CULTURA
fenomeno editorial

La cruzada interior

Si bien el repunte de editoriales independientes en Buenos Aires ubica a la ciudad como un polo de radiación editorial, la producción hecha en el interior es una de las más fecundas y variadas de la lengua. Un mapa de publicaciones que construye una gran nación editorial.

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A partir de mediados de la década de los años 2000, gran parte de la novedad, la investigación y el desarrollo de diferentes búsquedas literarias encontró hospitalidad en sellos del interior del país. Los grandes grupos editoriales y otros medianos –cuyos intereses forman parte de conglomerados de la industria gráfica, que incluyen entre sus negocios cadenas de librerías, medios de comunicación y tiendas online– apostaron a lo rentable. Así se pasó del boom de la novela histórica al de la novela romántica, la literatura erótica y el ensayismo pedestre sobre la coyuntura social. Ahora parece tener lugar el paradójico momento que reúne a los youtubers con los intérpretes del cerebro humano. El descubrimiento de nuevas voces, entonces, quedó a cargo de editores independientes y del interior del país. Muchos de esos sellos de ciudades provinciales fueron creados con capitales modestos o apoyados por organismos estatales o universidades nacionales, y conformaron catálogos sólidos en el que publicaron no sólo autores locales que hoy ya tienen una proyección nacional (como ocurre con las obras de Carina Radilov Chirov, Francisco Bitar, Federico Falco, Mario Ortiz y Roberta Iannamico) sino también a autores consagrados como Elvio Gandolfo, Mariana Enríquez o María Martoccia. Desde Paraná, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca, San Miguel de Tucumán, Viedma, Ushuaia y otras ciudades o localidades comenzaron a llegar, impulsadas por la difusión que los medios electrónicos y las redes sociales sostuvieron y aún sostienen, otras narrativas, poéticas e investigaciones.

Nuevos focos editoriales. “A partir de 2011 han aparecido numerosas editoriales independientes en las provincias –dice Liliana Ruiz, editora del sello rosarino Baltasara, que publicó libros de la poeta Beatriz Vignoli, las narradoras Natalia Massei y Mariana Travacio, y el ensayista de arte Claudio Iglesias, entre otros–. Habría que realizar un estudio profundo de la aparición de este fenómeno. Por un lado existe una demanda real creada por escritores noveles que quieren publicar, y por otro lado aparecen políticas públicas que privilegian ayudas a las industrias culturales. Muchas editoriales contaron con el apoyo del Estado a través de convocatorias de estímulo a proyectos editoriales. Algunas, gracias a esta ayuda, pudieron comenzar su actividad y continuaron luego su crecimiento en forma independiente, otras no tuvieron el mismo destino”. Baltasara realiza, desde el año pasado, una convocatoria abierta a autores en diferentes rubros. Este año, además de poesía y patrimonio cultural, se reciben obras de los géneros de terror y novela policial. “El punto más crítico es la distribución de libros, sobre todo en Buenos Aires –opina Ruiz–. Pocas librerías están dispuestas a aceptar libros de editoriales del interior. La causa en general se debe a dos cuestiones: el espacio que ocupan libros de autores desconocidos y el poco margen que obtienen de su venta, ya que, para poder competir con editoriales de renombre, los precios de los libros son inferiores”.

Existe en Santa Fe una agencia estatal denominada Espacio Santafesino, cuyo trabajo podría ser considerado un modelo para otras provincias con escaso desarrollo editorial. Mediante concursos, impulsa un programa de fomento al desarrollo de bienes culturales. Varios proyectos de diversos sellos se han financiado mediante los aportes de ese organismo: Río Ancho Ediciones, Beatriz Viterbo, Ciudad Gótica, Iván Rosado. Ana Wandzik y Maximiliano Masuelli han iniciado su trabajo como editores gracias a este impulso. “El catálogo de Iván Rosado intenta mirar en simultáneo producciones del pasado y contemporáneas. Exploramos nuestro entorno, lo que nos gusta llamar ‘bajo litoral expandido’, desde nuestra ciudad, Rosario, con líneas hacia Santa Fe, Paraná, pero también hacia Buenos Aires, y un poco más allá, al Uruguay. Decimos que el ‘bajo litoral expandido’ es la región esbozada por tres ríos. El catálogo que estamos elaborando es un camino posible, donde van apareciendo nombres que a su vez llaman a otros. Es razonado y es espontáneo, en equilibrio. En el mercado local nos metemos por nuestra cuenta, distribuyendo el material por librerías y espacios que nos resultan acordes, que pueden querer o tener cierta sensibilidad con lo que hacemos. Y tenemos nuestra librería, que es un punto de autopromoción total. A la editorial la financia la editorial, con las propias ventas. Hace un par de años, cuando empezamos, tuvimos la suerte de recibir un subsidio de nuestra provincia y con ese empujón lanzamos los primeros cuatro títulos, luego todo es buscar y hasta inventar circuitos de venta y circulación del catálogo y procurar que vuelva un dinero que posibilite nuevas ediciones”. Para fin de año y 2016 adelantan nuevos títulos y reediciones: la correspondencia reunida de Mario Levrero y Francisco Gandolfo con prólogo y notas de Osvaldo Aguirre, y un volumen antológico sobre la obra pictórica del pintor rosarino Luis Ouvrard (1899-1988), en coedición con la Editorial Municipal de Rosario. Habrá dos reediciones: Bajo cero, de Damián Ríos, y El gran dorado, de Daiana Henderson, más la publicación de un policial de Melina Torres y La ballena, novela corta de Cecilia Moscovich. Y se sumarán títulos a la colección de arte Maravillosa Energía Universal, con libros de Silvia y Gloria Lenardón, Claudia del Río, Delfo Locatelli y Max Cachimba.

