CULTURA
Traducción y mercado

La avanzada Argentina

Pese a la pandemia y a los problemas que conlleva para el sector, son muchas las editoriales angloparlantes que apuestan por autoras y autores argentinos contemporáneos como Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, Martín Felipe Castagnet, Claudia Piñeiro, Jorge Consiglio y Ariana Harwicz, entre otros. Un fenómeno que abre fronteras, coloca a la literatura local en un lugar de excepción y la impulsa a competir en premios internacionales con lo mejor de la narrativa global.

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Editoriales angloparlantes se encuentran traduciendo y publicando a escritoras y escritores argentinos contemporáneos. | temes

En una sociedad construida sobre el concepto de productividad, es lógico suponer que ningún sector se encuentra exento de problemática actual. Si bien el caso del mundo editorial es similar al de muchos otros, porcentajes de venta mínimos, ferias y premios internacionales postergados, el mercado sigue apostando a la palabra y continúa diseñando los proyectos de edición y traducción previstos para 2020.

Nuevos horizontes. En una época en la que las mujeres escribían bajo seudónimos de hombres, vestían polleras y leían a escondidas, Victoria Ocampo se enfrentaba con irreverencia a los mandatos de su tiempo. En 1920, publica su primer artículo, un ensayo sobre el canto XV de La divina comedia titulado “Babel” en el diario La Nación. Once años más tarde, alentada por Ortega y Gasset, Eduardo Mallea y Waldo Frank, Victoria crea la revista Sur, uno de los medios más representativos en la difusión de la literatura nacional e internacional. El primer ejemplar sacó cinco mil copias y se agotó en los primeros meses. El carácter vanguardista de la revista le permitió consolidarse como una de las publicaciones de lengua española más importantes de la época ya que en ella se publicaban tanto autores noveles locales como escritores extranjeros de renombre. Si bien la literatura internacional ya circulaba en algunas colecciones, el impacto de Sur fue decisivo para su completa integración en nuestra cultura. “La francofilia históricamente exhibida por la literatura argentina es un lugar común. Y conocida es la incomodidad de España ante esa evidencia. De ahí que quien sería el cuñado de Borges haya escrito ‘Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica’ (Guillermo de Torre, 1927) para horadar esa influencia y encantamiento (y la italiana y la inglesa) para potenciar la española. Polémicas, debates y resistencias no se hicieron esperar, y tras el episodio, el continente –y Argentina, dentro de él– optó por entregarse a un cosmopolitismo literario que las naciones americanas ya conocían a través del Modernismo que había prosperado en buena parte de él”, afirma Sonia Jostic, docente de Literatura Iberoamericana e investigadora de la USAL.

 La razón por la que la revista Sur y su consecuente editorial, creada en 1933, se transformaron en un fenómeno cultural está íntegramente relacionada con la situación política española del momento. Patricia Willson, en La constelación del Sur, explica: “Hacia fines de la década de 1930 comienza a manifestarse un fenómeno nuevo e importante, cuando la Guerra Civil Española y luego la Segunda Guerra Mundial producen, respectivamente, un eclipse de la industria editorial española y la llegada a Buenos Aires de una serie de inmigrantes emprendedores que pronto operarían en el sector editorial, y un golpe de gracia para la política de precios ínfimos: el papel se encarece y los valores masivos de los libros de editoriales como Tor o Claridad, por ejemplo, ya no pueden sostenerse. Este fenómeno consiste en la incorporación de nuevos autores en el repertorio de la literatura extranjera publicada en Buenos Aires y en la intervención sistémica de traductores argentinos”. Victoria invirtió toda su fortuna en un proyecto que se mantuvo a flote durante cuatro décadas y que significó tanto una apertura de la literatura latinoamericana a la escena literaria mundial como la incorporación de la literatura extranjera al panorama local. En la introducción al catálogo de la edición de 1966, explica: “Elegí obras que otras editoriales no se atrevían a publicar”.

