CULTURA
Murió en Mallorca a los 86 años

La última entrevista de Guillermo Mordillo: la silenciosa destreza de hacer reir

Afincado en Europa desde hacía décadas, Mordillo –parte sustancial de la vidas de La pequeña Lulú y Popeye– fue uno de los colosos de la historieta argentina; la ironía, el deporte y las contradicciones de la vida son el caldo de cultivo para sus insólitos personajes.

20190519_guillermo_mordillo_cedoc_g.jpg
El universal. Ha publicado libros en China, Alemania, Italia, Japón, Francia, Bélgica y Alemania, entre otros. En nuestro país no se lo publica desde 1974. | cedoc

Nombre de oro en la historia del humor gráfico argentino, este domingo 30 de junio murió en España el dibujante Guillermo Mordillo. Tenía 86 años y una larguísima trayectoria con personajes que transitaron páginas de medios de todo el mundo. La ocasión, aunque triste, sirve para recordar su última entrevista en el Suplemento de Cultura del Diario PERFIL, el último mes de mayo, una charla con Mariano Buscaglia que fue toda una deferencia porque no solía dar notas y acostumbraba a "pasar por Buenos Aires como un susurro". Reproducimos entonces esa nota completa, como homenaje a uno de los creadores más extraodinarios del humorismo argentino de todas las épocas:

 

Todo aquel con más de 40 años disfrutó en algún momento de sus imágenes brillantes de trazos redondeados. El dibujante argentino Guillermo Mordillo, un ícono del humor gráfico que fue en los 70 el más publicado a escala global, murió este domingo en Mallorca.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hijo de españoles, Mordillo nació en Villa Pueyrredón el 4 de agosto de 1932. Su papá era electricista y su madre empleada. A los 13 años se decidió a dedicarse al dibujo. Egresado como ilustrador de la Escuela de Periodismo, a los 23 años se mudó a Lima, Perú, donde trabajó en una agencia de publicidad.

Esté donde esté, Guillermo Mordillo se levanta todas las mañanas para dibujar. Porque para Mordillo, como para todos los grandes artistas, dibujar no es una opción, sino una necesidad. Para Mordillo el dibujo es la vía de escape y la salvación.

Guillermo Mordillo, que partió hace 63 años del país, se convirtió en uno de los artistas argentinos con una de las carreras profesionales más exitosas y consolidadas en el exterior. Desde entonces, el artista regresa una vez al año a la Argentina para reencontrarse con su familia y compartir charlas con sus colegas. Sus viñetas de humor están entre los trabajos más reconocidos del género. Fue premio Yellow Kid en 1974 y tiene el mérito de haber sido el humorista gráfico que más ventas obtuvo en el mundo durante toda la década del 70. Sus dibujos, por lo reconocibles, ya son una marca en sí mismos. A mediados de los 70, Carlos Garaycochea le preguntó a Mordillo cómo le estaba yendo en Europa, a lo que Guillermo respondió: “Muy bien”. Garaycochea retrucó con un feliz: “Se te fue la mano”, dado el éxito prodigioso que Mordillo había alcanzado en países como Alemania, Francia, Bélgica, Italia, China o Japón.

En la Argentina, en cambio, no se lo edita desde el lejano año de 1974. De hecho Mordillo Cartoons fue su único libro publicado en este país. En diálogo con PERFIL dice que ya no busca editores, que dibuja para divertirse y que después se verá qué se hace con eso. Dice que con el tiempo algunas rutinas han cambiado, años atrás escribía los chistes en un cuaderno antes de ensayar el dibujo; pero ahora primero dibuja y después escribe.

El período de máxima difusión de sus trabajos en la Argentina fue a fines de los 80 y principios de los 90, cuando se emitían en la TV los Cortos animados de Mordillo y en la revista del diario La Nación se publicaban sus viñetas de humor. Teresa Mordillo, hermana del dibujante, con el que se lleva 21 meses de diferencia de edad, mantiene, desde siempre, un vínculo afectivo muy estrecho con Guillermo. Teresa habló con PERFIL y concluye que el conocimiento que se tiene en la Argentina de la obra de su hermano es muy escaso. Señala: “Acá no es conocido, porque no publica. Y los que lo conocen, lo conocen por lo que publicó en la revista de La Nación de los domingos. Sus trabajos en Europa no se conocen en la Argentina, y en Europa es a la inversa: no hay quién no lo conozca”.

Mordillo confiesa que está preocupado por el cierre del Museo del Humor, pero tiene esperanzas de que toda esa obra se reubique en algún otro lugar. Dice ser que: “De la vieja escuela de humorismo, solo quedamos Quino y yo”. El destino de sus dibujos también es una preocupación, por lo que evalúa la posibilidad de hacer un museo con su obra. Considera que “el museo es el destino final que merece todo dibujante”. Eso evita que la obra se malvenda o se disperse entre las manos ávidas de los coleccionistas. Hace muchos años compró prácticamente toda la obra gráfica de José Luis Salinas y espera que, dentro de poco, esos dibujos vuelvan a ser expuestos y revalorados.

