CULTURA
tecnologia, artefactos, humanidad

Extensiones de un filósofo orwelliano

Invitado a participar en la última edición de La noche de la filosofía, el pensador francés Éric Sadin pasó por Buenos Aires. En esta entrevista, amplifica el análisis del presente digital –desarrollado en “La humanidad aumentada”– y anticipa lo que será su próximo libro publicado en el país: “La silicolonización del mundo” (Caja Negra).

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Búsqueda. Éric Sadin es uno de los fiilósofos más influyentes del presente en Europa. | cedoc

Invitado destacado de La noche de la filosofía celebrada en el Centro Cultural Kirchner el 24 de junio pasado, Éric Sadin llegó para la entrevista más o menos puntual, vestido según cierto estilo formal-informal muy en conformidad con su cabellera revuelta. Acompañado por Mateo Schapire del Institut Français d’Argentine, quien facilitó el diálogo, el autor de La humanidad aumentada y La silicolonización del mundo (de próxima publicación por Caja Negra Editora), se acomodó en el bar de la Librería del Fondo de a poco, luego de saludar, hacer algunos chistes, pedir café y agua, y mirar rápidamente el reportaje que le había realizado Página/12, publicado ese día. Ya sentado, con el grabador encendido, Sadin respondió a la pregunta de apertura con una energía veloz que no perdería en ningún momento. De mirada inquieta y gestos suaves y acelerados, conceptualmente preciso pero de espíritu fustigador e inconformista, a lo largo de la entrevista dejó algo en claro: la filosofía de la técnica le interesa antes que nada como crítica política de los sistemas contemporáneos de poder.

Aparte de Jacques Ellul y Gilbert Simondon, los maestros que reconoce Sadin señalan claramente en qué consiste su fuente de inspiración. “Ellul y Simondon, por supuesto” –dice un poco dudoso al principio– “pero también Foucault, Rousseau, George Orwell, por quien tengo una pasión absoluta. En realidad, yo aspiro a ser un autor político”. De todas maneras, aclara que su posición crítica respecto de la técnica no proviene de ninguno de esos autores (“tampoco de Heidegger” subraya) sino del mismo estado de las cosas técnicas en el mundo actual y de su extrema potencia. “Ha sido una especie de revelación”, declara Sadin con una amplia sonrisa y agrega: “Es un chiste, pero un chiste a medias. A fines de los 90 entendí que las tecnologías digitales iban a modificar totalmente el mundo y que esto llamaba a la investigación filosófica y al desarrollo de una filosofía política como un deber”. Para Sadin, el poder dotado de tecnologías digitales conforma a nuestras sociedades y, por tanto, es un poder político.

“La administración digital del mundo” –dice con cierto énfasis– “lleva necesariamente a una filosofía política de la técnica. Cierta filosofía de la técnica querría solamente ser eso, pero hoy es imposible porque las tecnologías digitales exceden el aspecto técnico y científico. Son tecnologías creadas y desplegadas por un poder económico-social y, en esa medida, deberíamos hablar de dimensiones tecnoeconómicas y no estrictamente tecnológicas”. En otras palabras, las tecnologías digitales están diseñadas y determinadas por intereses privados que interfieren en todos los campos de la vida en común. Según Sadin, Ellul (como Orwell) entendió la potencia organizacional y de dominación de la técnica, la organización tecnológica de la sociedad bajo fines de optimización y mercantilización. Marx, en ese sentido, sólo captó las condiciones materiales de producción a través de la máquina y sus efectos de alienación sobre el ser humano.  

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“Hoy en día el poder tecnoeconómico” –afirma Sadin– “es un potencia organizacional en todas las escalas de la sociedad que tiene por objetivo satisfacer intereses privados. Ese es el punto central. Cada vez más nuestras sociedades están llamadas a ser testigos en tiempo real de sus actividades y sus fluidos vitales, sobre todo porque nuestros comportamientos individuales y colectivos generan datos y objetos conectados. El otro fenómeno tecnológico mayor es el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial, la colección de información para ofrecernos supuestamente bienes de consumo pero que tiene como efecto la automatización de amplios sectores sociales”. ¿Se trata de control o simplemente de dominación? “La automatización de la empresas” –responde Sadin sin pérdida de tiempo– “significa hoy control de datos, sistemas de inteligencia artificial, medidas de performance del personal, disminución de la espontaneidad humana y de la singularidad de cada uno”.

La innovación digital, para Sadin, no es algo para celebrar. La digitalización de la realidad (es decir, la matematización del mundo) produce, entre otras consecuencias, una visibilidad en tiempo real de los fenómenos y una extrema racionalización de la sociedad con objetivos de fluidificación de hombres o máquinas. De este modo, se ejerce una presión cada vez más violenta sobre el juicio humano por medio de asistentes personales (Google, los smartphones, etc.), que hacen un acompañamiento algorítmico de la vida y que pretenden decir la verdad sobre todo para ayudar a la toma de decisiones y a los hábitos de consumo. Esto supone una puesta en cuestión de valores humanistas, como la libertad del juicio, reemplazados por un mayordomo digital omnisciente. “Desde un punto de vista colectivo” –señala Sadin en tono de advertencia– “ante estos sistemas de inteligencia artificial conviene preguntarse al modo nietzscheano: ¿quién habla?, ¿yo, con mi singularidad, o algún otro?”…Una buena pregunta, desde ya.