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De ‘Sur’ a ‘Sur’. Sin embargo, no fue solo el proyecto Sur el que se encargó de nutrir la cultura literaria argentina. Durante los últimos años de la década del 30, se fundaron en el país varias editoriales que siguen vigentes hasta el día de hoy. Entre ellas se encuentran Losada, Emecé y Sudamericana, también impulsada por Victoria Ocampo. El apogeo de la industria literaria argentina, tal como lo denomina Jorge. B. Rivera, se ubicó entre 1936 y 1956, y estuvo marcado por una predominación del libro argentino en el mercado local, por una gran influencia en el mercado español y por una importante incorporación de literatura extranjera traducida al catálogo. 

En la actualidad, a partir del lanzamiento del Programa Sur, creado en 2009 por el Comité para la Participación de la Argentina como País Invitado de Honor en la Feria del Libro de Frankfurt 2010 (Cofra) con el fin de dar apoyo a las traducciones, la circulación de literatura argentina en el mercado internacional se ha vuelto más fluida. En un principio, se estipuló otorgar veinte subsidios, pero fueron tantas las solicitudes presentadas que el número se fue incrementando hasta llegar al día de hoy: 1.472 obras para ser traducidas a 46 idiomas con un presupuesto de 3.500.000 dólares aproximadamente. El Comité de Traducciones es el responsable de analizar las solicitudes, recomendarlas y fijar un monto de subsidio, siendo 3.200 dólares el valor máximo. La mayor cantidad de obras aprobadas son novelas, le siguen poesías, cuentos, literatura infantil, obras de teatro, ensayos histórico-políticos, ensayos de divulgación, crítica literaria, crónicas y otros.

En 2019, las obras traducidas fueron principalmente recomendadas por traductores (53 casos), aunque también influyeron editores extranjeros (13), argentinos (9), agentes literarios (27), escritores (7), críticos literarios (3), profesores o investigadores (11) y otros. “En el proceso de una traducción concurren varios factores y uno, el que más nos interesaba para afinar nuestra política, era determinar cómo se armaba la red de elección de los títulos argentinos por parte de los editores extranjeros. Para eso, le pedimos a cada editor que aplica al Programa que nos aclare quién fue el decisor del libro, dentro de un grupo de categorías que creamos junto con Alejandro Dujovne y Gustavo Sorá, del Idaes/Unsam. Me parece importante que se entienda a quiénes se debe apuntar para ampliar la venta de derechos del libro argentino en el exterior y este es un aporte en ese sentido. Además, es un tema muy actual en los debates del sector editorial y ayudaría a expandir el paradigma de que exportar libros no es solo exportar libros físicos. Se puede considerar el derecho también como un bien exportable”, detalla Diego Lorenzo, funcionario responsable del Programa Sur.

Por otro lado, las ferias de Frankfurt y Guadalajara ayudan a visibilizar la producción del mercado local, aunque Leonora Djament aclara que, en términos generales, la participación de las editoriales responde a los propios esfuerzos: “La Feria del Libro de Frankfurt es una feria muy corta que está centrada fundamentalmente en la compra y venta de derechos, a diferencia de la Feria de Buenos Aires que, si bien tiene sus jornadas profesionales de tres días, el fuerte es la venta de libros al público, que dura tres semanas. En la Feria de Guadalajara diría que el foco es tanto la compra y venta de derechos y la formación profesional, como también la venta de libros al público, además de un extensísimo programa de actividades en torno del libro y la lectura, que desborda la feria y derrama en la ciudad y alrededores”.

Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo Editora, detalla que el porcentaje de obras traducidas de su catálogo es del 60% y que las traducciones al inglés, a diferencia de las de otros idiomas, tienen la capacidad de multiplicar de forma casi inmediata el interés de editores en otras lenguas. El escritor más traducido de la editorial es Antonio Di Benedetto, ya que han logrado que se tradujera a veinte idiomas. Entre los autores de mayor proyección dentro de la editorial, en este momento, se encuentran Hebe Uhart, Mariana Dimópulos, Marosa di Giorgio, Juan Pablo Bertazza y Patricia Ratto.