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En Mar del Plata, varios sellos promovieron la difusión de autores locales. Entre ellos figura Letra Sudaca, en cuyo catálogo alternan autores de renombre con jóvenes escritores como Esteban Prado o Sebastián Chilano. “Tenemos un catálogo incipiente, en proceso de formación, aunque con una clara tendencia a la ciencia ficción y el género fantástico, y, últimamente, el ensayo sobre literatura, cine y música. Nuestros libros llegan a las principales librerías de todo el país a través de La Periférica Distribuidora, y también a España a través de Canoa Libros. Además, junto con Puente Aéreo y La Bola (otros dos interesantes sellos de Mar del Plata) tenemos una tienda online que nos permite llegar a cualquier parte del mundo. En cuanto a la financiación, la editorial es autosuficiente, la venta de los libros es la que banca todo, desde hace tiempo”. Para 2016, Letra Sudaca reeditará un clásico ensayo de Pablo Capanna, Andréi Tarkovski: el ícono y la pantalla, y poublicará Via Crucis y otros cuentos, de Mauro De Angelis, y una novela inédita del narrador y traductor Carlos Gardini.

Un informe de la Secretaría de Cultura de Córdoba, elaborado en 2012 con la participación de editores de la ciudad en ocasión de la Feria del Libro provincial, reveló que el volumen de libros publicados en esa provincia representaba poco más del 6% del total nacional de libros. Desde entonces, las editoriales cordobesas cobraron mayor protagonismo y difusión. Varios jóvenes autores –entre ellos Federico Falco, Hernán Arias, Laura García del Castaño, Leticia Ressia, Flavio Lo Presti y Alexis Comamala– trascendieron el público local y hoy poseen alcance nacional. Al trabajo silencioso y paciente de sellos históricos como Alción y Llantodemudo (cuyo joven editor, Diego Cortés, falleció este año) se agregó el de otros editores. Potenciadas por la experiencia profesional de algunos, como el caso del editor de Caballo Negro Alejo Carbonell, o académica de otros, como José María Marcos y Pablo Dema, del sello de Río IV Cartografías, las editoriales provinciales ganaron visibilidad y competencia. Un autor porteño, Juan Terranova, publicó en la editorial cordobesa Nudista Unos días en Córdoba, un atípico libro de viaje que combina la observación con la peripecia narrativa.

Universidades que editan. Otro fenómeno simultáneo al de las editoriales del interior es el que constituyen los sellos dependientes de universidades nacionales, provinciales o privadas del interior del país. Tal fue la iniciativa que tomaron en estos años editoriales como Eduvim (Editorial Universitaria de Villa María), Eduner (Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos) o la editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, cuyo trabajo fue apreciado por varias de las universidades nacionales creadas en el conurbano bonaerense y en varias provincias para formar sus sellos propios. Gustavo Martínez y Guillermo Mondejar, de Eduner, opinan que hay un proceso de descentralización de la edición, con sellos de calidad y colecciones realmente destacables. Ambos señalan que la visibilidad de los catálogos y un buen sistema de distribución son pasos fundamentales para lograr consolidar los proyectos editoriales. La REUN (Red de Editoriales Universitarias Nacionales), que cuenta con librerías en diferentes ciudades, stand propio en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y programas de capacitación para profesionales, es uno de esos pasos. “En Buenos Aires, los lectores pueden encontrar nuestros títulos en la Librería Universitaria Argentina (en la esquina de Lavalle y Montevideo), en los locales de Eudeba y en las librerías comerciales a las que llegamos a través de La Periférica Distribuidora –detallan–. También hacemos envíos a todo el país comprando por internet. Para el año próximo contamos con un plan editorial que entendemos consolidará nuestro sello, con importantes novedades para las colecciones culturales (El País del Sauce, Tierra de Letras y Cuadernos de las Orillas), con libros que rescatan nuestro patrimonio, muchas veces abandonado por grandes editoriales comerciales. Publicaremos El país del río (aguafuertes de Roberto Arlt y crónicas de Rodolfo Walsh), El mate. Arte de cebar, clásico de Amaro Villanueva, y Obras completas de Francisco Madariaga. También habrá nuevos títulos en las series Académica y Cátedra y sumaremos nuevas colecciones científicas y de divulgación. El 2016 será el año de publicación de nuestros primeros libros electrónicos”.