CULTURA
SILVIO MATTONI

Lírica mediterránea

Traductor, profesor universitario y poeta, publicó también libros de ensayos como Koré y El cuenco de plata. Obtuvo la Beca Guggenheim y, hace unos meses, el primer premio Faena a las Artes. “Escribo porque no estoy conforme con lo que ya hice”, afirma. Aquí, sus confesiones sobre el oficio de escritor.

0202mattoni468
Mattoni dice que en l hay un intento de corregir siempre. | Cedoc

Silvio Mattoni nació en Córdoba en 1969. Publicó los libros de poemas El bizantino (1994), Trabajos de amor perdidos (1992), Tres poemas dramáticos (1995), Sagitario (1998), El país de las larvas (2001) e Hilos (2002).

En 1992 ganó el concurso de poesía Enrique Pezzoni. Algunos de sus numerosos ensayos integraron el volumen Koré (2000), por el cual recibió un premio del Fondo Nacional de las Artes.

Actualmente, dicta clases de Estética en la Universidad de Córdoba y es un prolífico traductor. Entre los autores que ha vertido al español se cuentan Catulo, Paul Valéry, Giorgio Agamben, Henri Michaux, Georges Bataille, Francis Ponge y Cesare Pavese.
El cuenco de plata –escribió Carlos Schilling–, el libro que recopila ensayos de Silvio Mattoni escritos entre 1992 y 2003, posee la estructura de uno de esos recipientes. Subtitulado sin ironía Literatura, poesía, mundo, pareciera recoger en la cavidad de sus páginas la sustancia evanescente de una reflexión que atraviesa múltiples lecturas, obras de arte y geografías, desde los poetas alejandrinos hasta Yasunari Kawabata y desde Hegel a Marosa di Giorgio o Romilio Ribero.”

En 2004 obtuvo la prestigiosa Beca Guggenheim y una beca postdoctoral del Conicet para investigar la poesía argentina contemporánea. En 2006, recibió el Primer Premio F a las Artes, que convocó el empresario Alan Faena. “Escribo –dice Mattoni– porque no estoy conforme con lo que ya hice. Hay como un intento de corregir, siempre. Hay algo que falla en los libros anteriores y que tiene que modificarse. Y después, se daría también como un registro de mi propia vida. Es decir, me siguen pasando cosas y es una forma de registrarlas de alguna forma. Una especie de diario de viaje, no sé muy bien para qué. A veces, por ahí, últimamente pienso que es una suerte de regalo póstumo para mis hijas, una especie de retrato de la vida cotidiana.”

—¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?
—Supongo que alguno de Salgari o Verne, pero no me acuerdo. Si cuentan las historietas, Asterix, porque miraba los dibujos antes de saber leer.

—¿Cuál es su autor favorito vivo?
—Seamus Heaney.

—¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?
—Un libro que valiera por muchos, como Homero o la Biblia.

—¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?
Fragmento de un diario en los Alpes, de César Aira.

—¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?
—Varios, pero no por defectos de los libros, sino por variaciones en mi atención.

—¿Qué libro quisiera releer pronto?
En busca del tiempo perdido, justamente, porque el tiempo siempre falta y se hace difícil perderlo leyendo lo mismo dos veces o tres, aunque los heraclitófilos repitan que nunca se trata del mismo libro y cosas así.

—¿Cuándo escribe?
—Cuando puedo, generalmente a la mañana o a la siesta. Pero sobre todo cuando tengo algo que escribir. Si no, pierdo mi tiempo trabajando por plata.

¿Quién debería ser el próximo Nobel?
—Yves Bonnefoy podría ser un candidato interesante.

—¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?
—Tener un cuaderno con espiral, tamaño arte, y biromes de trazo grueso. Tener al menos media hora para terminar algo. No leer nada antes, en todo el día si fuera posible. Prestar atención, escuchar lo que llega.

—¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?
—“Canta, musa, la cólera de Aquiles…”, desde entonces el silencio se rompió para siempre (Homero, Iliada).