 

Un puente entre culturas. Si bien la producción de literatura regional es variada y constante, las esferas académicas globales suelen apostar a los clásicos. En 2016, con la misión de renovar las estanterías extranjeras, de reformular el debate en torno a la literatura de traducción y de actualizar los estereotipos del imaginario, Carolina Orloff y Sam McDowell crearon Charco Press. La editorial, que hasta el momento lleva publicados 17 libros, de los cuales algunos van por la cuarta o quinta edición y cuya tirada mínima por título es de tres mil copias, apunta a la selección de escritores latinoamericanos contemporáneos que, en lo posible, no hayan sido traducidos al inglés hasta ahora. “Nos interesan los autores que estén reformulando formas, ideas, experimentando con estilos, con maneras de abordar temas, paisajes, ideologías. No es criterio, pero si además los autores están, directa o indirectamente, involucrados en los debates sociales de su país y/o del mundo, eso también nos parece relevante”, afirma Orloff. El objetivo es dar a conocer una colección de escritores de una misma región y época para desmitificar la mirada anglosajona de la literatura latinoamericana, que tiende a estar asociada al realismo mágico, la pobreza extrema y las dictaduras militares. Con solo tres años de existencia, el catálogo de Charco Press ya incluye dos libros finalistas al International Booker Prize: Die, My Love, de Ariana Harwicz (2018) y The Adventures of China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (2020).

El nombre de la editorial surge de la idea de “cruzar el charco” en términos culturales, políticos, ideológicos y literarios ya que su propuesta se basa en ser un puente que facilite el cruce de culturas y que invite al lector a descubrir nuevas voces, perspectivas y formas de narrar realidades universales. El núcleo de Charco son dos personas: Sam McDowell, encargado, entre otras cosas, de la administración, la meta data, la relación con los distribuidores y libreros, los números, las redes sociales, la página web y los aportes de entes públicos, y Carolina Orloff, responsable de la parte editorial en términos de investigación, lectura, curaduría de títulos, selección de los traductores y correctores y supervisión de las traducciones y los subsidios de traducción. También cuentan con una tercera persona que hace prensa en Estados Unidos, un gran equipo de traductores y correctores y con el diseñador argentino Pablo Font. La idea principal de esta editorial es publicar literatura que corre límites, que incursiona, que sabe narrar buenas historias. “Cuantificar el género de los autores, o publicar escritoras por el hecho de ser mujeres, es ir en contra, boicotear incluso, la idea central de la lucha feminista. Usufructuar de la ideología, de la creencia, es atroz. Yo no creo en eso como editora. Creo en el feminismo porque creo en la igualdad y en la justicia entre personas más allá de su género. Valorarnos como seres humanos, como seres iguales, en la literatura y en el día a día, es lo más sincero que yo puedo darle al feminismo. El 2021 será muy probablemente un año en el que solo publiquemos autoras mujeres, pero hacer campaña de eso como un acto feminista sería hasta una falta de respeto al talento literario de las escritoras”, detalla Orloff. En un futuro cercano, la idea de Charco sería publicar libros infantiles para promover el hábito de leer autores traducidos desde una temprana edad. También les gustaría traducir clásicos que hasta el momento no hayan sido llevados al inglés, retraducir otros como Rayuela, incorporar poesía, ensayos (aunque pronto editarán este género) e incluir escritores contemporáneos de países poco representados en la literatura del castellano y más aún en inglés, como es el caso por ejemplo de Honduras, El Salvador y Paraguay.

La región en la mira. Algunos de los escritores de narrativa argentina contemporánea traducidos al inglés son Ana María Shua, publicada por Literal Pub, White Pines Press, University of Nebraska Press y University of New Mexico Press; Cecilia Pavón, Scrambler Books; Carlos Gamerro, Pushkin Press y And Other Stories; Mercedes Roffé, Shearsman Books y Co-Im-Press; María Gainza, The Random House Group Ltd., Vintage Publishing y Catapult; Mariana Enríquez, Vintage Books, Granta Books y Hogarth Press; Ariana Harwicz, Charco Press; Hebe Uhart, Archipielago Books; Martín Felipe Castagnet, Dalkey Archive Press; Agustina Bazterrica, Pushkin Press y Scribner Book Company; Pola Oloixarac, Soho Press Inc; Liliana Heker, Bibliooasis y Yale University Press; Luis Chitarroni, Dalkey Archive Press, Marcelo Cohen, Giramondo Publishing.

