CULTURA

Este y oeste

Se ha llegado a comparar a Evo Morales con Nicolás Maduro, por la tentativa ciega de perpetuarse en el poder. Pero entre los dos hay un abismo.

marta toledo 20191123
| Cedoc.

En 2003 viajé por Bolivia, sin mapa de ruta. Aterricé en Santa Cruz de la Sierra y durante tres días estuve un poco desconcertado: iglesias evangelistas, parrillas brasileñas o argentinas, consumo y ostentación de vehículos 4x4. Me encontré en un territorio muy distinto a la Bolivia del altiplano que linda culturalmente con el norte argentino. La zona estaba dominada por elites económicas con raíces culturales muy diferentes a las del occidente de Bolivia. Casi podría decirse que con pasados tan disímiles, este y oeste parecían fragmentos de dos países distintos, y la zona de Santa Cruz de la Sierra era un lugar parasitado por fuerzas cosmopolitas, como sucede en la triple frontera. Esa sensación tuve mientras recorría el llano de Bolivia y los campos fértiles de Samaipata y cruzaba hacia Cochabamba en ómnibus. Por aquel entonces las protestas de los cocaleros habían recrudecido ante la prohibición del gobierno de Jorge Quiroga de comerciar y cultivar hojas de coca en la zona de Chapare. Cruzar a Cochabamba era tan difícil como cruzar la frontera entre dos países en guerra y los retenes militares en el medio de la noche se sucedían cada una hora. Una vez en Cochabamba, sentí que había llegado, sí, a Bolivia. Se respiraban los preparativos del Carnaval y la gente combinaba la amabilidad con el hermetismo frente a la mirada extranjera. La ciudad estaba convulsionada por protestas de todo tipo.

Desde su independencia, salvo un corto período de prosperidad durante la Confederación Peruano-Boliviana, la República de Bolivia se caracterizó por sangrientos enfrentamientos políticos y golpes de Estado. Quizás sea el país con más golpes de Estado en su historia y esto hable de un desequilibrio entre la clase política y la población. De hecho, en los últimos dos siglos, Evo Morales es el primer presidente que representó a la mayoría étnica del país. En esos dos siglos, la gravitación del oriente boliviano fue mínima: la política se articulaba en la altura. Pero desde hace unas décadas, el oriente boliviano, que concentra buena parte de la riqueza del país, empezó a gestar un movimiento separatista y religioso que, a la luz de los hechos, es en realidad colonialista.

Durante décadas los pueblos originarios estuvieron alejados del hábito de votar, y recién cuando Evo Morales apareció como candidato cobró sentido el sufragio. Evo Morales es el primer mandatario que gobernó en relativa armonía y prosperidad durante casi quince años. Fueron pocos los presidentes que terminaron en Bolivia un mandato en los últimos cincuenta años. Casi diría que cada presidente, incluida una figura central como la de Víctor Paz Estenssoro, que tuvo en los 50 un acercamiento que hoy denominaríamos populista con el movimiento obrero y los sindicatos, sufrió un golpe. Se ha llegado a comparar a Evo Morales con Nicolás Maduro, por la tentativa ciega de perpetuarse en el poder. Pero entre los dos hay un abismo: el primero contribuyó a activar la economía de Bolivia y administrar los recursos naturales del país a favor de la población; el segundo no hizo más que dilapidar reservas de petróleo, destruir la industria venezolana, reprimir y restringir derechos civiles, remitir la economía a una commodity y sumergir a la mayoría de la población en la pobreza y en una suerte de asistencialismo hiperinflacionario. Por eso no resulta inverosímil que Evo Morales haya sido reelegido, aunque sea por poco, y en cambio sí las acusaciones de fraude que pesan sobre Nicolás Maduro parezcan groseramente realistas.

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