Por la pandemia de coronavirus, la esperada edición de la Feria de Editores (FED) este año se hace en forma virtual, de 18 a 20, a través de la página web de la FED (www.feriadeeditores.com.ar). Con el lema “la salida es colectiva”, el evento comienza este viernes y concluye el domingo. En esta oportunidad, participarán 150 editoriales nacionales y 14 invitadas de América Latina y España, que podrán vender sus libros en sociedad con más de doscientas librerías (80 de la ciudad de Buenos Aires y 120 de las provincias). En el horario de funcionamiento de la FED, los editores conversarán con los lectores acerca de sus catálogos a través de sus cuentas de Facebook Live e Instagram Live y de la plataforma Google Meet. Cuando esté a punto de concretarse una venta, una librería asociada con la editorial se ocupará de conversar con los interesados. En 2019, visitaron la FED presencial 14.000 personas en tres días.
En la ciudad de Buenos Aires, el envío de los libros comprados se hará entre el 12 y el 21 de agosto, de forma gratuita a través del programa Libros Puerta a Puerta y la Red de Bibliotecas Públicas de la Dirección General de Promoción del Libro, Bibliotecas y la Cultura del Ministerio de Cultura porteño. Las compras que realicen lectores que residan en otras zonas serán derivadas a librerías de su localidad de residencia o de la ciudad más cercana.
Los 10 libros más vendidos de la cuarentena
“Estamos afectados como toda la industria editorial, en la escala que nos cabe –dice Silvia Itkin, coeditora de Obloshka-. Somos una editorial que nació en marzo de 2019 y, cuando se decretó el aislamiento, decidimos frenar nuestro plan editorial y esperar con gran incertidumbre. Ahora, para la FED 20, lanzamos la reedición de La vida en la cornisa, el primer libro de cuentos de Inés Fernández Moreno. La frecuencia de publicación de aquí en más será espaciada, eso seguro”. La situación de esta editorial independiente, que llega a la FED con ocho títulos, es similar a la de muchas otras.
Diez libros para buscar en la FED virtual
Como los gustos hay que dárselos en vida, los amantes de los libros podrán hacer sus búsquedas y compras en forma online. Pese a todo, en este funesto 2020 se publicaron varios libros. A continuación, un listado de sugerencias de novedades de sellos independientes de la Argentina.
- Traducción de la ruta, de Laura Wittner (Gog y Magog): “Donde no hay movimiento, hay nostalgia del movimiento, movimiento pensado, imaginado, viaje o recuerdo del viaje –escribe Miguel Ángel Pretecca sobre el nuevo libro de la escritora y traductora-. Se nota en la poesía de Laura Wittner, desde el comienzo, la voluntad de instalarse en un espacio móvil”. Con este título, la autora sigue su camino luego de la publicación de la obra reunida, lanzada en 2017 por el mismo sello, a cargo de la poeta Vanina Colagiovanni (que presenta su propio libro de poemas en la FED, Una no elige cuándo caerse).
- Me acuerdo, de Martín Kohan (Godot): Sin la intención de escribir una memoria personal, el autor argentino adopta el recurso utilizado por Joe Brainard, Georges Perec y Margo Glantz, entre otros, para crear una suerte de collage literario sobre episodios de su infancia. “Publicidades en las que trabajé: Terrabusi, papas fritas Bun, flan Ravanna, pantalones Lee, colonia Gelatti, afeitadoras Gillette, jugos Pindapoy, revista Billiken”, enumera el autor, que fue modelo publicitario en la niñez. Bajo el tono sospechosamente referencial de las anotaciones se repliegan dramas íntimos y generacionales.
- La semiótica de Spinoza, de Lorenzo Vinciguerra (Cactus): Crece la “Biblioteca Spinoza” de Cactus. El filósofo y artista italiano Lorenzo Vinciguerra relee la obra spinoziana desde una perspectiva original: el análisis genético de sus textos y la semiótica de Charles Sanders Peirce. “No se trata de sostener que el modo es un signo. Spinoza no lo dice, ni lo piensa. Veremos que su posición es otra. Pero su estar por otro, su remitir a otro ciertamente hacen del signo a todo efecto una afección”, escribe el autor, que encuentra en el cuerpo el espacio para impulsar un arte de significar.
