A Kodama se la ve cansada. Vino a dar una conferencia sobre Borges para inaugurar la 6ª Feria del Libro de Corrientes, pero se considera de vacaciones.
Estamos en el lobby del hotel Casino y alrededor de ella hay cuatro o cinco periodistas locales. Le preguntan, por supuesto, sobre Borges, y si piensa que el libro en papel va a desaparecer: si cree que, en el futuro, predominará el libro digital. A ella, es evidente, el tema no le interesa, y tampoco tiene mucho para decir; pero ellos insisten.
No debe ser fácil ser Kodama, entrar cada mañana al correo, recibir las mismas preguntas, las mismas invitaciones, contar las mismas anécdotas o hacer frente a ese vanguardismo pueril que refrita discusiones obsoletas a través de procedimientos aún más obsoletos.
Pero el motivo del cansancio es otro: “Estoy cansada por una mala praxis”, me dice, cuando se van los otros periodistas. “Me intoxicaron con corticoides y opiáceos: creyeron que tenía un problema en el trigémino y querían operarme; menos mal que no los dejé”.
Quizás, en parte, para evitarle otra repetición, le propongo dejar un poco de lado a Borges: le pregunto si, más allá de El, está trabajando en algún proyecto de escritura. “Escribo cuentos”, me dice. “Pero yo escribo porque me divierte; realmente no tengo mucho interés en publicarlos”.
Lo que sí va a publicar, me dice, es una serie de conferencias y, por otro lado, tiene planeado hacer un “concurso Borges” de cuentos para estudiantes secundarios, que anunciará oficialmente en la fecha del cumpleaños del autor de Las ruinas circulares –su cuento preferido–. También, pero ya durante el almuerzo, me dice que no le gusta cocinar porque, en realidad, no le gusta comer, pero que a veces come en McDonald’s: pide el pollo de 45 pesos que se hace de 11 a 16, me dice.
La Feria se inaugura, varias horas después, con la entrada del gobernador, al ritmo de los redoblantes de los granaderos. Pero luego del “corte de cinta” se opera un anacronismo: aparece un presbítero, toma la palabra, improvisa un sermón, bendice el lugar. “La verdad está en Cristo”, dice, y nos exhorta a rezar un pater noster. Todo el mundo se persigna antes de entrar a ojear libros.
Acaso como efecto de la perplejidad, al entrar ya no sé si estoy en una feria de libros o en una iglesia, o en una novela de García Márquez. Tal vez hay un poco de cada cosa: es lo lindo de estas ferias, en cuyo espacio no hay, por cierto, grandes stands de Clarín, ni de La Nación ni de editoriales multinacionales. En cambio hay una feria de artesanías, anexada a la carpa blanca de libros que está en el patio casi panóptico de la Escuela Centenario (cada año se hace en una escuela distinta); y otra, a la entrada, de ropa y artículos varios. También hay un stand de la CGT con la cara de Luis Barrionuevo.
Digamos que entre las editoriales que participan –casi medio centenar–, quizás lo más interesante sea el stand de Moglia, una editorial correntina que publica literatura local desde hace varias décadas; o el stand de la SADE de Corrientes.
Veo muchos libros de mitos e historias de la provincia, y recuerdo a María Kodama escuchando con atención las historias que le contaron durante el almuerzo sobre el Pombero dotado que embarazaba mujeres. De Buenos Aires están los muchachos de ediciones Godot y de la editorial Conejos.
Mientras el gobernador hace un recorrido protocolar por los stands, en el auditorio principal, que es el salón de actos de la escuela, está hablando María Kodama sobre “El otro en la obra de Borges”, y el clima religioso emerge de nuevo.
Alguien del público quiere saber por qué Borges era agnóstico. Kodama explica entonces su propio agnosticismo, porque en el fondo es el mismo, y habla de la trascendencia a través de la obra.
Además de Ella, en los próximos días –la Feria prosigue hasta el 26– estarán, entre otros, Edi Zunino, Fernando Iglesias, Pepe Mujica, Willy Kohan, Santiago Kovadloff, Ema Wolf, Esther Díaz y Luisa Valenzuela, con quien Kodama está enemistada.
Como se ve, no hay una presencia importante de escritores –“escritores de literatura”–; predominan la política y esos géneros periodísticos que parecen estar de moda desde hace algunos años.
Al respecto, el presidente del Instituto de Cultura de Corrientes, Gabriel Romero, me dice que “se trató de abarcar un espectro más amplio, porque son las únicas actividades de esta magnitud que se hacen en el año”. En el fondo, explica, la feria es “un espacio como para mover el avispero”, y cuyo objetivo es potenciar la producción local.
“Lo interesante es poder generar este espacio de vidriera para los escritores correntinos y también para una incipiente industria editorial. En Corrientes hay muy pocas editoriales y hay poca actividad en ese sentido”, dice Romero, y espera que esta feria, como las otras diez que se vienen haciendo en otros puntos de la provincia, pueda empezar a revertir esa situación. También adelanta que intentará traer a Rafael a bailar chamamé, y terminamos brindando por esa hermosa genialidad llamada patafísica.