Desde principios de este mes se desató cierta pirotecnia mediática en torno al Diario de Wuhan, libro que recopila las sesenta entradas en su cuenta de Weibo (algo así como la red social Twitter china), donde Wang Fang –verdadero nombre de la autora–, narra los acontecimientos de la “lucha” del pueblo de la ciudad china donde se inició la pandemia de Covid-19. Harper Collins anuncia su lanzamiento en inglés para fines de junio y lo describe en un tono sentimental: “Profundamente personal e informativo, sus publicaciones revelan en tiempo real el impacto generalizado del virus y la cuarentena obligatoria del gobierno en los residentes de la ciudad. Cada día, ella da voz a los miedos, las frustraciones, la ira y la esperanza de millones de chinos comunes, reflexionando sobre el impacto psicológico del aislamiento forzado, el papel de internet como línea de vida comunitaria y fuente de información errónea, y lo más trágico, la vida de los vecinos y amigos afectados por el virus mortal”. Para aportar un poco más de dramatismo y trascendencia política, agrega: “Por acercarse a la línea de disidente, paga un precio: el gobierno cierra temporalmente su blog y elimina muchas de sus publicaciones”.
Por lo que ha trascendido como textual, el libro contiene “críticas” y “denuncias” (las comillas no son inocentes), respecto a los funcionarios torpes, corruptos, a la actitud inhumana del sistema sanitario negando atención, o haciéndola selectiva. Cabe señalarse que mientras Fang escribía esto ocurrían desapariciones de periodistas independientes que fueron a la zona para retratar la verdad, por fuera del aparato de propaganda oficial. Son los casos de Chen Qiushi y Fang Bing.
En el sitio web Paper Republic (https://paper-republic.org), dedicado a la promoción de autores chinos para la traducción al inglés, brindan datos biográficos de Fang Fang: “Es una poeta y prolífica escritora de ficción. Nació en una familia literaria de Nanjing en 1955. Cuando tenía 2 años, la familia se mudó a Wuhan. Antes de asistir a la Universidad de Wuhan, pasó cuatro años como trabajadora para mantener a su familia, un período que recuerda en entrevistas como los años formativos que la moldearon y proporcionaron material para trabajos tempranos como The View (1987). Sus retratos empáticos de lo wuhanense, desde trabajadores de fábricas hasta intelectuales, le valieron un lugar como líder de la literatura del nuevo realismo. Según Han Shaogong, el secreto del éxito de Fang Fang es que puede capturar las complejidades de una vida en constante cambio sin perder su hilo”.
Agrega también que su última novela, Wuchang: una ciudad bajo asedio (2011), narra la batalla de 1926 entre los señores de la guerra y Kuomingtang durante la Expedición del Norte. Los medios chinos la declararon autora del año en 2011, ganadora del premio literario Lu Xun de 2010. También en 2012 visitó el Reino Unido y participó del Festival Literario Cheltenham. Vale decir, estamos ante una escritora oficial, formada y promovida por el Partido Comunista chino, una privilegiada. Entonces, la pregunta es, ¿por qué un autor chino de semejante estatus (no cualquiera viaja al exterior en representación oficial) arriesgaría su carrera por publicar esto? ¿Estamos ante un Boris Pasternak chino?
En los últimos días la autora se convirtió en blanco de ataques mediáticos del sitio oficial Global Times, donde es acusada de traidora, de dar elementos a Occidente para atacar a la China feliz, de haber frustrado a sus fieles lectores y seguidores, algo que se reflejó en Weibo, donde Fang denuncia ciberacoso nacionalista, al punto que la amenazaron de represalias físicas. El aura disidente se cierra sobre el cuestionamiento de cómo, sin saber lenguas extranjeras, pudo vender los derechos de publicación.
En la disputa de “narrativas” entre Trump y el virus (como símbolo de la mano oscura en la guerra comercial), el PC chino juega al Go con Godzilla y le hace trampa. Un lector disidente, refugiado en el anonimato virtual, anota: “¿Por qué el diario de Fang Fang no fue censurado, en un contexto en el que todos los demás lo estaban, y muchas personas desaparecieron y ahora están bajo investigación?”. Y agrega una observación inquietante: “Su publicación tenía una función sociopolítica, utilizada por el régimen: en un momento en que la tensión era alta, sirvió como válvula para dejar salir algo de aire de la olla que amenazaba con explotar. Por lo tanto, los sentimientos de traición llegan por todos lados.”.