TU ALIENTO
Autora: Melissa P.
Otras obras de la autora: Cien cepilladas antes de ir a dormir
Editorial: Suma de letras
Precio: $27
Para empezar, habría que decir que la traducción mejora el título original: L’odore del tuo respiro se transforma en Tu aliento para bien de todos. Después, el libro abre con una esforzada fábula donde la abeja muere envenenada, no aplastada, y enseguida pasamos a una infidelidad resuelta con los elementos narrativos justos.
La novela intenta contar la relación de Melissa con su ciclotímico novio, Thomas. Pero como ella misma le dice a su madre, “esto es una orgía, mamá. Pero una orgía de sentimientos”. Así, una serie de viñetas bastante incongruentes se suceden, con alusiones veladas al sexo, a la infidelidad y un largo etcétera que no es explícito pero tampoco es atractivo.
La falta completa de humor, cinismo o vital resignación hace de la prosa de la Panarello el ejercicio dramático y bobo de una adolescente fruncida que lucha desesperadamente por ser infeliz a toda costa. ¿Qué lector soporta el plan “chica-sexy-que-sufre”?
Siempre rozando lo cursi, ella confiesa: “Estoy cansada de entregarme de a pedazos. Necesito extenderme hasta el infinito”. Luego informa: “El era muy bello, yo era muy bella”. Las escenas domésticas y traumáticas se superponen. Y en vez de amplias descripciones de felaciones, en las que Cien cepilladas... no había sido especialmente eficaz pero con las que se había ganado cierta reputación, Tu aliento se enrarece presentando este tipo de párrafos: “Ayer le pedí a Thomas que me chupara las tetas como si estuviera chupando leche. Es un período materno, el mío. Todo eso me hace bien, me hace sentir mujer”.
En un momento el libro gira y se vislumbra a la escritora contando las miserias de su éxito, lo que ya es una especie de subgénero de la autobiografía artística. Si Melissa se hubiera quedado en ese género, Tu aliento podría haber despertado más interés.
Pese a todo, más prolija y menos pornográfica que Cien cepilladas..., esta segunda novela contiene pasajes que rozan cierta temperatura narrativa. “Lo primero que leímos –recuerda Melissa– fue un libro de poesías de Mao Tse-Tung comprado en una librería de viejo. Lo leímos de noche, en su habitación, con una manta que cubría nuestros cuerpos desnudos y todavía tibios.” Algunas descripciones como la de “la señora esquelética que estaba detrás del mostrador, esa con ojos de pescado hervido” y en especial los recuerdos de infancia en las playas de Catania son llamativas por su honestidad y su frescura. Cuando va con su madre y una amiga a hacerse la manicura, Melissa escribe: “Creo que en ese cuarto del centro de estética comenzó mi recorrido sexual. Creo que exactamente allí empecé a oír hablar de hombres y hacerme más o menos una idea”.
Con poca técnica y poca sustancia, Melissa logró lo que muchos escritores codician en silencio o a los gritos, con resignación, ira o resentimiento, durante toda su vida. Desde allí debe leerse el final del libro: “Y luego agradezco a todos los que me odian, porque es gracias a ellos que yo me amo más a mí misma”. Es una verdadera lástima que esa seguridad y esa conciencia de sí no aparezcan en la narración.
Según la solapa del libro, entre las cepilladas y el aliento, Melissa tuvo tiempo para escribirle una carta al cardenal Ruini, al cual suponemos reaccionario y desagradable, denunciando “la injerencia de la Iglesia Católica en la moral privada”, un gesto, a esta altura, amargamente previsible. El opúsculo se titula In nome dell´amore. ¿Es Melissa algo de todo lo que dice ser? Si tradujéramos Castigando un caballo muerto en vez de En nombre del amor, quizás algún tipo de acercamiento a alguna parte podría ser posible. Pero no.
Cuando enfrentamos a Melissa y a sus tres millones de libros vendidos en más de cuarenta idiomas, ¿tenemos el fenómeno editorial por un lado y el triunvirato fatídico del autor, el libro y el público por el otro? ¿En su intersección aparece el marketing para impregnarlo todo de un olor pegajoso a fraudulento negocio inmobiliario y sudor de vendedor de autos usados? ¿Vivimos el sueño afiebrado de editores que ya funcionan como animadores de talk-shows disfrazados, travestis de la lectura, genios empresariales, vendedores de alcancías sorpresa? La posta, eso sí, se pasa como un pan en llamas y las ventas, aunque exageradas, deciden cualquier atisbo de dudoso pudor.
Si en la actualidad la maquinaria de la novela no alcanza para imponerse por sí sola con ese éxito, la operación de marketing es hoy el verdadero arte. (Y, en principio, la palabra marketing no puede ser leída peyorativamente.) Como consecuencia y confirmación del enunciado, valen estas líneas que se ocupan de este libro y no de otros infinitamente más interesantes..