Guillermo confiesa que no recuerda cuándo aprendió a dibujar. Todas sus memorias son con un lápiz en la mano. Y todos esos recuerdos son recuerdos felices. Sonríe al rememorar que, con apenas cinco años, llevó a su madre a ver Blanca Nieves y los siete enanitos. Recalca su responsabilidad en el evento, porque el empeño que puso para ver ese dibujo animado le cambió la vida. Bambi, dice Mordillo, “la vi 19 veces en el cine”. Teresa recuerda vivamente aquel día: “Estrenaban la película Blancanieves y mi mamá nos llevó a verla al cine 25 de Mayo en Villa Urquiza, que ahí daban las películas de Disney. Guillermo, que tenía en ese entonces, cinco o seis años, quedó tan impactado con eso que supo que, a partir de ese momento, iba a ser dibujante. Y ahí le nació. A partir de eso, todos los días dibujaba en la mesa del comedor, no hacía otra cosa. Dibujaba y escuchaba la radio. Por lo general a Frank Sinatra o a Bing Crosby, porque estaba estudiando inglés y con eso quería ayudarse a aprender mejor el idioma. Con la idea siempre de ir a trabajar a los Estudios Disney. Incluso le envió una carta que le respondió Disney con una foto autografiada. Estaba chocho con eso”. Teresa recuerda muy bien los años de formación de Guillermo: “Cuando terminó la Primaria se fue a la Escuela Superior de Periodismo, creo que en la calle Florida, y se anotó ahí porque había clases de dibujo. Hasta que un día el profesor le dijo: ‘Yo, la verdad, no tengo nada qué enseñarte’. Y lo tomó como ayudante. Tendría 12 o 13 años”.

Los primeros trabajos profesionales de Mordillo fueron en revistas infantiles. Su paso más reconocido fue en la vieja revista Peter Pan de la editorial Conex (revista que nació como competencia directa de la revista Gatito de editorial Abril) donde realizó las cubiertas y muchos de los interiores. Uno de los primeros personajes creados por Mordillo fue Fosforito. Un conejo blanco, de expresiones tontas, que caía en las bromas pesadas que le hacían sus amigos. Algo así como la vieja tira de La zorra y el cuervo. Este personaje influyó de forma directa en muchos artistas que vendrían después, como en Carlos Nine que le confesó a Mordillo la fascinación que le provocaba ese personaje durante su niñez. Sin embargo, Mordillo abandonó la revista por desavenencias económicas con los editores y fue sustituido por Alberto Breccia con quien, años después, compartiría los mismos representantes (el matrimonio Raboni de la agencia Quipos) y con quien estrecharía una profunda amistad.

Insatisfecho por los resultados que obtenía en el país, Mordillo hizo caso al consejo de un amigo y decidió probar suerte en Perú, su hermana Teresa recuerda: “En Perú por lo menos tenía a ese amigo que le aseguraba una casa y un poco de comida. Ahí empezó haciendo tarjetas de salutaciones. Después ilustró algunos libros. Al final los seis meses se hicieron cuatro años. Había un grupo de argentinos que fueron a probar suerte. No todos eran dibujantes. Estaba Juan Carlos Altavista con quien compartió un departamento. Se hicieron muy amigos. Más adelante se siguieron encontrando acá. Juan Carlos siempre dijo que nunca se iba a olvidar de un gesto de mi hermano, que en un momento en que estaba sin plata, y Guillermo le prestó sin pedirle nunca que se la devolviera. Y Juan Carlos siempre decía que de esas cosas él nunca se olvidaba”.

Poco después, con veintipocos años, se empleó en los estudios de animación de la productora Paramount, en New York, donde dibujó a Popeye. Guillermo considera que si hubiese probado suerte en los Estudios Walt Disney, tal vez no hubiese llegado a ser el Guillermo Mordillo que todos conocemos, por lo que agradece al destino no haberlo anclado en Los Angeles. Hoy, dice, se han encaminado, a la vez, varios proyectos que tienen por objetivo llevar a dibujo animado o a animación el universo gráfico que ha gestado durante toda su vida. Teresa considera que el viaje que lo llevó a Europa fue el que desencadenó al artista que Mordillo llevaba dentro de sí: “Como no tenía un peso, se alquiló una buhardilla. Estaba al límite. Ni siquiera tenía un placard para guardar la ropa, puso un piolín en el medio de la habitación para eso. Y al otro día de llegar a París, salió a buscar trabajo y lo consiguió. Unos dibujos para una tira diaria. Y ahí le nace lo de los dibujos mudos, como él no hablaba francés, tuvo que rebuscársela así. Y ahí fue donde empezó a crecer profesionalmente”.

