CULTURA
Arte

Entre ignotos continentes

La artista Marina de Caro presenta la muestra titulada "Tierra de las emociones perdidas", una exploración del diálogo posible entre el arte y la pedagogia, es decir, el lugar de la educación como ensayo social para otros mundos posibles. En Ruth Benzacar hasta el 10 de septiembre.

Marina De Caro. 20210818
De Caro construye las piezas como niveles de una lógica diferente a la racional. Un picnic con las colchonetas bordadas con consignas o frases motivacionales son los pies en la tierra: el calentamiento de motores y corazones para comenzar el despegue. | Gentileza Ruth Benzacar

No es la primera vez que Charles Fourier provoca menos la correspondencia con su programa de socialismo utópico que a la creación artística. No sabemos si esto estaba entre las intenciones del utopista francés, nacido en 1772; quizá por contagio de su espíritu libertario y fantasioso, por las lecturas de sus obras como Teoría de los cuatro movimientos, por sus ideas sobre las pasiones y el libre desarrollo de la personalidad, por su propuesta de cooperativismo, vida en común, construcción de falansterios para llevar a cabo su sueño de un mundo igualitario y justo, primero André Breton y luego, Roland Barthes se inspiran, indagan y producen obras con Fourier en centro de su pensamiento. 

Para Breton la prédica de Fourier fue el nexo que le permitía suturar el pasado con el presente y el tiempo por venir del surrealismo. La estatua de Fourier es la que ve en un paseo diletante por París en 1937 y se lleva en la valija de exiliado la doctrina de Fourier a Nueva York en 1941 para luego pasearlo por Haití en sus conferencias. Exalta al artífice de una sociedad libertaria en la cual la expresión de las pasiones no encontraría resistencia alguna y escribe una Oda contra todos sus principios sobre la poesía laudatoria: la fascinación por su coterráneo es más fuerte. 

Barthes, por su parte, escribe un libro. Un pequeño y precioso tratado en el que, nuevamente, despoja de contenido político para ubicar al autor en medio de Sade e Ignacio de Loyola y considerarlos clasificadores y fundadores de lenguas: la lengua del placer erótico, la lengua del bienestar social y la lengua de la interpelación divina. Porque cada uno puso en la construcción de esta segunda lengua toda la energía de una pasión. En palabras de propio Barthes, "no es volver sobre las propuestas de contenido que ya han acreditado a nuestros tres autores, es decir, la filosofía del Mal, el Socialismo Utópico y la mística de la obediencia, sino considerar a Sade, Fourier y Loyola como formuladores, inventores de escritura y operadores del texto". 

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En ese afán clasificador, casi una locura taxonómica, Fourier no sólo pensó las ocho fases por la que pasaría la humanidad antes de alcanzar la felicidad, -Edén, Salvajismo, Patriarcado, Barbarie, Civilización (el estado actual), y avanzaría hacia el Garantismo, la Asociación simple y la Asociación compuesta o Armonía, en la que los seres humanos habrían erradicado por fin las injusticias, el sufrimiento, y alcanzado, todos ellos, la particular forma de dicha a la que aspiraban-, sino que fue hasta lo más fino del encasillamiento y organización: la Jerarquía de los cuernos, como llamó a su libro en el que describió unos ochenta tipos de cornudos que comienzan con el “cornudo en la hierba” (Cocu en herbe) y terminan con el “cornudo sedicioso”. Esta maravilla literaria fue publicada por primera vez en 1924 y se desprende de su odio al matrimonio como el gran enemigo de la libertad, la institución que fomenta la mentira y la hipocresía en las relaciones humanas. 

También Marina De Caro se sintió interpelada por la figura del filósofo y sociólogo y Tierra de las emociones perdidas, su actual exhibición, está vinculada con ese impacto. Porque su residencia en Besançon, lugar de nacimiento de Fourier, fue parte de un proyecto de investigación que comenzó con la muestra en MUNTREF en 2018 sobre la inmigración anarquista a la Argentina. 

Al rescate de las emociones perdidas, como un mandato pulsional que vincula la experiencia pedagógica y la creación artística que recupera los espacios de placer, De Caro construye las piezas como niveles de una lógica diferente a la racional. Un picnic con las colchonetas bordadas con consignas o frases motivacionales son los pies en la tierra: el calentamiento de motores y corazones para comenzar el despegue. Cuyo límite es el cielo y las obras que cuelgan son las Naves nubes, obras de papel cosidas pintadas al óleo, que se elevan en preciosas formas y colores. Como con las nubes del cielo, cada uno puede darle la interpretación que quiera (yo vi letras, formas geométricas y peces de colores) O son las pasiones que indicaba Fourier que no deben ser reprimidas: las sensuales, las afectivas y  las  mecanizadoras o distributivas, entre estas últimas el entusiasmo y la pasión por el cambio.

Al final del recorrido o del paseo por las secuencias que retoman el afán clasificador de Fourier en clave de juego, hay una escultura de alambre que “escucha las palabras no dichas”. Porque de eso un poco se trata: de la experiencia sensorial. De taparse los oídos y entremezclarse con los colores.
 
Ficha de la muestra
Marina De Caro
Tierra de las emociones perdidas
Ruth Benzacar
Lunes a viernes, 14 a 19
Juan Ramírez de Velasco1287