Jorge Consiglio, cuyos libros Villa del Parque (Southerly, 2018) y Tres monedas (Fate, 2020), traducidos por Charco Press, cuenta que los beneficios de haber llevado sus obras al inglés fueron varios debido a que la posibilidad de establecer un diálogo con lectores angloparlantes supone una confrontación de culturas muy grande. En su caso, el proceso de traducción lo ayudó a pensar cuestiones referidas a su propia escritura, volvió a aspectos sintácticos y se replanteó asuntos relacionados con los sentidos del relato. “Uno de los intentos de mi escritura tiene que ver con rescatar una atmósfera que, si bien intenta despegarse del color local, está impregnada de un extrañamiento que, creo, es propio del Río de la Plata. Una colección como la de Charco Press permite abrir un canon fosilizado. Lo más probable es que en Reino Unido tuvieran noticias de la producción latinoamericana a través de las corporaciones, con la uniformidad de estéticas que eso implica”, explica Consiglio.

Por su parte, Claudia Piñeiro, cuyo libro Elena sabe (Elena Knows) será editado por Charco y que además cuenta con otros títulos traducidos al inglés por la editorial Bitter Lemon, como Betty Boo, Las grietas de Jara (A Crack in the Wall), Tuya (All Yours), Las viudas de los jueves (Thursday Night Widows), especifica que en Gran Bretaña menos de un 4% de los libros que circulan son traducciones, y entrar en ese pequeño mundo es muy difícil. “Cuando eso se logra, distintos editores de otras partes de mundo que no leen castellano, pero sí inglés, comienzan a leer y eso hace que se sumen más traducciones”. El proceso de traducción en su caso también fue muy enriquecedor ya que le permitió volver a pensar el lenguaje y cuestionarse por qué usó determinada palabra y no otra, y afirmar que la traducción es un proceso lleno de vitalidad.

Si bien algo que desveló a Luis Sagasti durante el proceso de traducción de Bellas Artes (Fireflies, Charco Press, 2018) fue la musicalidad del texto, advierte que su traductor, Fionn Petch, tiene una mirada poética muy profunda y un manejo del castellano extraordinario, y que su única participación consistió en pulir junto con Fionn algunos pequeños ripios del original. El escritor confía en que la literatura argentina contemporánea se está abriendo paso en las esferas académicas globales y declara que las propuestas literarias más novedosas tienen dos o tres claves que permiten dilucidar el quiebre de la linealidad de la trama, la narrativa fragmentaria, la hibridez del género y el énfasis en el procedimiento. “Este nuevo tipo de escritura genera nuevas experiencias de lectura, lo que no es poco. A la vez, no debe soslayarse la incorporación de temáticas que no habían sido abordadas antes como el tema del género, por ejemplo”.

A pesar de que la novela de Selva Almada El viento que arrasa (The Wind that Lays Waste) haya sido publicada hace poco por Charco Press y por Graywolf Press, ya ganó el First Book Award del Festival Internacional de Literatura de Edimburgo. “Escribo con la intención de ser leída, de ser publicada, de que ese texto circule, de sacarlo de mí y echarlo a rodar. Si lo pensamos así, también las lecturas funcionan como reescrituras: no tengo el control sobre lo que el lector va a leer de lo que yo escribí. Pasa lo mismo con la traducción. Lo más propio será el libro que yo escribí en mi lengua y ni siquiera es así cuando alguien lo lee y lo reinterpreta. Creo que el momento de desapegarse completamente es cuando el libro se publica, después todo lo que ocurra con él ya no depende de nosotros”, cuenta Almada.

En la tarea de pasar La habitación alemana al inglés (The German Room, Charco Press 2019), Carla Maliandi cuenta que la traducción de Frances Riddle le pareció perfecta. Lectores de Londres y Edimburgo la llamaron para contarle que se sentían identificados con la historia y con los personajes. “Toda novela encierra una forma de componer lenguajes y un modo particular de percibir el tiempo y el espacio. Supongo que a veces esas formas están atravesadas por un contexto social y geográfico, posiblemente esas influencias sean las contribuciones más ricas que una novela aporta al mercado extranjero”.