Desde el año 2003 abandonó el uso de tintas de colores, porque descubrió que éstas se desgastan al estar expuestas a la luz solar, por lo que optó por usar técnicas mixtas como rotuladores, acrílicos, acuarelas, pasteles o lápices de colores. Lo que le fascina de trabajar con pasteles es el efecto tridimensional que puede lograr con las luces, dejando claros para resaltar a los personajes de las viñetas, como hizo en un chiste donde se ven dos jirafitas besándose, perfiladas a contraluz, sobre la superficie de un planetoide que, se entiende, es la Luna del amor.

A Mordillo le gusta imaginar lo inimaginable, se divierte creando árboles que no existen, toma, por ejemplo, el coliflor que su esposa compró para acompañar la cena y ve en sus protuberancias algodonosas un paredón de nubes que luego traslada a sus dibujos.

La obra de Mordillo se impone visual y reflexivamente al lector. Por un lado está el golpe de efecto de un humor recargado de ironía y de mucha inteligencia; y por otro los detalles gráficos y técnicos que le exigen al lector detenerse en los aspectos minúsculos que conforman el universo de la obra. Las creaciones de Mordillo pueden leerse como ensayos humorísticos, pero se contemplan como si fuesen pinturas expuestas en un museo. Demandan una reflexión que los tiempos modernos (con sus tecnologías idiotizantes y condicionadoras) aborrecen. Las sutilezas que dominan la obra de Mordillo son el ápice de un humor universal, y  para el dibujante “el humor es una pirueta en medio de la danza interminable de la vida”.

Humorista hasta el final, Mordillo decidió enfrentar a la invencible y lleva hechos, desde hace algunos años, varios chistes que tienen por personaje central a la huesuda. Uno de ellos tiene por escenario una casa, al mejor estilo Hänsel y Gretel, con la señora Muerte golpeando la puerta y un hombrecito de nariz pomposa entreabriéndola y señalando a un perrito que mordisquea un hueso a un costado de la casa, ajeno a la traición de su amo. Con su inocencia característica, Guillermo se ríe de su audacia y dice que la Muerte, a partir de ahora, lo va a tomar en serio, ya que él se tomó el trabajo de embromarla.

 


 

Notas sueltas sobre Mordillo

Mordillo es el humorista argentino de mayor alcance universal, en términos potenciales (y reales también) en el sentido de que su humor no tiene contraindicaciones ni necesidad de traducción alguna. Es universal en el sentido de que lo es la pantomima o el cine de Chaplin, de Tati o de Keaton. O Snoopy & Woodstock, de Shultz. O El rey petiso, de Otto Soglow.

En Mordillo (el espacio humorístico lleva su nombre, es una marca) no hay (en apariencia) referencias temporales y/o culturales, costumbristas o políticos con anclaje en contextos determinados. Juega para afirmar o contradecir el sentido común.  

Y es universal también (o tiende a) en tanto su tipo de humor no tiene casi contraindicaciones: ese humor blanco, falsamente ingenuo o simple, remite a eso tan vago que puede definirse como la condición humana: al espectáculo de ser, estar, interactuar con el mundo y los demás. No toma partido, no parodia, no critica, no agrede, no provoca miedo, asco, compasión… El efecto es siempre amablemente inteligente. Esa es la imagen que da / decanta del autor y lo que hace sentir al lector / espectador: comparten una mirada / experiencia / de amable ejercicio inteligente. Sensibilidad y suave ironía. Sutileza sin énfasis. Crea la sensación (¿ilusoria?) de una experiencia compartida de goce inteligente.

Genera, además, admiración por el desempeño técnico: la minuciosidad del dibujo, la desproporción aparente entre el medio dibujado / descripto y el efecto sutil y minimo.

No es Steinberg ni Copi, que son más agresivos por “intelectuales” o “desprolijos”.

Sus medios expresivos –color, línea, tipo de figuración, sintaxis– son los de la ilustración infantil –la línea Disney redondeada (no hay rectas)– y la del dibujo animado: figura recortada contra fondo colorido y delineado. Nació con eso e hizo eso siempre. Su primer receptor fueron los niños y aunque los contenidos y los sujetos se fueron sutilizando hasta la abstracción, el dibujo se mantuvo ahí, siempre.

Su sujeto / objeto de acción y observación es un hombrecito pequeño y cómico en apariencia, inofensivo, inexpresivo e imperturbable, que es todos y ninguno, cualquiera.

 Tres elementos de indeterminación: la blancura (falta de color), el silencio (falta de voz) y el ensimismamiento (falta de expresividad). Más allá de las circunstancias exteriores, los monitos de Mordillo son siempre criaturas formales en todos los sentidos. No pierden la compostura.

Trabajó siempre para un espectador ingenuo (niños) o luego universalmente accesible, (Disney como modelo) indeterminado, sin otros códigos que una simpatía amable por un hombrecito universal. n

 

 *Juan Sasturain. Escritor, periodista y guionista de historietas.