CULTURA

Imagen

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La poesía de Francisco Madariaga es básicamente imagen; una imagen que lo caracteriza, a la vez referencial y ensoñada. Cada imagen suya parece reactiva a cualquier explicación lisa, lineal, desarrugada. En cada exhalación de sus poemas, una impronta de alma humana virgen y lo que él llamaba su “destino antiverbal”. Una cruza de gato montés y figura de caballero erguida galopando lejos de los mundos oficializados de la poesía. Así también su figura se recorta en la memoria, amable y silenciosa por elección. Lo “antiverbal” persiste traducido en la parquedad concentrada de sus poemas donde su imagen resplandece en el hallazgo del rastro salvaje, en la recuperación originaria, en la purificación festiva contra un desamparo raigal. Sumergirse en la poesía de Madariaga es también bracear entre sus identificaciones, redescubrir un paisaje anidado de ríos y lo animal que lo habita en las lejanías urbanas. “Adiós mono”, dice en un poema, “tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza mi alma con el mundo”. De esta inasible y convulsionada materia, su poesía. Sus imágenes expanden más sentido cuanto más se las lee; son piedras de Marte, guijarros arrastrados por el agua que estuvo, piedras lunares en su melancólica visión de la inocencia, siempre fugaz.


*Poeta, crítica, docente universitaria. Autora de La contingencia y Leer poesía, entre sus últimas publicaciones.

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