- El libro de los días, de Michael Cunningham (Fiordo): Publicada en 2005, esta obra maestra del autor de Las horas narra las historias de un niño, un hombre y una mujer en tres tiempos diferentes: durante la Revolución industrial, a inicios del siglo XXI y otra en pleno siglo XXII, las tres en Nueva York. Cunningham pasa del relato realista a la novela de suspenso, y de ahí a la ciencia ficción, con una soltura envidiable. “El libro de los días ofrece todo tipo de placeres literarios, y todos en abundancia: suspenso, hilaridad, inventiva, romance, y un pasaje tras otro de una prosa que nos deja sin aliento”, dijo el escritor Ethan Canin.
- La parte enferma, de Cecilia Ferreiroa (Obloshka): El segundo libro de cuentos de la autora reúne historias de mudanzas, viajes, identidades inciertas, duelos y arrebatos. En los relatos, una cotidianidad infectada por la extrañeza, el pasado o el capricho de los protagonistas se impone de manera gradual y aquello que al comienzo parecía trivial adquiere luego un sentido desconcertante. “No parecían tener el más mínimo registro del otro, sino más bien estar solos en el mundo o encerrados en sí mismos, en una totalidad individual que excluía al resto, pero, sin embargo, ponían especial cuidado en no chocarse, y lo hacían como a través de un radar que les permitía, sin tener que mirar a nadie, evitar el más mínimo contacto con los cuerpos”, se lee en “Autitos de colección”.
- Habitaciones, de Emma Barrandeguy (La Parte Maldita): Esta novela de la escritora, docente y periodista entrerriana fue escrita a mediados del siglo pasado pero se publicó cincuenta años después. Tiene, sin embargo, una modernidad irresistible, no solo por la forma zigzagueante que adopta la narración sino por la voz de los personajes, que los lectores podrán atribuir a la personalidad desprejuiciada de la autora, feminista en tiempos más machistas que el actual: “Soy una iguana. O mejor un perro. Me tiendo al sol y a la sombra alternativamente. Aprovecho alguna siesta de amor físico que me solicitan y no me satisface”. La edición tiene un prólogo de María Moreno.
- El libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos, de Amaranth Borsuk (Ampersand): “El libro pareciera ser, a simple vista, un objeto sobre el cual todos sabemos algo”, escribe esta poeta, artista e investigadora. En un recorrido que se remonta a la época de los códices y llega hasta los libros digitales, la autora indaga los cambios (y cambios de significados) del libro desde el punto de vista material y simbólico, y rastrea las transformaciones derivadas en la escritura y la lectura. Imprescindible para editores y escritores.
- Decir Berlín, decir Buenos Aires, de Saúl Sosnowski (Paradiso): Ensayista, poeta y docente universitario (que trabajó en especial el desarrollo de la cultura en contextos represivos en América del Sur), Sosnowski hace actuar en esta novela a un personaje “expatriado” que intenta recuperar su identidad en una ciudad de Buenos Aires ancha y ajena, al menos al principio. De a poco, Alejandro Sublass asumirá sus raíces, que están ligadas a las de muchos otros. “También su memoria era como la caja tallada, una caja con pequeñas incrustaciones que su madre había traído de Europa a mediados de los años treinta”.
- Diario del dinero, de Rosario Bléfari (Mansalva): El libro póstumo de Bléfari reúne anotaciones de cronologías múltiples, de los años 1980 a 2019, sin un orden lineal, aunque sí temático. El trabajo, el dinero, las actividades culturales y las instituciones argentinas como máquinas de desalentar el talento y la creatividad son algunos de los ejes de este diario. “A Nina le encanta la lluvia –cuenta Bléfari sobre su hija-. Me siento responsable, al menos en parte, porque siempre le mostré que uno se puede mojar y no pasa nada. Y si no te querés mojar te tenés que vestir para evitarlo. La lluvia no detiene nada. Para demostrarlo, en la esquina, los muchachos del taller se hacían su asadito semanal refugiando la parrilla bajo el alero”.
- Lo que ya no existe, de C. Castagna (Caleta Olivia): Aquello que ya no existe, salvo en la memoria de algunos (entre ellos el autor), son ciertos espacios y consumos culturales, formas del goce hoy esquivas o directamente censuradas, que reviven en estos siete relatos. Sin ser elegíaca, la escritura de Castagna recupera escenarios y el ambiente de fiesta continua de muchos jóvenes porteños entre fines de los años 1990 e inicios del siglo XXI. Y también formas de hablar de entonces: “Con toda esa impronta ofrece su mejilla para que la bese y sólo consigo decir: ‘¡qué lookete!’; frase que perfectamente podría haber dicho cualquiera de sus amigos gays”.