideraba una "frustrada".
Pero no fue ese el motivo por el que en los últimos años se fue retirando de la luz pública. Fueron su tímidez y su vulnerabilidad psíquica las que la llevaron a ello: "No soporto que me miren", describió ella misma ese estado.
Jelinek nunca ocultó su enfermedad y de hecho fue por eso que no acudió a recibir el premio a Estocolmo. Una confesión que volvió a irritar, porque internacionalmente "la Jelinek" era considerada una escritora fuerte y agresiva y era vista sobre todo como un personaje público.
De hecho, la ambivalencia es enorme: por un lado está la reconocida fetichista de la moda con un estilo personal muy llamativo, la amante de las películas de terror y la "junkie" de los medios. Está la agresividad sin piedad de sus posiciones políticas, la furia casi embriagante de sus textos.
Y está la vienesa educadamente reservada, que en las entrevistas sorprende con su sentido del humor. Y la persona altamente vulnerable: "Todos los que creen que saben algo sobre mí, no saben nada", asegura la escritora.
En su obra, habla, desde su punto de vista, "del predominio masculino omnipresente en el poder y la sociedad" y vincula el arte inseparablemente con posiciones sociopolíticas. Al mismo tiempo, abre nuevos caminos en la lengua.
Sus textos dramáticos llevaron a directores como Nicolas Stemann, Christoph Schlingensief o el fallecido Einar Schleef a inventar innovadoras imágenes teatrales. La escritora no diseña sus textos como panfletos políticos. En largas oraciones que a veces ocupan varias páginas entreteje diversos niveles linguísticos y desenmascara los mecanismos que ataca a través de la lengua de los personajes y a través de clichés, y reacciona velozmente a la actualidad política.
Así, en su texto teatral "Bambiland" en 2003 recurrió al lenguaje de la pornografía y los medios para representar la fuerza destructiva de la guerra. En sus primeras novelas como "Somos reclamos, baby!" (1970) y "Las amantes" (1975) retomó la jerga y los motivos de la literatura trivial y los parodió con temas como la sexualidad femenina y la lucha de sexos como sujetos literarios.
Con su novela "Los hijos de los muertos" (1995), que ella considera su obra principal, Jelinek denuncia el trato de sus compatriotas con el pasado nacionalsocialista. Jelinek nació el 20 de octubre de 1946 en Muerzzuschlag en Estiria.
Su ambiciosa y acaparadora madre la preparó para una carrera musical y por eso asistió al conservatorio de Viena. Su obra abarca poesía, nueve novelas, más de 15 obras de teatro y numerosos ensayos. En el teatro, Jelinek causó verdaderos escándalos con dramas como "Bastón, vara y caña" (1996) o "Ein Sportstueck" (1998) y se convirtió durante la era Peymann en el Burgtheater de Viena en la dramaturga austríaca más representada y premiada.