CULTURA
ernesto neto

Inspirar, exhalar, inspirar

“Soplo” –la muestra del artista brasileño que se presenta en el Malba– discute algunos de los principales debates de la contemporaneidad: el multiculturalismo como forma de discriminación; la interculturalidad como ambición de las democracias; el arte latinoamericano como mercancía diferenciada y el exotismo y la sensualidad como apariencias y consumo.

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Neto. Las piezas permiten que el espectador deje de serlo: se siente, se balancee, gire suspendido, toque el tambor... | gza. fundación malba

Para que Ernesto Neto pudiera ser artista, Hélio Oiticica tuvo que aprender a bailar. Esta oración absurda que une a los dos artistas brasileños de diferentes generaciones no lo es del todo. En todo caso, proponer la danza en la scola do samba de Mangueiray que Oiticica practicó a mediados de los años 60 como fundamental para el nacimiento de una nueva forma de arte que permitió una segunda vanguardia original y potente en Brasil es decir de otro modo que la geometría que desarrolló en los años 50 no fue suficiente.  Después del neoconcretismo, ese movimiento que rechazaba el racionalismo del arte concreto porque su busca era más fenomenológica que científica en línea con las ideas de Merleau-Ponty y de Bergson, la expansión del color que pretendía el artista de Metaesquemas necesitaba de un cuerpo.  Oiticica lo encuentra en esa danza; para ella y sus bailarines, realizó capas y túnicas con telas, plásticos, sogas. Les pintó mensajes poéticos y políticos tales como “Yo encarno la revuelta” y “Sexo y violencia es lo que me gusta”, entre muchos. Esos fueron sus Parangolés y de esa manera le daba el soplo de vida, el movimiento del cuerpo humano, a esta forma de arte.

“Si no fuera por Hélio Oiticica, Lygia Clark y tantos otros artistas brasileños de esa misma época no sería el artista que soy. Hubiera sido artista, yo creo, pero muy diferente”, dijo Ernesto Neto, que nació justo en 1964, cuando su “padre” artístico violaba una de las máximas del arte modernista al incluir la figura humana. Oiticica detuvo el curso inevitable de esta corriente artística de mediados de siglo XX hacia la abstracción. Al mismo tiempo, las capas danzantes de Hélio se transformaron en una amenaza para los militares brasileños que dieron el golpe contra el gobierno del presidente João Goulart, conocido como “Jango”.

Arte ambiental, sensualidad en los materiales, exploración del espacio, integración del espectador de manera radical y hasta la conciencia de una cierta terapéutica posible por medio de los objetos de arte fueron los legados de esta vanguardia y de los que Neto se hace cargo. Soplo, el conjunto que reúne sesenta piezas producidas desde finales de los años 80 hasta la actualidad, ocupa (demasiado) la sala de Malba. Con obras sobre papel, fotografías y grandes instalaciones penetrables despliega un repertorio que da cuenta de cada uno de los postulados de tan hermosa herencia.

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En su caso particular, la política es menos visible en términos de acción directa y se refiere, en cambio, a una política de los cuerpos. Por medio de sus materiales y su forma alude a la naturaleza de manera irónica y desplazada. Con la reutilización de derivados de petróleo para tejer con hilos de plástico coronas y trajes, y medias de nylon para armar túneles, junto con piedras y esencias aromáticas postula un espectador contrario al desprevenido del arte más tradicional, holgazán por naturaleza que apenas se mueve de un cuadro a otro. Este tiene que demostrar cierto estado físico.

Porque Naves, por ejemplo, es un bicho enorme que se traga a los humanos. Con aire amistoso recibe y se adelanta a un fuera de sí del museo; es en un espacio de juegos, una caminata lunar con su ambiente sensual de otro mundo. El comienzo amable, aunque sacarse los zapatos siempre implica un gesto de pudor o renuncia sea para entrar a una casa o un templo, no contamina el futuro promisorio que depara el túnel vacío. ¡Cómo renunciar a la oferta de juego de niños, aunque sea por un rato y con adultos desconocidos! El cuerpo en tránsito, inestable y descalzo, es sometido a una relativa incertidumbre. La física es la más evidente, ya no es apto para ninguna de todas las formas de “capacidades diferentes” a lo que llamamos estar en forma. En cierto modo, una manera de mentar a la ley del más apto con un pequeño escollo en el museo.

Para descansar son las piezas que permiten sentarse, balancearse, girar suspendidos con otros, tocar el tambor. Tiempo de confortar el cuerpo y la mente. Un espacio de meditación en rojo que invita a sentarse espalda con espalda y ponerse un turbante aromático. Para aplacar los pensamientos, sacar los malos por la puerta giratoria imaginaria, ejercitar el control de ellos; que nada nos perturbe.

Dejaremos para otro momento pensar que Soplo discute (o se hace cargo) lúdicamente algunos de los principales debates de nuestra contemporaneidad: el multiculturalismo como una forma de discriminación aunque positiva, la interculturalidad como ambición de las democracias y alternativa ético política, el arte latinoamericano como mercancía diferenciada y el exotismo y la sensualidad como apariencias y consumo. Aquí es momento de respirar. Inspirar, exhalar. Llevar el aire hacia todas las partes del cuerpo. Soltar. Soplar.

 

Ernesto Neto.

Curadores: Jochen Volz y Valéria Piccoli

Fundación Malba. Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.

Av. Figueroa Alcorta 3415

Hasta el  16 de febrero de 2020