Llevar La Virgen Cabeza (Slum Virgin, Charco Press 2017) y Las aventuras de la China Iron (The Adventures of China Iron, Charco Press, 2019) al inglés trajo más lectores a la vida de Gabriela Cabezón Cámara, la acercó a otros mundos. Tanto es así que The Adventures of China Iron, traducida por Fiona Mackintosh y Iona Macintyre, quedó seleccionado entre los seis libros que forman la “lista corta” del International Booker Prize 2020. “Creo que una mirada desde la periferia es diferente a una mirada desde el centro y el mundo angloparlante es, por lo menos en lo literario, aunque creo que no solo, muy insular. Me parece que la narrativa angloparlante está dominada por una corriente, una poética digamos, poco propensa a cualquier forma de barroco. Las obras literarias son singulares y tratan de romper, o parodiar como mínimo, estereotipos”, confiesa la escritora.

La traductora Frances Riddle aclara que la contribución que estos libros le pueda hacer al mundo angloparlante es el contacto con otras voces, en especial aquellas que rompen el molde o contradicen estereotipos. El mercado, que incluye a Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia, solo recibe un 3% de traducciones anuales. Por otro lado, Fionn Petch explica que el hecho de que los lectores de Charco vean el catálogo como una colección ayuda a resaltar la gran diversidad de temas y estilos que tienen las regiones. “Esto es evidente para el lector argentino, pero hay una tendencia en el público anglosajón que consiste en creer que las personas de un determinado lugar van a escribir sobre determinados temas en un determinado estilo. Claro que es bueno que haya más literatura traducida, pero creo que el desafío es precisamente dejar de considerarla como tal. Las librerías en el Reino Unido tienen un estante o una mesa especial para la ‘literatura traducida’, mientras que las librerías de México y Argentina tienen un sistema mucho mejor: estantes destinados a ‘literatura universal’”. Sarah Moses explica que lo que aportan escritoras como Cabezón Cámara y Hebe Uhart es en síntesis buena literatura y que su visión ayuda, en parte, a ampliar la perspectiva de su propia vida.

 

Proyecto de ley de traducción autoral en Argentina

Los derechos de los traductores literarios argentinos han sido ignorados durante décadas (y lo siguen siendo), es por eso que, en 2013, un grupo de profesionales decidió crear un proyecto que protegiera la labor de la descalificación que la rodea. El proyecto fue presentado en 2013 y 2015, pero perdió estado parlamentario. En el 2016, el grupo sumó más adeptos y se transformó en un Frente que evalúa la posibilidad de volver a presentar la idea. Por su parte, el escritor y traductor Ariel Dilón, quien se sumó al Frente, detalla que hoy en día están cobrando aproximadamente la décima parte de lo que se gana en otros países y que el trabajo se ha vuelvo inviable. El proyecto, entonces, intenta devolver la dignidad a la profesión y garantizar derechos básicos. “El texto del borrador hace hincapié en aspectos de nuestro derecho moral que venían siendo pisoteados en la mayoría de nuestros contratos. La cesión de los beneficios comerciales de un libro no equivale jamás a la cesión lisa y llana del derecho moral como autor, que es inalienable. Esa cesión solo puede ser válida por un tiempo claramente estipulado. A la vez, el nombre del traductor debe reconocerse siempre, ya desde la misma cubierta del libro. El traductor es autor de su traducción y como tal debería tener derecho a percibir un porcentaje de regalías sobre la venta del libro (se entiende que el pago recibido tiene el carácter de adelanto sobre esas regalías; solo un best seller, que en la Argentina no existe, haría que esto se concrete, de modo que esta cláusula es sobre todo simbólica). Vencido el plazo, los derechos revierten al traductor. Si el editor quiere reeditar, tiene que repactar condiciones con el traductor. Hoy que la profesión toma un nuevo prestigio cultural y que ‘traducción’ es la metáfora preferida de las ciencias sociales y de las ilusiones de cambio político, la profesión real, en Argentina, es menos viable que nunca”, aclara Dilón.