CULTURA
Simon Reynolds: cultura musical y politica

La revolución con purpurina

Crítico y ensayista inglés de la más alta factura, Simon Reynolds, con la publicación de su último libro en español –“Como un golpe de rayo” (Caja Negra)–, permite comprender uno de los momentos estelares de la cultura pop: la música glam y su influencia tentacular. Antes de su llegada al país para participar de la Feria del Libro de Córdoba, dialogamos con el autor.

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Teoría crítica. Simon Reynolds (Londres, 1963) y la tapa de su último libro. | cedoc

En un corpus de 700 páginas, Como un golpe de rayo. El glam y su legado de los setenta al siglo XXI, Reynolds relata una cronología del género que enarbola el rock más colorido: “No fue fácil el proceso: muchos estaban muertos, otros sin voluntad, algunos eran difíciles de ubicar. Entrevisté a figuras legendarias que, habiendo sido reporteadas tantas veces, se repetían o exageraban. Era más rico el material periodístico de la época, donde decían lo que fuera sin cuidarse y hasta contradiciéndose para terminar creando sus propios mitos”, cuenta el autor que admite haberse tomado tres años para escribir el libro.

“Siempre fui crítico musical, un analista del rock. Me ocupé del análisis sociopolítico con una mirada más teórica. Aprendí a encontrar el argumento de la historia, me especialicé en eso. En mi primer libro, Blissed Out, está la descripción de la música y miles de interpretaciones, pero no sé si se entiende qué es My Bloody Valentine, cómo son, qué hacen; ahora estoy más interesado en las historias detrás de la banda, sus luchas y los diferentes aspectos de la industria musical. En este libro nuevo me ocupo de las descripciones físicas y las caras y los cuerpos como nunca lo había hecho, en parte porque el glam se trata de imagen y calidad de estrella. La sonrisa de Marc Bolan es muy importante y debía captar esa magia. Comencé a respetar el periodismo musical tradicional. Leyendo reseñas de los 70 resultaban verdaderos ensayos analíticos y me fascinaban los reportajes por los detalles. Tengo un sentido crítico de la música, lo hice en mi libro Postpunk y ahora con éste, lo que podría llamarse una biografía colectiva de subculturas”.

—¿Considera que el rock debería plantarse frente a la problemática actual y manifestarse como en sus raíces, de la mano de la rebelión?

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—Creo que la música es una distracción del ambiente político. Deberíamos estar todos en las calles más que sentados escribiendo una canción y pensar que es una manera de “contribuir con la lucha”. La mejor contribución para la lucha es luchar.

Momentos claves durante el proceso narrativo: “Estaba escribiendo la última página del libro cuando muere David Bowie. Escribí una suerte de elegía, algo digno de leerse en un funeral contemplando el dolor ajeno, y es algo de lo que estoy orgulloso: medí al hombre, medí al fan y hablé de la mortalidad, cuestión en la que me metí tras la muerte de mi padre y, antes de eso, la de mi hermano. Mientras lo hacía, mi primera novia estaba luchando contra un cáncer que también se la llevaría. Tras haber escrito sobre mi padre, luego Bowie, homenajeé a Jessica, en mi universo, una princesa glam. Así, todo el libro quedó bajo la sombra de una contradicción entre la belleza y la decadencia, la gloria y la transitoriedad. Tras la muerte de Bowie no retoqué nada porque no quería suavizar ninguna de las críticas que había hecho. Se vuelve ambivalente el libro cuando toca a Bowie, un genio que tuvo fallas como ser humano y cuya filosofía de vida encontré vacua”.

—Destaca que el glam surge cuando la derecha llega al poder (Reagan, Thatcher), ¿debería conformarse hoy una afrenta musical?

—Es difícil de predecir en términos musicales y su relación política con respecto a un cambio social, eso fue exclusivo del punk. En la cultura popular de hoy hay más mujeres fuertes, más visibilidad queer, la dominación de la música negra, un nuevo internacionalismo y un sonido global cosmopolita. Y también en la política hay un contragolpe masivo con miradas antes tradicionalistas y hoy en ascenso con respecto a los roles sexuales, cuestiones de género. Una nueva territorialización y una vuelta liberadora. Entonces, la cultura está un paso al costado de la fuerza política. Hillary Clinton contaba con el 95% de apoyo de la industria musical con Lena Dunham y Lady Gaga, por nombrar algunas, y no pasó nada. Entonces es difícil ver el rol de la música en estas lides. Debemos mantener alto el espíritu, eso sí.

Qué celebración de la imagen el glam; un verdadero experimento sexual y estilístico: “Pero no sé si es el género más sexy. Quizá el cantautor, si te atrae la inteligencia, como es mi caso. Aunque diré que el gótico, como Cocteau Twins, es lo que más me seduce. Lo texturado es sexy”.

—¿Qué lee?

—Me gusta David Toop, me parece un esteta, pero prefiero ensayos más argumentativos. Leí lo último de Mark Fisher, The Weird and the Eerie. Estoy con The Occult, de Colin Wilson, tras haber leído una biografía suya. A partir de mis clases de música en Los Angeles releí la obra de Fred Vermorel, un genio con una visión ingeniosa sobre la cultura pop.

—¿El rock salvará al mundo?

—No, el rock no es mejor o peor que el mundo. La cultura pop es el lugar donde lo mejor y lo peor de nuestra sociedad y el espíritu humano se encuentran para batallar. Mucha de la mejor música viene de impulsos que pretenden destruir el mundo, como el rap. La energía punk es muy oscura, nihilista. Si todos canalizaran sus fantasías en el rock, incluido el glam, el mundo se destruiría más rápido.