CULTURA
premiada en berlín

Fatima Daas: diversidad que cuestiona

Ocurre a veces: un escritor publica una obra y entra en el mercado pateando las puertas del establishment. Eso pasó con la escritora francesa que acaba de ganar el Premio Internacional de Literatura de Alemania. Su historia.

20210703_fatima_daas_cedoc_g
DAAS. Francesa de origen argelino, se autodefine como lesbiana, musulmana y mujer de los suburbios de París. | cedoc

El pasado 30 de junio, en su decimotercera edición, el Premio Internacional de Literatura otorgado por el centro cultural de Berlín Haus der Kulturen der Welt (Casa de las Culturas del Mundo, o HKW) y la Fundación Elementarteilchen, se adjudicó a Die jüngste Tochter (La Petite Dernière, La última en llegar), primera novela de una escritora francesa de origen argelino, quien firma con el seudónimo Fatima Daas. El premio reconoce una obra de literatura contemporánea traducida al alemán, por lo que tanto el autor como el traductor reciben 20 mil y 15 mil euros respectivamente, algo así como el Booker Prize germano. La edición francesa del libro, publicada en agosto del año pasado, hoy es un best-seller y ha suscitado un debate tanto social como mediático. La descripción de su temática para difusión se conforma con fragmentos del mismo:

“Mi nombre es Fatima Daas. Soy la mazoziya, el bebé de la familia, el que nadie esperaba. Nací por cesárea. Soy francesa. Soy de origen argelino. Musulmán practicante. Soy de Clichy y paso más de tres horas diarias en el transporte público. Una turista. Una mujer suburbana que observa el comportamiento parisino. Soy mentirosa, pecadora. Padezco una enfermedad crónica. Asma alérgica. De adolescente, fuí un estudiante inestable. Como adulto, soy hiperinadaptado. Escribo historias para evitar vivir las mías. Siento que tengo una doble vida. Hice cuatro años de terapia. Es la relación más larga que he tenido. Mi relación con los demás es inconstante. Necesito controlarme. Necesito controlar todas mis emociones. Necesito controlar al otro. Creo que soy poliamoroso. El amor es tabú en casa, el cariño y la sexualidad también. No me gustan los chicos, pero me gustan sus complementos. Cuando Nina entró en mi vida, no sabía en absoluto lo que necesitaba y lo que me faltaba. Mi nombre es Fatima Daas. No sé si mi nombre es correcto.”

En la tapa figura una frase de la escritora y cineasta feminista Virginie Despentes: “El monólogo de Fatima Daas está construido en fragmentos, como si estuviera actualizando a Barthes y Mauriac para Clichy-sous-Bois.” De hecho, en uno de los capítulos se puede leer esa fragmentación en oraciones una debajo de otra, que aquí reproducimos sin el salto de líneas: “Mi nombre es Fatima. Recibo el nombre de una figura simbólica del islam. Tengo un nombre que hay que honrar. Un nombre que no debe ser ‘sucio’, como dicen en casa. En mi casa ensuciar es deshonrar. Wassekh, en árabe argelino. Decimos darja, darija, para significar dialecto. Wassekh: sucio, joder, ennegrecer. Es como ‘acercarnos’ en francés, es polisémico.” La mixtura, la respiración de la lectura, invoca al rap, pero también, a la elaboración de una frase tras otra, forzada por la juventud de la autora, de tan solo 25 años, en la síntesis autobiográfica y su condición que hizo explícita: lesbiana, musulmana y mujer de los suburbios de París.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

“He decidido no renunciar a ninguna de mis identidades”, declaró Fatima en reportajes, incluso reconoce su homosexualidad como pecado en su fe, y asume todo eso a la vez, la contradicción, el conflicto. Pero el carácter simbólico de su origen suburbano llama más la atención: en 2005, Clichy-sous-Bois fue el escenario de la quema de autos junto a la revuelta de hijos de inmigrantes, franceses, reclamando a la clase política por la exclusión social y la falta de oportunidades. Algo que Despentes alguna vez señaló: “En Francia, no somos racistas, pero no recuerdo haber visto nunca a un ministro negro.” Entonces, este texto autobiográfico es algo así como una síntesis de un conflicto no resuelto, expuesto sin eufemismos: marginación, racismo y sumisión social. Un cóctel para la protesta, una deuda de libertad, igualdad y fraternidad.

La joven autora, además, encontró sus recursos literarios en francés obteniendo una maestría en creación literaria en la Universidad de Paris VIII Vincennes-Saint-Denis. Casa de estudios heredera directa del Mayo Francés y del Centro Universitario Experimental de Vincennes. Ejemplo de su innovación y rebeldía es que ofrece cursos de estudios de la mujer así como de lenguas bereber, vasco, quechua y náhuatl. En su breve historia, como plantel docente de la misma participaron, entre otros, Deleuze, Badiou, Foucault, Guattari, Lyotard, Negri, Rancière, Jacques Lacan, Jacques-Alain Miller y Slavoj Zizek. 

Acaso Fatima Daas encarna la expresión del conflicto más diverso para un escritor en el siglo XXI, entonces, ¿qué tipo de respuesta dará la sociedad francesa a la diversidad cosmopolita que fue motivo de orgullo y hoy reclama mucho más que un lugar?